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Así de dura era la vida en Bilwi antes de Iota y Eta. Cejudhcan: “Hay caos en todas las comunidades y barrios del Caribe Norte”

La miseria se profundiza en el Caribe Norte a medida que esperan ayuda estatal tras casi una semana del azote de Iota y Eta. El relato de tres familias reflejan la dura realidad en las zonas marginadas del Caribe, donde urge ayuda internacional, privada y del Estado.

Antes de que los huracanes Eta y Iota impactaran la ciudad caribeña de Bilwi, los barrios y comunidades de esta ciudad ya vivían condiciones de pobreza por la falta de trabajo que impera en la zona, situación que amenaza con empeorar tras el paso de estos dos fenómenos naturales, que arrasaron con lo poco que tenían estas familias, que sobreviven principalmente de una agricultura y la pesca atrasada y donde la ausencia del Gobierno central es visible.

Josefa Wilson Barrs es una señora, de 70 años, que refleja esta dura realidad, que también enfrentan muchos habitantes de este municipio, capital de la Región Autónoma del Caribe Norte. Ella vive en la comunidad El Cocal -un caserío donde la mayoría de viviendas son hechas de tambos y tablas de madera rodeadas de árboles- desde que tiene conocimiento.

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En este último año como en muchos otros, -según cuenta- ella y su familia, conformada por cuatro personas, han sobrevivido gracias a la pesca, una actividad económica propia de esta ciudad caribeña y gracias a los frutos que le daban los tres árboles que habían en su terreno: mamón y melocotón.

“En la mañana salía mi nieto (28 años) y mi hijo (48) a pescar para conseguir, mientras yo me quedaba lavando ropa y a veces cuando estos palitos daban frutos salía a vender mamones y melocotones; mi nuera daba clases y así sobrevivíamos”, cuenta.

Esa situación empeoró cuando a finales de octubre, antes de que ambos huracanes tocaran tierra, su principal sostén, su hijo, tuvo un accidente durante una actividad comunal donde sufrió quemaduras, por lo que aún se encuentra hospitalizado al cuido de su esposa. “Él era el que me ayudaba”, dice, mientras se cuestiona “¿Ahora quién les va a ayudar?”.

Aunque asegura que con mucha dificultad la pesca y la venta de frutas “nos han dado de comer” durante mucho tiempo, con la situación de miseria y destrucción que ocasionaron el paso de los dos huracanes en Bilwi, “ahora solo comemos un tiempo”, dice.

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“La situación antes de los huracanes estaba mal y ahora peor está. Aquí en el barrio como me conocen me dan mis centavitos, que 20 pesos; los mismos vecinos a veces me dan un cafecito con pan y con eso pasamos”, lamentó la señora.

De su vivienda que ya estaba deteriorada y que medía unos 20 metros de ancho por 20 de largo, quedó completamente destruida por el paso de Eta y Iota. Por las noches, Wilson duerme en una casetita de madera improvisada a un costado de su terreno.

“Ahora no me resulta nada”

Un situación similar la vive Venancius Spelmans Lens, un señor de 69 años que padece de parkinson y que vivía solo en una pequeño ranchito de madera ubicado en la comunidad El Cocal, de lo que solo quedaron los tambos sobre los cuales estaba construido y un puñado de tablas sobre el suelo.

“El primer huracán no lo botó, pero ya el segundo que vino fue que se me destruyó mi ranchito. No pude hacer nada, solo vi caer mi ranchito y salí corriendo a donde los vecinos a que me ayudaran con posada para no morir”, expone, en referencia a una vivienda de concreto ubicada a unos 25 metros de su humilde vivienda.

Spelmans, de rostro marcado por el sol y su edad, de voz entrecortada y con la mirada cabizbaja, cuenta que previo a su enfermedad se desempeñaba como mecánico automotriz, pero por su condición médica perdió su empleo desde hace 19 años.

No obstante, con la ayuda de personas que conocen su trabajo, asegura que sobrevive de “algunos trabajitos de reparación de carro, el sistema eléctrico y así me regalaban unos centavitos”.

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Ahora, tras el paso de Eta y Iota, “ahora nadie ha venido y no he podido trabajar, no tengo que comer, pero gracias al Señor que todavía tenemos”.

“Solo quiero pedir una ayuda, aunque sea unos cinco pliegos de zinc para por lo menos tapar mi ranchito y poder dormir, porque mis vecinos me han estado ayudando con darme donde dormir y a veces un tiempo de comida porque no puedo trabajar, nadie me da trabajo y no tengo mis medicinas”, lamenta el señor.

“El gobierno no nos ayuda”

En la comunidad de Lamlaya, ubicada a tres kilómetros y medio al sur de Bilwi, vive Joyce Hemphris McClean, una mujer de 48 años de edad que tiene más de 15 años de habitar en esa comunidad.

Antes de que Eta y Iota destruyeran su vivienda, sobrevivían de “rumbitos” que hacía su esposo para llevar la comida a su hogar. Pero a finales de octubre, este fue operado de un tumor en la cabeza y dejó sin ingresos a su familia. “Él está donde sus familiares en otro barrio de Bilwi en reposo”, sostiene Hemphris.

Desde entonces, junto a sus cuatro hijos se dedican a buscar alimentos como yuca, plátanos y otras legumbre en huertas de la zona. Otras veces corren con suerte y los vecinos de la comunidad les regalan “un poquito de comida”.

“Ahora con el huracán la situación es más difícil, las huertas están llenas de fango, no hay luz y la casa está sin techo”, lamentó Hemphris.

La mujer de 48 años no sabe hasta cuándo podrá reparar su casita “porque no hay dinero ni trabajo” y, aunque guarda las esperanzas de que el gobierno le ayude con al menos zinc para su vivienda destruida, está clara que “el gobierno no nos ayuda en nada”.

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Durante el paso de Iota, ella y sus hijos se vieron obligadas a refugiarse en un albergue, en la Escuela Normal Gran Ducado de Luxemburgo, pero asegura que “me tuve que venir al día siguiente porque se me podían robar lo poco que quedó de mi casa”.

Cejudhcan: estamos amenazados

Según Juana Bilbano, directora del Centro por la Justicia y Derechos Humanos de la Costa Atlántica de Nicaragua (Cejudhcan), las afectaciones leves que sufrieron las comunidades y barrios de Bilwi y otros municipios del Caribe Norte por el huracán Eta, pero con el ciclón Iota “el impacto se amplió y la situación de pobreza se triplicó de como estaba antes de los huracanes”.

“Si la gente ya vivía una situación de pobreza, ahora es catastrófico, es una emergencia que no está siendo atendida. Las autoridades no tienen la capacidad de cubrir todos los daños, necesitan el apoyo de organizaciones, pero a nosotros no nos dejan llevar comida, ayuda, ropa, porque estamos siendo amenazados”, expuso Bilbano, quien agregó que tampoco han tenido espacios en las radios locales para denunciar la situación que vivian muchas familias del Caribe Norte.

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Para Bilbano, aunque en los barrios y las comunidades de Bilwi la situación es caótica, las condiciones en los albergues es mucho peor, porque asegura que “la gente no está siendo atendida, la ayuda está siendo centralizada y los niños y ancianos de las comunidades como Halover, Wounta Bar, Wawabar y Cayos Miskitos se están muriendo de hambre”.

Aseguró que al menos en los barrios y comunidades, “abandonadas por el gobierno”, han podido llegar de forma directa a ver la situación de falta de alimentación que viven los pobladores, pero en los albergues, se les impide el acceso.

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“En la comunidad de Andris, en el territorio de Wangki Maya, nos informaron que un anciano murió en un albergue, pero no hemos confirmado su nombre y apellido. Nuestros defensores de las comunidades están siendo amenazados para que la información no se sepa, pero hay caos en todas las comunidades y barrios del Caribe Norte”, detalló Bilbano.

Especulan precios de productos

Otra de las situaciones que hacen más vulnerable a las personas que han sido afectadas por Iota en Bilwi es el encarecimiento de los productos de primera necesidad como el arroz, los huevos, el aceite y los materiales de construcción.

Según Wilson Barrs, algunos comerciantes han incrementado los precios del arroz y los huevos, con lo que por lo menos puede comer, tras el paso del último huracán.

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“Todo ya subió de precio. El arroz que antes valía 12 córdobas la librita, ahora vale 20; los huevos que valían cinco pesos, ahora está a 10; el pan estaba a dos pesos, ahora está a tres bollitos por 10; la vida aquí está difícil y sin dinero, peor”, lamentó la señora.

Otro ciudadano del barrio El Cocal, identificado como Manuel Allen, indicó que la especulación de precios en los comercios se da “cada vez que pasa un problema”.

“Vino el coronavirus, disparó el precio, con el Eta, se volvió a disparar y ahora con el Iota, otra vez se subió; la gente se está aprovechando. Con 20 pesos que compras en Managua aquí no vale nada”, cuestionó Allen.

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Allen, de 40 años, señaló que los comerciantes atribuyen el incremento de los precios a la crecida del Río Wawa, donde funciona la barcaza que transporta los productos que llegan a Bilwi.

“Qué es lo que dicen ellos (comerciantes): tenemos que pagar el transporte de el lanchón. ¿Y quién paga ese precio? El pueblo lo paga. ¿Quién los regula? Nadie los regula”, lamentó Allen.

Josefa Wilson Barrs mira contristeza lo que quedó de casita por el huracán Iota. LAPRENSA/Julio Estrada

Cuestionan entrega de láminas de zinc

Desde el viernes 20 de noviembre, cuatro días después de los embates del huracán Iota en Nicaragua, la vocera del régimen orteguista, Rosario Murillo, informó que se están haciendo llegar un total de 130 mil láminas de zinc y 3 mil 500 cocinas con tanques de gas “a las familias afectadas de Rivas, Nueva Segovia, Madriz, Matagalpa, Las Minas y Caribe Norte”.

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No obstante, los pobladores de los barrios más afectados de Bilwi, como El Cocal, El Muelle, Guililandi, Libertad, entre otros, han asegurado que estos materiales están siendo entregados de forma sesgada y solo a los allegados del gobierno.

“Tengo días que pasó (el huracán) y no ha venido nadie a visitarme. Han mandado zinc, han venido a hacer censo para que nos ayuden a la gente que necesitamos, pero los encargados se quedan con la ayuda y solo se lo reparten entre ellos, Taya Nani les dicen, que solo a los familiares de ellos (allegados al gobierno) les dan”, cuestionó Josefa Wilson, de El Cocal.

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Por su parte, Allan McCain, del barrio El Muelle, uno de los barrios con más destrucción causada por Iota, cuestionó que pese a haber sido enlistado durante un censo realizado en el barrio “ahora me salen con que no estoy en la lista”.

“Aquí el gobierno nos tiene abandonados, a los que ellos quieren les dan 15 láminas de zinc, a otros que de verdad lo necesitan con urgencia porque perdieron todo los hacen a un lado. No solo zinc necesitamos aquí, también queremos agua, comida, ropa, que no tenemos porque no hay cómo trabajar”, cuestionó McCain.

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