La última vez que Sandra Muñoz vio con vida a su hijo Axel Talavera fue el 20 de junio de 2018. Estaban en Estelí. Se despidió de él, lo abrazó y lo bendijo, luego se subió a una camioneta que lo llevaría a la frontera para empezar un viaje que iniciaría por Honduras, luego El Salvador, Guatemala y México hasta llegar a Estados Unidos. Talavera logró llegar y ya estando en suelo estadounidense, cuando pensó que lo había logrado, desapareció. Muñoz no sabe en realidad qué pasó con su hijo, si está vivo o muerto. Han pasado ya cinco años.
Cuando Talavera migró ya había iniciado la crisis sociopolítica en Nicaragua y sus padres tenían temor por él. Además él quería mejorar la situación económica de su familia. Allá, en Estados Unidos, lo esperaba un primo: Byron Alexander Ortuño, que vive en Nevada y fue quien le pagó al coyote 6,900 dólares para que lo llevara. Una vez allá trabajaría en construcción con él.
El día que se fue llevaba una mochila donde cargaba unas licras deportivas y unas cuantas camisas que su mamá le había comprado. Mientras avanzaba de frontera en frontera le iba informando a su mamá de los pormenores. “Mama, voy por tal lado. Mama, estoy aquí en México, estoy en un hotel. Mama, me dieron esto de comida…”, cuenta Muñoz, de 50 años.
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Un mes después de haber iniciado la travesía, Talavera estaba por cruzar el río Bravo. Era lo que su mamá más miedo tenía. “Mi miedo era que se me ahogara. Y entonces cuando él me pone el mensaje, yo me pongo a llorar. Entonces todos los hermanos (de la iglesia) me dicen que no llore y comenzaron a orar. Como a los 15 minutos él me dice: “mama, ya crucé el río. Yo sentí felicidad, alegría””, cuenta.
Muñoz y quizás también su hijo pensaron que de ahí en adelante todo iba a estar bien. Ya estaba en Estados Unidos. Pero no fue así. Tras cruzar la frontera, Talavera fue llevado por el coyote a la ciudad fronteriza de McAllen, en Texas, donde estuvo una semana. “Aquí estamos encerrados y nos quitan los celulares porque no podemos hacer bulla. Yo le aviso cuando nos saquen”, le escribió Talavera a su mamá. Esa fue la última vez que Muñoz habló con su hijo, el el 25 de julio de 2018. Axel todavía estaba en las bodegas en McAllen.
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Nadie sabe qué fue exactamente lo que pasó, sobre su desaparición hay varias versiones. Desde 2018 hasta lo que va del 2023, al menos unos 30 nicaragüenses han desaparecido en la ruta migratoria hacia Estados Unidos, según la organización Texas Nicaraguan Community.
“El coyote llamó a Alexander (su primo) y le dijo que habían sacado a caminar a mi hijo, y que ya lo iban a entregar en Houston, pero que había que depositar el resto del dinero para entregarlo”, cuenta Muñoz. Él pidió una llamada con su primo, quería corroborar que se trataba de él, pero la familia no recibió respuesta del coyote, a quien cancelaron la deuda. Al día siguiente, el primo recibe una llamada del coyote y le aseguró que Talavera había sido entregado a las autoridades migratorias en Houston y que en siete días Migración llamaría. “Esos siete días nunca se llegaron es hasta hoy y no sé nada de mi hijo”.
Los padres de Talavera se desesperaron, pusieron una denuncia en Estelí en contra del coyote. Lo llamaban sin parar y nunca les contestó. Lo buscaron en su casa y nunca lo hallaron. “Yo lo denuncié en Facebook y me llamó y me amenazó que me iba a denunciar”, cuenta Muñoz.
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Otra versión es que Talavera quedó en la zona de Falfurrias en Texas. Tras cruzar el río Bravo, muchos coyotes ubican a los migrantes en ciudades fronterizas como McAllen y luego los trasladan hacia el norte. En ese camino está la Patrulla Fronteriza en Falfurrias por lo que los migrantes tienen que caminar para evitarla. Es una zona árida y donde las temperaturas pueden alcanzar hasta los 45 grados centígrados. Entre 2010 y 2017, 550 personas murieron en esta zona, según un artículo publicado en BBC.
En su desesperación, la familia hizo un post en redes sociales con la foto de Talavera y una descripción pidiendo ayuda. Contestó un hombre llamado Jarvin Hernández dijo que sabía lo que había pasado con él. La familia lo contactó. Era un nicaragüense de Jalapa que también había migrado y que supuestamente vio a Talavera desmayado en Falfurrias. “Nos dijo que lo habían dejado desmayado como a las 2:30 de la tarde… Parece que del sofoco, de la calor, él se iba quitando toda la ropa, que él solo había quedado con unas licras deportivas, que le habían metido el pasaporte, su cédula y su celular allí entre medio de la licra y que le habían amarrado una botella de agua en los pies”, le contó.
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Muñoz relata que el hombre le dijo que quiso ayudar a su hijo, pero que el coyote se lo impidió. Al día siguiente él se entregó a las autoridades migratorias y que reportó haber visto a Axel. “Me dijo que Migración lo fue a buscar, pero que no encontraron nada. Cinco años después es lo único que sé de mi hijo”, dice. LA PRENSA intentó comunicarse con Hernández pero no hubo respuesta.
Desde que la familia de Axel no supo más de él, el primo de Talavera ha viajado cinco veces a México. La primera ocasión bajó hasta el río Bravo donde gritaba su nombre sin cesar con ayuda de las patrullas fronterizas de la zona. Sin encontrar ni una pista. Hace dos años el papá de Talavera, Erling, también migró a Estados Unidos por la misma ruta que su hijo. Tenía esperanza de tener alguna noticia suya, pero no logró nada.
“De vez en cuando estoy bien, de vez en cuando me siento muy mal no saber de él… Éramos una familia unida, mis cuatro hijos con mi esposo y mis dos nietos”, dice Muñoz.
En estos años de búsqueda y angustia, Muñoz y su familia fueron víctimas de estafa. A los dos meses de la desaparición de Axel, alguien creó un perfil falso de su hijo y contactó a la familia. Aseguró haberlo rescatado y que lo tenía con él. “Nos estafó con 1,500 dólares y nunca dijo nada. Nos dijo que él sabía dónde estaba Axel, yo le lloraba y me decía, lo acabo de agarrar, está sin zapatos, le compré un celular, le compré ropa y luego la va a llamar, pero nunca llamó”, dice.
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Se han contactado con organizaciones en México y Estados Unidos. Texas Nicaraguan Community lleva su caso y asegura que está en el proceso de compartir su ADN con la organización. Axel Talavera, ahora de 31 años, dejó dos hijos en su natal Estelí, quienes viven con su mamá.
El deseo de Muñoz es volver a ver a su hijo. “Que se vuelva a reunir con nosotros, es lo que más le pido a Dios. Y si no, pues que sea la voluntad de Dios. Yo no puedo contra Dios, si es otra noticia, pues, aunque me duela, pero lo que yo quiero es descansar”, dice.