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Urge la oposición política partidaria

No existe en términos realistas una auténtica oposición a Daniel Ortega y su tiranía que ya va rondando los 50 años, ni de la llamada “oposición” de la sociedad civil ni política partidaria. Es hora de crearla. La política se hace con política y sus miembros la practican para llegar al poder, ejercerlo y hacer cambios sustanciales en beneficio de toda la población, como se razona en la derecha liberal o conservadora clásica.

Es lo que debe hacerse con gentes que, por muy insólito que parezca, suelten agallas y hormonas de transparencia, honradez y capacidad administrativa. Ese surgimiento de una nueva clase política, de derecha, liberal, conservadora, contra, de alianzas estratégicas,  de personas sin partido pero creyentes de la democracia y la libertad, de sandinistas sin partido y de nicaragüenses en el exterior, urge. Y mientras más tarde en organizarse, la pesadilla orteguista se prolongará más. Veamos:

Hace pocas semanas, acá en Miami me encontré con un conocido exministro de uno de los gobiernos de transición, quien me hizo un comentario sobre uno de mis últimos artículos sobre el fracaso de la oposición financiada, argumentando que el mismo “fue muy duro” y que prácticamente estaba dando a entender que dicha oposición era mercenaria y que artículos como ese solo beneficiaban a Ortega y a su régimen. En términos respetuosos pero firmes  le aclaré que jamás mi intención es alegrarme de los entuertos  de otros, y que mis propósitos, por el contrario, eran  esfuerzos, limitados claro está, en contribuir al proceso de reconstrucción de la democracia desde mi posición política y periodística.

Hechos como este ocurren con frecuencia y en mi caso no es la primera vez. Sucede que existe una vieja zancadilla que cuando alguien critica a quienes provienen del sandinismo ahora vegetariano, por la enorme hemorragia de sus olvidos cuando fueron kupia kumi en torno a la desinflada revolución en una sola fuerza, la de la nomenclatura del partido sandinista, tratan de descalificar dichas críticas señalando que las mismas “solo favorecen a Ortega”. Lo que en realidad no es así, resultando ser estas  patrañas para tratar ellos de limpiar sus errores políticos pasados y presentes, y de paso calumniar y tildar de “sandinistas” a quienes les dicen las verdades en sus caras.

Y lo que es peor, sectores de la derecha (de la mala, por supuesto), aliados a estos, como ha ocurrido con el defenestrado grupo Monteverde en Costa Rica, al que pertenecen algunos, pero todos ocultando sus identidades, como quedó evidenciado en Miami recientemente en una reunión casi secreta que resultó en otro fracaso más. Es por razones como estas que se les hizo difícil crear una oposición a Ortega, la cual solo ha existido en sus mentes pensando que van a derrotarlo contando únicamente con los batallones (vacíos) de sus miembros así como de la abultada cooperación internacional de Estados Unidos, que, según se dice en medios periodísticos, ya supera los 160 millones de dólares, esto sin contar con la proveniente de  Europa.

Pero si estos señalamientos demuestran que no pudieron agrupar una fuerza opositora coherente, beligerante y creativa, es más significativo aún preguntar con qué bases sociales contaban o  cuentan esos sectores de la llamada oposición.

Y por último, aunque reniegan algunos de estos, han marginado a las bases y sectores populares que tradicionalmente han representado la continuidad y garantía del voto electoral, siendo hasta ahora que algunos de dichos “líderes” se autodeclaran liberales y empiezan a hablar de partidos políticos, pero siempre desde sus majestuosos discursos turísticos dirigidos a nadie.

Ante esta dura realidad —que también incluye, lamentablemente, cierto  desplome de la política exterior de Estados Unidos hacia Latinoamérica y en este contexto hacia Nicaragua—, se vuelve justa y necesaria la creación de nuevos partidos políticos, dentro y fuera del país, para una batalla electoral venidera, quizás la única salida a la crisis.

Hay que recurrir a las viejas resistencias surgidas en los sistemas totalitarios, en las guerras mundiales, retomar las experiencias de los países que se desprendieron de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y de algunas naciones asiáticas y africanas, que han surgido incluso económicamente con el aporte de nuevos partidos; hay que retar políticamente a Ortega, demostrarle que no se le teme, que se le enfrenta, hay que jugarse el pellejo y hasta la vida si es necesario.

No olvidemos  el caso del dirigente liberal  Ramiro Sacasa Guerrero, quien logró en medio de la ramplonería chabacana y el verticalismo sandinista, en 1981, en el Consejo de Estado, negociar con estos, a sabiendas de las críticas y señalamientos peyorativos en su contra, la personería del Partido Liberal Constitucionalista (PLC), logrando obtenerla ese mismo año, pues en política, como decía Giulio Andreotti, “no desgasta el poder, lo que desgasta es no tenerlo”. Entonces si se piensa en una nación libre y democrática, hay que luchar por ese poder. 

El autor es poeta y periodista, exiliado en Estados Unidos. Presidente del Partido OPA, libero conservador clásico de derecha.

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