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“Mafias” explotan la ruta de los migrantes que pasan por Jalapa en su viaje a Estados Unidos

Huyen del hambre, la represión o la violencia, pero en su gira por llegar a Estados Unidos, miles de migrantes cubanos, venezolanos y haitianos en su mayoría, se enfrentan a la corrupción y los malos tratos de autoridades y coyotes en su paso por Nicaragua.

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Hace más de un año que la apertura de las fronteras de los países – tras un año de cierre como medida para frenar la pandemia por covid-19 – provocó una oleada de migrantes de diversos países que transitaban por Centroamérica para luego cruzar la frontera de Estados Unidos. Fue así que miles de migrantes de Cuba, Venezuela, Haití, Surinan y otros países de África empezaron a llegar a Jalapa, municipio de Nueva Segovia, ubicado a 290 kilómetros de Managua.

A su paso, los migrantes abrieron diversas oportunidades de negocio en el lejano pueblo. Al principio esta bonanza benefició a muchos sectores: transportistas, “guías”, hospedajes, ventas de comida e incluso casas de cambio. Jalapa se reactivó como un pueblo de puertas abiertas y a un paso del paso fronterizo con Honduras.

En los primeros meses esta “bonanza” benefició a decenas de habitantes de la zona. A muchos jóvenes, el traslado de migrantes como guías o baqueanos de la zona, les permitió comprar motocicletas e incluso vehículos para transportar a los viajeros; los lugares de hospedaje y ventas de comida se mantenían llenos y los transportistas hicieron su agosto cobrando tarifas en dólares a los viajeros.

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Cuando Jalapa era el oasis de muchos migrantes

No todos los migrantes viajan en las mismas condiciones, aunque compartan esta ruta. Desde los primeros grupos que empezaron a llegar a Jalapa, había migrantes que arribaban en estado tan deplorable que las manos amigas empezaron a tejer redes en torno a ellos.

Llegaban con harapos, las ropas desgastadas, sucias y sudadas del largo trayecto desde sus islas en el Caribe y su paso subiendo sudamérica. Hambrientos, sedientos y sin abrigo, se acomodaban en cualquier rincón de las calles de Jalapa para descansar un poco y luego emprender de nuevo su gira al norte. Eso despertó la solidaridad de los lugareños.

En cuestión de días el grupo Mensajeros de Cristo, integrada por católicos y evangélicos, con el apoyo de gente de la ciudad y de otros que viven en el exterior, instaló dos albergues para recibir y apoyar a los migrantes. En los albergues alimentaban a una buena cantidad de viajeros cada día, mientras retomaban su viaje.

Una de las grandes satisfacciones que le quedó al grupo Mensajeros de Cristo fue acoger a una haitiana embaraza que dio a luz en el albergue. Ellos se aseguraron de que esa familia tuviera todo lo necesario para poder reanudar el viaje varios meses después del nacimiento y así evitar riesgos para el bebé.

“Muchos no se olvidan de nosotros, la mayoría ya está en Estados Unidos y nos mandan saludos y agradecimientos por lo que hicimos por ellos. De vez en cuando también uno que otro manda alguna ayuda para tener reservas por si algún migrante necesita apoyo”, dice uno de los dirigentes del grupo.

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Hace un año, cuando la ola migratoria empezó a subir, era la Dirección General de Migración y Extranjería (DGME) que llegaba cada madrugada con al menos dos buses llenos de migrantes. Los capturaban en la frontera con Costa Rica y los llevaban a la frontera de Teotecacinte para cruzar a Honduras. El grupo Mensajeros de Cristo se encargaba de repartir alimentos a esas personas.

La “mafia” desplazó la ayuda humanitaria

Él lamenta no haber llevado un registro minucioso de la gente que atendieron en el albergue, pero calcula que al menos dos mil migrantes, principalmente venezolanos, cubanos y haitianos recibieron ayuda.

El alto flujo de migrantes atrajo también a una “mafia” controlada desde afuera que llegó a explotar esa ruta. Eso obligó el cierre de los albergues porque los nuevos “guías” intentaron que ellos sirvieran de intermediarios para conseguir clientes y luego vieron en el grupo de apoyo una potencial “competencia”.

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Al antiguo dirigente de uno de los albergues le entristece que la obra humanitaria que ellos realizaban haya sido mal vista por los nuevos coyotes que ahora tomaron el control como guías de migrantes irregulares y presionaron por el cierre de los espacios de ayuda gratuita a migrantes para acaparar los chances de cobrar por solventar cualquier necesidad que tengan los viajeros.

La ruta lejana

Aunque en Nicaragua los puestos fronterizos más conocidos para cruzar a Honduras son Guasaule en Chinandega, El Espino, en Madriz y Las Manos en Nueva Segovia, el elegido por esta oleada de migrantes fue el más lejano y desconocido: Teotecacinte, ubicado a 20 kilómetros de Jalapa y a 310 kilómetros de Managua.

Un año después en esta zona todo ha cambiado; ahora la ruta es altamente conocida por los migrantes que hacen el viaje por tierra. Ellos han recibido de familiares o amigos que ya han cruzado, las coordenadas necesarias para hacer la travesía sin necesidad de un “guía” incluso.

Entonces ahora son muy pocos los que pagan 40 o 50 dólares para recorrer en vehículo los 20 kilómetros que separan a Jalapa de la zona fronteriza de Teotecacinte para luego cruzar a pie los menos de mil metros que los separan de Honduras.

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Denuncian cobros abusivos en dólares

La mayoría reúne con dificultad para pagar los pasajes que los buses y taxis les cobran en dólares. Los que siguen haciendo negocio con los viajeros son los transportistas que han establecido tarifas y multas irregulares y dolarizadas.

Jalapa, Nicaragua. Migrantes vienen por tierra transbordando y llegan a la terminan de buses de Jalapa, donde luego se trasladan por cuenta propia a la frontera de Teotecacinte y usan ese corredor de forma ilegal. Oscar Navarrete/ LA PRENSA.

La tarifa oficial en los buses expresos de la ruta Managua-Jalapa es de 220 córdobas (unos 6 dólares). Pero según los migrantes, a los extranjeros les cobran 20 dólares de pasaje y otros 20 dólares de “multa” por el supuesto riesgo que implica transportar migrantes indocumentados.

Pero Ernesto Bustamante, presidente de la Cooperativa de Transporte de Nueva Segovia que cubre la ruta Managua-Jalapa, niega que se realice ese cobro. “Desconozco ese cobro, yo digo que eso es mentira”, aseguró al ser consultado por LA PRENSA.

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Según Bustamante, las seis unidades que cubren esa ruta respetan la tarifa oficial de 220 córdobas por persona y no hacen ningún cobro adicional. No obstante, todo los viajeros que este medio consultó a su llegada a Jalapa, coincidieron en que el pasaje de Managua a esa ciudad les costó en total 40 dólares.

Sin embargo, los migrantes se resignan y admiten que pagar 40 dólares por persona – para viajar este tramo de pie porque los buses van al doble o triple de capacidad -, les resulta más barato que los 75 dólares que cuesta hacer ese viaje en taxi. La gira directa cuesta 300 dólares y llevan a cuatro personas en promedio en cada viaje. Por su alto costo, este servicio es utilizado prácticamente solo por los cubanos que llegan al país en vuelo directo desde La Habana.

Estos mismos viajeros que llegan al país en avión son los que mantienen la “rentabilidad” de la ruta. Ya que de momento, “el negocio” radica en ofrecer las comodidades posibles a los cubanos que llegan al país por vía aérea y se trasladan a la zona para seguir su ruta tras el sueño americano. Pero este servicio los ofrecen “guías” de otras ciudades o países, lo que a criterio de habitantes de la zona, son los que ahora explotan  la ruta.

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DGME toma su trozo del pastel

Otro que está aprovechando el auge de los viajeros es el Estado de Nicaragua. A través de la Dirección de Migración y Extranjería (DGME) se queda con una tajada de este pastel. Eso sí, sin dejar ningún rastro, ya que no entregan recibo ni ningún otro documento que deje en evidencia este cobro ilegal a los migrantes, simplemente incluyen a la persona que paga su coima o multa, en una lista que circulan a través de WhatsApp.

Aunque la Ley 761, Ley General de Migración y Extranjería establece una multa de 2 mil córdobas (unos 57 dólares) a los extranjeros que ingresan y salen del país por puestos fronterizos no habilitados, a estos migrantes les cobran 150 dólares por un supuesto salvoconducto que les permite atravesar en país en 72 horas. Ellos pagan, dan su nombre, los anotan y circulan las listas para que en cada retén sepan quien pagó y quien no. Sin dejar rastro.

En la entrada a Ocotal, Nueva Segovia, agentes de Migración retienen a los buses y taxis que transportan migrantes.

Si las personas no tienen esa cantidad de dinero, les queda la opción de hacer el pago a través de un “coyote” que solo cobra un tercio de ese monto y por sus “contactos” con los funcionarios de esa entidad, los incluye en las listas que circulan a nivel nacional. El cobro lo realizan en los puestos fronterizos de Peñas Blancas o Las Tablillas cuando los migrantes ingresan procedentes de Costa Rica. Pero para garantizar que todos paguen, la DGME mantiene retenes en las zonas cercanas a las fronteras con Costa Rica y Honduras.

Dichos retenes cuentan con el apoyo de agentes de la policía y de la Dirección de Operaciones Especiales de la Policía (DOEP), conocidos como antimotines.

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Policía apaña a DGME y el Ejército se mantiene al margen

Mientras tanto los oficiales del Ejército de Nicaragua guardan distancia y silencio. Ellos solo observan, miran pasmosos los grupos nutridos de viajeros de todas las edades, mochilas al hombro, que van y vienen en la zona.

A unos cien metros del puesto fronterizo de Teotecacinte existe un reten del Ejército; por ahí pasan constantemente los buses, taxis y camionetas que trasladan a los migrantes y los dejan en la entrada del puesto fronterizo. Pese al amplio y evidente movimiento de personas que bordean la cerca de malla de las oficinas de migración, para ingresar a Honduras, los oficiales no intervienen.

LA PRENSA solicitó la posición oficial de la institución castrense sobre el tema y su presencia en la zona, pero hasta el cierre de este artículo no habían respondido la consulta.

Sin embargo, en Jalapa y en el puesto fronterizo de Teotecacinte la presencia policial es prácticamente nula. A ellos solo se les ve en los alrededores de la estación policial ubicada en las afueras de Jalapa.

Mientras Honduras suspendió desde el pasado 7 de mayo el cobro de la multa de 220 dólares que según la ley deben pagar los migrantes que entran irregularmente a ese país, Nicaragua recauda diariamente varios miles de dólares, que los migrantes pagan en muchos casos a costa de dejar de comer y tener que dormir en el piso de una terminal de buses expuestos a un sin numero de riesgos.

En Nicaragua no hay cifras oficiales sobre la cantidad de migrantes que cruzan diariamente el territorio nacional en su viaje hacia Estados Unidos. Recientemente el Instituto Nacional de Migración de Honduras confirmó que entre 300 y 500 migrantes ingresan diariamente a su país procedentes de Nicaragua, luego de pasar por Jalapa, la nueva parada obligatoria de las olas de viajeros que ni las inclemencias del tiempo, ni los peligros del terreno, o peor aún, los malos tratos, abusos y cobros ilegales de las autoridades, coyotes o transportistas, las detienen.

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