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A los migrantes cubanos que llegan al país en avión no les interesan las comodidades que ofrezcan el hotel u hostal al que los lleven en Jalapa.

Así es la migración “VIP” de algunos cubanos y su fugaz tránsito por Jalapa

Aunque no hay cifras oficiales, se calcula que unos 300 migrantes cubanos transitan diariamente por Nicaragua en su travesía hacia Estados Unidos. Este es el recorrido de los que aterrizan en Managua para emprender su ruta al norte

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Luciendo trajes veraniegos y sandalias playeras; mujeres de todas las edades con cabellos rubios y tinturados, bien maquilladas, con largas uñas relucientes; hombres con sombreros y dando hondas caladas a cigarrillos o puros; chicos y jóvenes sumidos en el chat de sus Iphone, van desfilando a la salida del Aeropuerto Internacional Augusto C. Sandino.

Llegan desde La Habana, Cuba, en vuelo directo a Managua, Nicaragua. Así directo también es el viaje que emprenden hacia el norte, tras llegar: bajan del avión y se suben a un taxi o vehículo particular que los lleva de Managua a Jalapa, Nueva Segovia, donde continúan su travesía rumbo a Estados Unidos. Para este grupo de isleños, el viaje al “sueño americano” empieza como escena de arribo a unas vacaciones de verano.

Antes que ellos pisen suelo nicaragüense su “guía” tiene todo preparado. El taxi que por 300 dólares los traslada en grupos de tres o cuatro los espera a la salida del aeropuerto y que cuatro o cinco horas después los deja en la puerta de uno de los 12 hoteles u hostales de la ciudad. El servicio es completo y la atención esmerada. El pago lo vale.

Durante el trayecto de los 290 kilómetros de la capital a este municipio fronterizo con Honduras, la única parada es unos metros antes de entrar a Ocotal, cabecera departamental de Nueva Segovia. Allí una unidad móvil de la Dirección General de Migración y Extranjería (DGME) los detiene para verificar que llegaron al país por vía aérea y tienen “vía libre” o si entraron por tierra, y confirmar con estos últimos que pagaron la “multa” de 150 dólares por ingresar de manera irregular. El que no haya pagado y no pueda hacerlo en ese momento, se estrella ahí contra el primer muro que frena su sueño: el que no paga es deportado.

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Dos tipos de migrantes: el que tiene que pagar multa y el que puede pagar coima

Mientras Nicaragua establece ahora diversos mecanismos para cobrar esa nueva “multa” a los viajeros irregulares o regulares —desde noviembre pasado el dictador Daniel Ortega liberó el visado a los cubanos que quieran visitar el país, de modo que todos deberían tener paso libre con su documento de viaje—, también crea una nueva marca de dos categorías de migrantes: los que pueden pagar coimas antes de bajar de un avión y los que deben pagar multas al entrar por tierra.

Por su parte, Honduras desde el pasado 7 de mayo suspendió el cobro de 220 dólares de multa que aplicaba a los migrantes indocumentados para permitirles transitar por ese país y seguir su ruta. En abril pasado, por no tener dinero para pagar la multa catracha, unos 17 mil migrantes de diversas nacionalidades permanecieran varados en Trojes, pueblo cercano a Jalapa.

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Con toda esta información en mano, luego de escuchar consejos de quienes viajaron antes que ellos o las indicaciones de los “guías”, como ellos les llaman a la nueva red de coyotes o traficantes de migrantes que operan en la zona, cada quien toma sus previsiones en cuanto a documentos, dinero y contactos. Tener contactos es clave para avanzar.

Volar ligeros, pero con dinero

Los cubanos que llegan al país vía aérea viajan ligeros, apenas una mochila o bolso al hombro en la que más que cosas materiales de primer uso, cargan ilusiones y altos planes. Uno que otro joven está seguro que en suelo estadounidense hará realidad el sueño de ser artista y alcanzará la fama. Los adultos van confiados en que el trabajo y la prosperidad los aguarda y que así como ahora sus esposas, maridos, padres o hermanos pagan su viaje, pronto ellos harán lo mismo con los miembros de su familia que dejaron en la isla.

Sin embargo, hay algo que les preocupa; aseguran que casi todas las líneas aéreas que operan la ruta La Habana-Managua suspendieron la venta de boletos. Que no hay cupos, que no hay más permisos de vuelo, que no se sabe las negociaciones entre Estados Unidos y Cuba para frenar esta nueva ola de cubanos que abandona la isla… Sea cual sea la razón de fondo, la limitación para comprar el boleto de salida a Nicaragua implica que pronto tocará retomar la ruta vía La Habana-Paraguay y desde ahí empezar a subir por Sudamérica y enfrentar los riesgos que implica el cruce por la selva fronteriza entre Colombia y Panamá, conocida como Tapón de Darién.

De momento toca comprar los boletos que aún están en venta, incluso en reventa y con precios de entre 4 mil y 7 mil dólares por persona, puede ser en vuelo comercial regular o chárter. Conviasa —según el número de contacto para compras desde Nicaragua— ofrece el viaje de ida por 2,100 dólares, pero no hay disponibilidad por ahora, todos sus futuros vuelos están agotados. La frecuencia de dos vuelos comerciales por semana se mantiene en esta aerolínea venezolana, aseguran: cada miércoles y sábado aterrizan cubanos en Managua.

Comprar en línea donde se ofrecen tiquetes desde 500 dólares, pero “eso es regalar el dinero, porque en la mayoría de los casos los vuelos no existen”, dice José, uno de los viajeros VIP, quien pidió solo identificarse así.

A los migrantes cubanos que llegan al país en avión no les interesan las comodidades que ofrezcan el hotel u hostal al que los lleven en Jalapa. Lo único que necesitan es un cuarto para tomar un baño, cambiarse de ropa y dormir unas pocas horas mientras salen rumbo a la frontera con Honduras.

Su estancia en la ciudad no supera las 12 horas y los empresarios han optado por cobrar unos 6 dólares por persona, porque cada grupo toma un solo cuarto. No existe ningún tipo de control, el registro en los hoteles no se realiza y en esa ciudad los viajeros entran y salen sin dejar rastro.

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Coyotes cantan las reglas: silencio, encierro y discreción

“Nosotros no tenemos nada que contar porque nuestro viaje empieza aquí. Hoy salimos de casa, tomamos un avión y solo cuando salgamos de aquí es que empezará la historia de nuestro viaje”, dice Julia, una cubana que viaja elegante con dos hijos adolescentes bien vestidos, su madre, una hermana y una sobrina. Ella asegura que para sus parientes en Estados Unidos fue difícil conseguirles los boletos y que pagaron 7 mil dólares por cada uno, además de los demás gastos por el viaje que queda. Nicaragua es solo la primera parada para llegar a su destino.

En el mismo hotel hay varios grupos: un matrimonio acompañado de su hijo adolescente y un amigo, también un padre con tres hijos y dos sobrinos. En otro hotel una madre con tres hijos adolescentes, su madre y su abuela. No hay límite de edad ni restricciones para emprender la travesía, todo el que puede pagar, viaja.

Este grupo de cubanos evita hablar y se enfocan en prepararse para el viaje que en unas horas emprenderán en carretera. Aunque los “guías” —como ellos les llaman— les aseguran que en siete días estarán en Florida, junto a sus seres queridos, ellos son conscientes de que el viaje puede prolongarse por semanas e incluso meses.

Según habitantes de la zona, los “guías” son nicaragüenses allegados al oficialismo quienes realizan este trabajo de cruzar en vehículo o a pie a grupos de migrantes bajo la vista y paciencia de las autoridades locales. Son los nuevos “coyotes” con el beneplácito del orteguismo.

Es además por indicación de los mismos coyotes que hablan poco, les han advertido que cualquier cosa que digan puede arriesgar su viaje. También les piden permanecer encerrados en los cuartos, pero los constantes apagones que se registran en Jalapa los obligan a salir a las áreas comunes en busca de aire fresco.

En medio de las prohibiciones e incluso quejas de los coyotes que se molestaron por la presencia del equipo periodístico, uno que otro cubano expresó su entusiasmo por el viaje y no faltó el que elogió lo bien que lo trataron a su llegada a Nicaragua. 

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Cubanos que vuelan alto

De lo que nadie se atrevió a hablar es de por qué arriesgarse a esa travesía, ninguno quiso referirse a los motivos que los empujaron a abandonar su país.

Un poblador de la zona que desde hace más de un año está involucrado en prestar ayuda a los migrantes, afirma que los cubanos que llegan en avión “son gente aparte”. Esquivos, se relacionan poco con la gente del lugar. Se limitan a recibir órdenes o hacer peticiones a la persona local con la que su guía los puso en contacto.

A simple vista se nota que no representan al cubano promedio que enfrenta todo tipo de carencias por las restricciones del régimen en la isla. A través de la ropa y calzado muestran su afición por las marcas de moda y por productos suntuosos o prohibitivos para un cubano promedio: joyas, objetos genuinos de costosas marcas o modernos celulares Iphone.

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El simple dato de poder pagar o tener familia que pueda costear un boleto de 4,000 dólares en un vuelo chárter es el primer indicador de lo que dice el poblador de Jalapa, “estos cubanos son gente aparte”.

La mala suerte de Luis

Pero no todos los que van en este grupo tuvieron la misma suerte. Otros, a pesar de tener los recursos no consiguieron un vuelo directo y eso los obligó a hacer parte de la ruta por tierra.

Luis es uno de ellos, asegura que perdió los 1,750 dólares que le costó el boleto que la línea aérea Copa le vendió para viajar de La Habana a Managua. A pesar de realizar el trámite necesario y pagar 60 dólares para obtener una visa de tránsito de Panamá, nunca la recibió. “Ese es un robo que nos hizo Panamá porque es una visa de tránsito que solo sirve para salir de un avión y entrar a otro, pero a muchos nunca nos llega”, lamenta Luis. De Panamá, con el pago de la visa, pero sin el sello, lo regresaron de nuevo a La Habana.

Entonces tuvo que comprar otro boleto para viajar a Paraguay y desde ahí realizar la ruta por tierra hasta Nicaragua. Entró por Los Chiles, pagó la “multa” de los 150 dólares y se trasladó a Ocotal y luego a Jalapa donde se reunió con un grupo de amigos con los que continuará su travesía.

Según Luis, desde Paraguay hasta Jalapa, gastó unos 2,500 dólares, pero confía en que pronto se reunirá con sus familiares en Florida, pues ya sorteó siete países y solo faltan tres: Honduras, Guatemala y México, aunque son los más peligrosos y complejos para los migrantes irregulares.

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¿Cuánto vale ese “viaje tras un sueño”?

Luis, como todos sus compatriotas, evita referirse al pago que le hacen a los “guías” que los llevarán hasta la frontera de Estados Unidos. Pero otros dicen que el precio varía en dependencia del tamaño del grupo, por eso nadie viaja solo, aseguran.

Entre más gente viaja, les cobran menos; la tarifa más baja ronda los 6,000 dólares y puede incluir el traslado de Managua a Jalapa o solamente la travesía de Jalapa hasta la frontera estadounidense. Seis mil lo más barato, sin contar el boleto de avión por el que unos pagan hasta siete mil dólares, aseguran.

Después de su breve paso por Jalapa, a primera hora de la mañana o en otros casos al filo de la medianoche, lujosas camionetas o microbuses pequeños los recogen en los hoteles para seguir su viaje a través del puesto fronterizo de Teotecacinte, ubicado a 20 kilómetros de Jalapa.

Según habitantes de la zona, los “guías” que llegaron de otras ciudades o países para establecer esa ruta eligieron el puesto fronterizo de Teotecacinte porque ahí hay poco tránsito y no piden la prueba negativa de covid-19 ni ningún otro requisito. Por ahí cualquier persona, sin importar su nacionalidad, ni si lo hace por la vía legal o por atajo, en unos pocos minutos cruza la frontera sin problema, y tras caminar menos de 500 metros está en Honduras.

Los cubanos que llegan a Nicaragua en avión cruzan la frontera hacia Honduras en cómodos vehículos con aire acondicionado para evadir el sofocante sol y el calor de la zona. Pero sus compatriotas con menos o mínimos recursos y otros migrantes sudamericanos lo hacen a paso ligero, con temor a ser detenidos por las autoridades nicaragüenses y deseosos de pisar suelo hondureño.

Ya en suelo catracho, a los migrantes que lo necesitan y se reportan con las autoridades, los trasladan a un albergue donde reciben un poco de alimento y resguardo. Pero este grupo de cubanos que hace menos de 24 horas aterrizó en Managua no busca refugio ahí, no lo necesitan. Lo único que ambos grupos comparten es el deseo por salir de Cuba, la satisfacción que experimentan al avanzar y la esperanza de que cada paso que dan acorta la distancia que aún les queda por recorrer para concretar su sueño de abrazar el sueño americano.

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