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Nicaragua: la dictadura en los tiempos del realismo mágico

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Nicaragua se ha convertido en el rincón de Centroamérica, donde la realidad supera a la ficción, el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha decidido reescribir la historia política de Nicaragua con una narrativa que haría temblar al mismísimo Gabriel García Márquez.

La rapidez con la que se ha llevado a cabo la nueva reforma constitucional evoca los misterios de Melquíades, donde lo extraordinario se convierte en norma. En tan solo 48 horas, la Comisión Especial Constitucional dictaminó favorablemente la reforma, y la Asamblea Nacional la aprobó sin debate alguno.

Los diputados apenas tuvieron tiempo de leer la iniciativa, pero eso no impidió que votaran unánimemente a favor.

De copresidenta a coautócrata

El establecimiento de la “copresidencia” no solo refuerza la hegemonía de la pareja gobernante, sino que formaliza una realidad que los nicaragüenses ya vivían: Murillo no es una figura decorativa, es coautora de un régimen despiadado.

En cualquier democracia funcional, esta designación sería objeto de debates y cuestionamientos, pero en Nicaragua fue aprobada sin una sola voz disidente. ¿Y los diputados? Apenas tuvieron tiempo de leer el texto antes de levantar la mano.

La institucionalización del miedo

Quizás el elemento más siniestro de esta reforma sea la creación de la “Policía Voluntaria”, una institución que, en mi humilde opinión, es simplemente una legalización de los grupos paramilitares responsables de la represión de 2018.

Es como si el régimen hubiera tomado prestada la receta del realismo mágico: convertir lo inaceptable en normal, convertir la represión y el abuso en ley.

¿Un modelo exportable?

El impacto de esta reforma no se limita a las fronteras de Nicaragua. La región observa con preocupación cómo Ortega y Murillo han convertido el autoritarismo en un modelo que otros regímenes podrían imitar[1].

Al igual que el coronel Aureliano Buendía, que fabricaba peces de oro en serie, Ortega parece haber encontrado la fórmula para perpetuarse en el poder sin importar el costo humano o institucional.

El costo humano de la farsa

Sin embargo, detrás de las reformas, las designaciones y los discursos grandilocuentes, está la gente. Los nicaragüenses, que cada día enfrentan más restricciones, más miedo, más pobreza y menos libertad, son quienes verdaderamente pagan el precio de este régimen totalitario.

Mientras las instituciones se derrumban, las vidas de miles pasan a condiciones más precarias y de sobrevivencia por la carestía de la vida.

Nicaragua es el nuevo Macondo

La reforma constitucional es simplemente la formalización de un régimen autoritario de facto: una dictadura.

Todas las acciones del régimen han tenido sentido[2]: más de 340 personas asesinadas, más de 2 mil presos políticos, más de 5 mil organizaciones de la sociedad civil han sido clausuradas ilegalmente, más de 300 líderes y activistas de derechos humanos han sido expulsados del país y desnacionalizados, más de 800 mil personas obligadas a exiliarse.

La lista de arbitrariedades y violaciones sistémicas a los DD. HH. es más extensa. Nicaragua es un país donde la disidencia es reprimida y las libertades fundamentales ahora son una ilusión.

En este escenario, la realidad nicaragüense se asemeja cada vez más a una novela de realismo mágico, donde lo absurdo y lo trágico se entrelazan en un ritmo macabro y perverso.

Un llamado a la región y al mundo

La comunidad internacional no puede permitirse observar desde la distancia cómo Nicaragua se hunde más profundamente en el autoritarismo.

Las reformas constitucionales son el equivalente político de un disparo de advertencia: si los países democráticos en la región no actúan, el autoritarismo y las dictaduras podrían expandirse. En América Latina, donde la fragilidad democrática es la norma, no la excepción, el caso de Nicaragua debe ser un llamado de atención para todos.

La ironía de la historia

Como en toda tragedia literaria, la ironía no puede faltar. Ortega y Murillo, quienes en su juventud lucharon contra una dictadura, han tejido un régimen que encarna las peores paradojas de Macondo: una tierra donde las injusticias se aceptan como cotidianas y la memoria de las víctimas se evapora como los peces de oro del coronel Aureliano Buendía.

El futuro de Nicaragua no está escrito, pero en este momento, parece una historia que hemos leído antes. Sin embargo, incluso en Macondo, hubo resistencia.

Es hora de que esa resistencia resurja, no solo en las calles de Nicaragua, sino en las voces de la región y del mundo que no están dispuestas a aceptar que el autoritarismo es inevitable.

El autor es académico y activista en derechos humanos, libertad y democracia. Presidente de la Fundación para el Desarrollo y la Innovación Social.

1. https://nicaraguamemoriajusticia.org/wp-content/uploads/2024/07/Retos-y-Desafios-de-la-democracia-centroamericana.pdf

2. www.nicaraguamemoriajusticia.org


 

 

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