La hija de la dirigente opositora Tamara Dávila tiene cinco años y llora todos los días desde el 12 de junio cuando la Policía entró a su casa, se llevó a su mamá y desde entonces no la ve. Pregunta dónde está y aún no entiende por qué no puede dormir con ella por las noches. La casa de Dávila, quien es miembro de la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB), fue allanada hace doce días. Ahí estaba su hija y otras tres mujeres.
Ana Lucía Álvarez, hermana de Tamara, contó que su sobrina había estado fuera de la vivienda días anteriores por el riesgo de que Dávila fuera detenida, pues el régimen orteguista ya había iniciado la ola de detenciones en contra de los líderes opositores —y que hasta este 24 de junio ya son 20 personas las arrestadas—.
“La niña llegó a la casa para estar con su mamá y la Policía aprovechó este momento para entrar, porque no es cierto que la Policía no tenía conocimiento. Tamara estaba siendo vigilada, hostigada, perseguida 24/7 desde hace tres meses, entonces la Policía sabía que la niña acababa de entrar a la casa y en ese momento decidieron entrar”, relató Álvarez.
En el operativo participaron unos 60 antimotines a bordo de cinco patrullas y con armas de guerra, además de paramilitares en cuatro motos, contó Álvarez. Entraron con “uso excesivo y desproporcionado de la fuerza” y sin una orden de allanamiento y durante un fin de semana, pasadas las 8:00 de la noche.
Tamara pudo avisarle a su familia que los policías habían llegado a su casa y a través de cámaras de vigilancia, estos pudieron observar el momento cuando los agentes estaban en la puerta. Mientras ocurría el allanamiento, según la hermana de Támara, un miembro de la familia se acercó a la vivienda y logró convencer a los antimotines de que le permitieran entrar y sacar a la niña. “Es un trauma, la niña estaba ahí cuando ellos entraron, tuvo que salir mientras la Policía estaba allí con ese despliegue policial, entonces ella vio toda esa militarización”, afirmó Álvarez.
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El hijo del precandidato presidencial Miguel Mora también estaba en la vivienda cuando la Policía llegó a detener a su papá el pasado 20 de junio. El arresto se dio también por la noche. Miguelito, de 20 años y con parálisis motora, había sido llevado a la cama por su mamá Verónica Chávez mientras su papá permanecía en la sala, cuando se escuchó un estruendo: era la Policía irrumpiendo en la vivienda para capturar a Mora, también periodista.
Según el relato de Chávez, su hijo estaba muy asustado y ella le suplicó a los policías «que dejaran la violencia, que tuvieran misericordia de un niño con discapacidad”. Además les advirtió que si el joven convulsionaba por la violencia con la que llegaron a la vivienda, los responsabilizaba de lo que le pudiera pasar. Mora también les dijo a los oficiales que no era necesaria la violencia, que él estaba ahí y que en la casa había un niño con discapacidad y que por lo menos respetaran eso. Nadie los escuchó.
Los operativos nocturnos del régimen son cada vez más frecuentes. Así también fue arrestado el pasado 21 de junio Miguel Mendoza. En la vivienda estaban su hija de siete años y su esposa Margin Pozo.
Pozo expresó este miércoles que la menor ha llorado por su papá. “Me parte el corazón mi hija. Lo extraña. Siempre le dice que es el amor de su vida. Me pidió que la grabara para enviarle un mensaje. La presentación que realizará en su colegio es para festejar el Día del Padre (este miércoles 23 de junio). A veces no encuentro palabras para consolarla”, dijo.
Ella llegó este miércoles a la Dirección de Auxilio Judicial, conocida como nuevo Chipote, a preguntar si su esposo se encontraba ahí. Le dijeron que sí estaba, pero no le dieron más información. “Mi hija de siete años ha pasado momentos de angustia preguntando por su papá”, expresó a los medios de comunicación.
“Mi hija tiene pánico a los policías desde el año 2018”, aseguró y agregó que pidió a los policías que llegaron a allanar su vivienda que “fueran humanos” porque su niña estaba dormida. “Gracias a Dios no nos maltrataron, revisaron cada parte de mi casa, de los cuartos”.
Suyén Barahona, presidenta del partido Unamos (antes MRS), fue detenida el 13 de junio luego de un allanamiento policial. En su casa se encontraban su esposo y su hijo de siete años. “Él pregunta cada noche por ella, dónde está mamá, por qué no viene, es un momento difícil… ¿qué le puede decir uno?”, dijo César Dubois, el esposo de la dirigente política, a las afueras del nuevo Chipote este miércoles.
En condición de desaparecidos
Además del sufrimiento de los hijos e hijas por no tener a sus padres o madres con ellos, y por la violencia de la que fueron testigos, los familiares de estos también viven días de angustia y zozobra, pues desde que fueron capturados por la Policía orteguista no los han podido ver, por lo que reconocen que su condición es de desaparecidos. Ni los abogados han podido tener contacto con los presos.
Ana María Chamorro, hermana del precandidato presidencial Juan Sebastián Chamorro, viaja casi todos los días al Chipote para llevarle víveres. Lo hace desde el pasado 9 de junio, un día después que la Policía capturó a su hermano bajo investigación de la Ley 1055 por supuestamente “realizar actos que menoscaban la independencia, la soberanía y la autodeterminación”.
Aunque no está segura de que él esté ahí, porque no le han permitido verlo desde entonces, acude en los horarios habilitados para llevarle alimentos y artículos de aseo personal. Chamorro aseguró que los primeros dos días le recibieron los alimentos, pero después les dijeron que ya tenía comida y que no le llevaran nada. Desde hace dos días solo les han estado aceptando agua. Esta información es la misma que le han brindado a los familiares de los otros detenidos.
“Todo depende lo que diga la orden del día. Es cansado, pero aquí seguimos en la lucha, aquí vamos a estar”, dijo la hermana del precandidato opositor.
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Sobre el día de la captura, Chamorro dice que en la vivienda solo estaban Juan Sebastián y su esposa Victoria Cárdenas. Su hija, de 18 años, había sido trasladada a un lugar seguro ante el riesgo de la detención de su padre, al igual que los trabajadores, “pues también sabemos que se los llevan, pero sí se llevaron al guarda de seguridad del lugar y lo tuvieron cuatro o cinco horas secuestrado mientras todo sucedía”.
Ese día, según relató Cárdenas a su cuñada, llegaron unas seis patrullas a la vivienda y los oficiales intentaban romper el portón metálico. Como no pudieron, se subieron a los muros e ingresaron a la vivienda. “En ese momento mi hermano vio la violencia con que venían y él antes de que llegara la Policía se arrodilló y dijo: ‘aquí estoy’. Él no se estaba corriendo, él no se estaba escondiendo ni nada, él estaba en su casa”.
La hija de Chamorro extraña a su papá y ha estado pendiente de él. Está “afectada, pero muy fuerte, somos una familia bien fuerte y esto no nos va a doblegar hasta que lo saquemos, hasta que lo miremos libre”, señala la hermana del opositor.
«Él lloraba mientras los policías allanaban la casa»
Doña María Céspedes, esposa de Walter Gómez, extrabajador de la Fundación Violeta Barrios de Chamorro (FVBCH) que fue detenido por la Policía, lleva 28 días sin poder ver a su esposo. Recuerda que el día que los uniformados llegaron a allanar su casa, su niño de 12 de años se asustó mucho y comenzó a llorar. A los oficiales no les importó ver cómo el menor presenciaba la captura violenta contra su padre.
«Él estaba en casa el día que se lo llevaron (a su padre). Estaba muy asustado y comenzó a llorar. Días después él preguntaba porqué los policías habían entrado de manera violenta, que él sabía que su papá no había hecho nada malo y que podían hacerlo sin gritar y golpear las puertas y ventanas», relató la esposa del detenido.
El secuestro de Gómez ocurrió el pasado 28 de mayo en horas de la noche. Ese mismo día la Policía también secuestró a Marcos Fletes. Ambos fueron señalados por el supuesto delito de lavado de dinero junto a Cristiana Chamorro. Días antes, la precandidata presidencial denunció que los antiguos colaboradores eran acosados por paramilitares.
«Él lloraba mientras los policías allanaban la casa y se quedó a mi lado todo el tiempo, hasta que unos amigos vinieron a buscarlo y así es como logra salir y comunicarle a su hermana mayor, que estaba fuera de la casa, lo que había pasado», remembró doña María.
A casi un mes del secuestro, María comenta que tratan de mantener distraído al menor. «Él continua con sus cursos y clases, intentamos mantener su rutina lo más que se pueda, pero siempre extrañando mucho a su papá y esperando a que regrese pronto».
