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La sabiduría de Lord Acton

Lord Acton, liberal católico, de origen inglés, aunque nacido accidentalmente en Nápoles en 1834, es conocido en el mundo entero por su archiconocida frase: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.

Él siempre albergó una profunda desconfianza de los poderes conferidos al Estado, ya sea en regímenes autocráticos como democráticos. Las advertencias de Acton sobre los peligros del poder provienen de sus convicciones católicas sobre la naturaleza del hombre: un ser caído a consecuencia del pecado original, e inclinado, por tanto, al pecado o al mal. Si bien esto no impide reconocer la existencia de personas íntegras y hasta heroicamente buenas, esta realidad enseña que nunca debe perderse de vista que hasta los más santos pueden ser derribados, al menor descuido.

Por las tentaciones, que siempre acechan (el diablo, decía San Pedro, nos ronda como león rugiente buscando como devorarnos). Todos tenemos pies de barro. Esta concepción del hombre, de origen teológico pero corroborada por la experiencia, tiene consecuencias directas sobre el pensamiento político.

La más importante es evitar darle a cualquier hombre, o al estado, demasiado poder. Las razones abundan. Uno de los primeros efectos del poder es aumentar en quienes lo detentan sus facultades para hacer el bien o el mal; sus capacidades de doblegar voluntades, arruinar adversarios y amasar privilegios, el enriquecimiento ilícito ha sido una de las plagas más recurrentes de los gobiernos latinoamericanos.

Simultáneamente, el ser y sentirse importante puede inflar el ego o la soberbia de quienes mandan, más aún cuando suelen reciben la adulación e incienso de quienes les sirven o buscan sus favores. Claro está que los efectos corrosivos del poder dependen, en gran parte, del grado en que lo ostenten sus titulares, así como de su temple moral.

Hay sociedades donde el gobernante enfrenta muchos frenos institucionales y culturales, incluyendo la crítica de la prensa libre. En este caso es más difícil, aunque nada imposible, que se pervierta o corrompa. Pero también hay otras donde los frenos son flojos e incluso inexistentes. El caso extremo es el del poder absoluto. Al esfumarse los límites que antes imponían cierta moderación y humildad, la soberbia se agiganta y los instintos o inclinaciones egoístas suelen desbocarse. El poder actúa entonces con toda su fuerza corruptora y seductora.

Las riquezas seducen. Los placeres también. Pero pocas cosas seducen más que el poder absoluto. Esta fue la tentación que experimentaron Adán y Eva cuando la serpiente les ofreció ser como dioses si desobedecían la prohibición divina. Fue lo mismo que ofreció satanás a Jesús en el desierto: “Todos estos reinos serán tuyos si me adoras”. La tentación de ser como dioses afecta a todo el género humano. La cultura moderna, con su relativismo que niega la existencia de normas morales universales de obligatorio cumplimiento, invita a todos a ser como dioses; creadores totalmente autónomos de sus propias reglas morales.

Los poderosos experimentan de forma particular esta tentación en el afán de ser obedecidos o decidir el destino de los pueblos, y cuando disfrutan el placer de ser de ser temidos y reverenciados. Irónicamente, cuando caen en ella, el poder adquiere poder sobre los poderosos. Actúa entonces como droga adictiva, pues probadas las delicias de ser como dios, es muy doloroso bajar del pedestal.

Las advertencias de Lord Acton sobre los peligros del poder podrían ser ignoradas si los hombres fuesen ángeles. Pero no lo son. La historia contemporánea ha corroborado las consecuencias de no tomarlas en serio. El marxismo, al considerar que el egoísmo del hombre no es producto de su naturaleza sino de los sistemas de explotación, concentró sin medida el poder produciendo las peores dictaduras del siglo XX.

Desconfiar del hombre es ser realista. Diseñar sistemas políticos que no le den mucho poder, es ser sabios.

El autor  es sociólogo e historiador, fue ministro de educación y es autor del libro de historia Buscando la Tierra Prometía (Nicaragua 1492-2019) disponible en librerías y en Amazon.

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