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Policía Sandinista se llamaba oficialmente en los años ochenta del siglo pasado, porque fue creada en 1979 con la revolución sandinista. Policía Nacional se comenzó a llamar en los años noventa, cuando doña Violeta Barrios de Chamorro derrotó a los sandinistas, porque en 1992 empezó un proceso de profesionalización de la institución. Ahora se le llama Orteguista.
El “apellido” de la Policía nicaragüense ha sido muy importante en los últimos 40 años de la historia de Nicaragua. “Por el bien de todos, Policía Sandinista”, decía un lema de la institución en los años ochenta. Una fuente interna de la Policía explica que ese lema era genuino, representaba verdaderamente las intenciones de los policías de la época, pero el problema estaba en el concepto de ciudadano que se tenía. Ciudadano era el que comulgaba con las ideas de la revolución sandinista. Quien no, “era un paria”, dice la fuente.
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En la actualidad, aunque en la ley se llama Policía Nacional, en la práctica se trata de un cuerpo policial “orteguista”, porque responde a los intereses de la dictadura Ortega Murillo, explican defensores de derechos humanos, periodistas, abogados y policías activos y en retiro, quienes han visto cómo casi 14 años de profesionalización de la Policía “se fueron al trasto” casi inmediatamente después de que Daniel Ortega regresó al poder en 2007.
El acabose ocurrió en abril de 2018, cuando, “frustrados”, muchos policías en retiro que habían impulsado la profesionalización vieron a una Policía totalmente alejada del pueblo y plegada a la dictadura. “A eso no se le puede llamar Policía”, dice uno de ellos.
Origen guerrillero
Desde 1925, la Guardia Nacional había realizado las funciones de ejército y de policía en Nicaragua. Pero ese cuerpo armado llegó a su fin el 19 de julio de 1979, cuando los sandinistas asumieron el poder.
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Inmediatamente se comenzó a formar una nueva policía, lo cual tomó forma el 5 de septiembre de 1979.
Un fuente interna de la Policía, que fue fundador de la misma, explica que los sandinistas formaron la institución alrededor de elementos destacados en la guerrilla sandinista que luchó contra Somoza y pusieron al frente a uno de ellos, René Vivas Lugo.
También estaban David Blanco, Marcos Somarriba (fallecido en accidente), Evaristo Vásquez, Carlos Duarte, Edwin Cordero, Ana Julia Guido, Orlando Aguilera, Carlos Palacios, Roxana Rocha, su hermano Horacio Rocha y Fernando Borge, entre otros.
“(La Policía) es nacida de un movimiento guerrillero, que tuvo honores en la guerra contra Somoza y llevaba con orgullo el apellido sandinista. Los primeros policías fueron guerrilleros y colaboradores de la lucha (antisomocista)”, dice la fuente. Los primeros graduados fueron 132 y al final de 1979 había más de 12 mil miembros en la institución.
Otro fundador de la Policía dice que al principio no había preparación. “Se limitaba el trabajo a la captura de delincuentes y había muchos maltratos porque ese era el espejo de lo que se había quitado (la Guardia Nacional)”, explica. Los panameños, que tenían formación militar, fueron los primeros en entrenar a la policía nicaragüense. Para 1980 llegaron también asesores cubanos.
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El actual secretario de la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH), Marco Carmona, dice que él ha revisado los informes del organismo de los años ochenta y se ha encontrado que existían grandes cantidades de denuncias en contra de la Policía Sandinista, especialmente de torturas.
La mano del partido Frente Sandinista (FSLN) era omnipresente dentro de la Policía. Más bien, la Policía era como un brazo armado de ese partido. Los jefes policiales se escogían según tuvieran méritos guerrilleros o políticos, explican policías fundadores.
Existía dentro de la Policía el Comité Partidario Intermedio (CPI), que lo conformaban los mandos medios policiales con los jefes políticos del partido. Y también estaba el Comité de Dirección Partidaria (CDP), que lo integraban el jefe de la Policía, René Vivas, y el ministro.
Más abajo, estaban los comités de base. Era la estructura básica del partido. Y a ellos pertenecían casi todos los policías.
A esta policía de los años ochenta poco se le puede tachar de “represora”, explican policías activos y en retiro, porque ese papel, el de perseguir a los opositores al régimen sandinista recaía en otra dirección del Ministerio del Interior (Mint), dirigido por Tomás Borge: la Dirección General de Seguridad del Estado (DGSE), liderada por Lenín Cerna.
Elízabeth Romero es muy conocida entre los policías porque desde 1988, hasta el año pasado 2019, le dio cobertura periodística a la Policía. Ella recuerda esos primeros años así:
“La Policía de esa época, como una Dirección del extinto Ministerio del Interior, tenía como función la seguridad pública y prevención del delito, pues el Mint tenía sus propios aparatos de represión y por tanto el quehacer de la Policía estaba separada de la Seguridad del Estado”.
Otro fundador de la Policía indica que la institución en los años ochenta funcionaba en un contexto de guerra, pero aún así tenía mucha vigilancia social encima. La gente denunciaba los abusos, los cuales existían porque la Policía también podía sancionar.
¿Qué hacemos ahora?
Un grupo de policías totalmente partidizados, plegados totalmente al FSLN, al punto que en sus uniformes pantalón verde olivo y camisa caquis, usaban los broches del partido, llegaron a 1990 y se encontraron con que su partido pierde el poder en elecciones.
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“Algunos comenzaron a salirse. No quisieron quedarse bajo el mando de un gobierno de derecha, pues había mucha incertidumbre”, dice uno de los fundadores de la Policía.
“Hubo discusiones muy fuertes sobre ¿qué era ser policía y qué se debía hacer? Uno de los que no quiso quedarse con el nuevo gobierno fue Róger Cabezas, que era jefe de Tránsito y había sido sindicalista de conductores”, dice otro fundador de la institución.
Con el nuevo gobierno se cambiaron el uniforme y el nombre de la institución, que empezó a llamarse Policía Nacional y utilizó el ahora conocido uniforme azul y celeste.
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Los años 1990 y 1991 fueron de mucha confusión entre los policías. Cuando el FSLN empezó a hacer asonadas contra el nuevo gobierno, algunos jefes policiales lloraron después de regresar de desalojar a los simpatizantes sandinistas que se tomaban las calles o las instituciones públicas, recuerda un exjefe policial.
Un caso relevante fue el asesinato en septiembre de 1993 del subcomandante Saúl Álvarez Ramírez, quien fue herido de muerte cuando impartía órdenes desde un boulevard de la Carretera Norte para despejar la importante arteria de Managua, mientras turbas sandinistas realizaban disturbios. Un policía sandinista había muerto producto de disparos de un sandinista.
Un expolicía indica que durante el gobierno de doña Violeta pudo haberse derramado mucha sangre, pero el nuevo gobierno prefería hacer las cosas “a bajo costo”, es decir, sin mucha violencia. Y eso facilitó la labor de la Policía. “Otra cosa hubiera sido con Arnoldo Alemán, que en ese entonces era más radical”, explica la fuente.
Una de las fuentes internas de la Policía indica que, “aunque muchos no quieran aceptarlo”, alguien que ayudó mucho a que se superara la crisis de pasar del sandinismo a la derecha en el Gobierno, fue el jefe del ejército, Humberto Ortega, quien prohibió dentro del cuerpo castrense la “discusión partidaria”, lo que le valió fuertes críticas del sandinismo.
Los policías “se fijaron en ese espejo” y comenzaron a acoplarse a la idea de una profesionalización y a alejarse del partido FSLN. Pero eso no lo olvidaron en el FSLN y le comenzaron a “pasar factura” a muchos policías.
Fue también para 1990 cuando desapareció la Seguridad del Estado y muchos de sus integrantes, de acuerdo con su escogencia, pasaron a la Policía Nacional. Uno de ellos recuerda la periodista Elízabeth Romero, fue uno de los jefes policiales recientemente sancionados por Estados Unidos, el actual jefe de la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ), Luis Pérez Olivas.
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“El hecho de que Pérez Olivas no figure en público y prefiera permanecer aparentemente a bajo perfil es propio de los miembros del área donde se formó, la dirección de Operaciones de la Seguridad del Estado durante la década sandinista, ubicada en las instalaciones del Chipote antiguo y a cargo de Óscar Loza”, explica Romero.
Un agente de la Seguridad del Estado que sería importante para la Policía tiempo después, fue Néstor Moncada Lau, quien llegó a la Policía antes de 1990. El gobierno de doña Violeta lo sacó de la institución por su vinculación con el asesinato de Jorge Salazar.
La Policía Nacional también fue engrosada por unos 500 excontras, según acuerdos alcanzados con el gobierno de Barrios de Chamorro.
Reinaba la desconfianza
Los policías consideran que la profesionalización de la Policía empezó en 1992, cuando salió de la jefatura René Vivas y asumió el nuevo jefe Fernando Caldera.
“Caldera se casa con una policía apartidista y se rodea de cuadros. Uno de ellos es Franco Montealegre, que venía de ser asistente de Tomás Borge, pero que era muy ético, humilde y tenía mucho prestigio. Era integral. Caldera lo llevó como inspector y luego trabajaron mucho en el tema de la normativización y la Ley Orgánica, que primero fue un decreto ejecutivo y después fue ley”, indica una fuente.
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En los primeros años del gobierno de doña Violeta hubo mucha desconfianza del poder civil y de muchos sectores hacia la Policía, por su origen sandinista. “Teníamos detractores. El dueño de Canal 8, Carlos Briceño, era uno. Otro era Danilo Lacayo. Había varios. Y el gobierno no le daba mucho presupuesto a la institución. Hasta hubo que cerrar la Academia de Policía como dos años. Pero la empresa privada, AmCham, fueron importantes. Hicieron el Comité de Amigos de la Policía y fue clave para recuperar la confianza”, dice la misma fuente.
Uno de los casos en los que más se agudizó la desconfianza hacia la Policía fue con el asesinato del exjefe máximo de la contra, Enrique Bermúdez, “comandante 3-80”, quien fue ultimado de un balazo en la cabeza en febrero de 1991, en el parqueo del hotel Intercontinental de Managua.
Un reportaje de la revista Magazine, del periodista Fabián Medina, indica que el expediente policial de este asesinato, un legajo de unas 300 páginas y fototablas, más que dar respuesta a estas grandes interrogantes, deja en evidencia por qué no las hubo en el más famoso crimen de postguerra de Nicaragua.
“Aparecían diferentes pistas y después llegábamos a un punto ciego donde no se podía seguir la investigación”, explica Julio Ruiz Quezada, uno de los miembros de la Comisión Especial Investigadora que formó la presidenta Violeta Barrios de Chamorro para esclarecer el crimen, ante la desconfianza que existía con la entonces Policía que todavía se llamaba Sandinista. “Todo era pura basura en ese expediente. Era para distraer”, apunta Luis Fley, exmiembro de la Contra y otro de los miembros de la Comisión.
René Rivas, el entonces jefe policial en un segundo período, también tiene su versión: “No nos creían, creían más bien que estábamos desinformando, entonces crearon una Comisión de supuestos investigadores, notables y se casaron con una versión loca”.
La periodista Elízabeth Romero indica que con la profesionalización se empezó a promover entre los policías que deberían ser apartidistas y no deliberantes.
“O sea, dejaban de hacer vida partidaria dentro de las delegaciones policiales. En esa época desaparecieron afiches u otras señales de partidarización dentro de la institución. A mi criterio, muchos de quienes encabezaban la estructura policial lo que hicieron fue ‘un cambio de ropaje’ y aparentaron haber colgado sus broches y otros distintivos, pero siguieron pensando igual, para sostenerse dentro de las filas de la institución”, dice Romero.
Para gobernar desde abajo, a como lo prometió al perder el poder en 1990, Daniel Ortega habría contado con la información que a diario le remitían enlaces dentro de la Policía, y de esa manera “pudo seguir protegiendo los intereses de Ortega”, señala Romero.
Poco a poco, los policías fueron aceptando “guardar el broche del FSLN” y muchos de ellos afirman que la Policía llegó a ser verdaderamente profesional y alejada del FSLN. Aunque otros consideran que esa profesionalización “no maduró lo suficiente para llegar a ser irreversible”.
La “estocada”
Daniel Ortega regresó al poder en 2007 y le recordó a la Policía su “origen sandinista”. “…con toda la combatividad que tiene esta Policía Nacional, que hace 30 años nació con el nombre de Policía Sandinista… ¡y a mucha honra! Sandino es un Héroe Nacional, que me diga ¿quién aquí en Nicaragua no está de acuerdo con que Sandino no es un Héroe Nacional?”, dijo Ortega en 2009.
Una fuente policial indica que Ortega inmediatamente también mandó a retiro a una serie de “comisionados del área de investigación que tenían la experiencia, la formación y que habían llevado casos”. “Eran gente pensante”, dice la fuente policial. Y comenzaron a ascender en los cargos los comisionados más leales a Ortega y que durante la etapa de la profesionalización “habían ocultado su corazón rojinegro por conveniencia”.
De acuerdo con fuentes internas de la Policía, quien dio la estocada a la institución fue la primera comisionada Aminta Granera, quien poco a poco se fue plegando a las directrices del gobernante y se fue alejando de la Ley de la Policía, hasta culminar con su reelección al mando de la Policía, a pesar de que la Ley Orgánica establecía que solo estaría en el cargo cinco años.
A Granera, sus excompañeros la describen en los años setenta como una joven adinerada que se fue a estudiar al extranjero y que regresó con los sandinistas ya en el poder. “Sabía hablar inglés y sabía usar los cubiertos. Entonces René Vivas la llevó a la Secretaría, donde trabajaba con estadísticas. Luego la hicieron comandante. Habla bonito y tiene buenos recursos lingüísticos, pero ella no tuvo incidencia en la Policía más que acabar con ella”, dice una fuente policial.
Para algunos policías, activos y en retiro, Ortega preparó todo su control sobre la Policía cuando en 2014 reformó la ley de la institución, la Constitución, la ley del Ejército y cambió el concepto de soberanía y de seguridad democrática. Ortega se hizo nombrar jefe supremo de la Policía y eliminó la intermediación que tenía el Ministerio de Gobernación (Migob).
“Fue a Aminta Granera a la que tocó darle la estocada final a la Policía, por algún tipo de roces o de egos, no le pareció estar subordinada al Ministerio de Gobernación, cargo que al iniciar el gobierno de Ortega en 2007 lo ocupaba Ana Isabel Morales, una exfuncionaria de Migración y Extranjería y con quien trascendió en su momento había una especie de competencia con Granera. Pero fue Granera la que le dio la idea a Ortega, en sus primeros meses de retorno al poder, de que la Policía dejara de ser una dirección adscrita al Ministerio de Gobernación y estuviera subordinada directamente a la Presidencia, o sea a Ortega, y de esa manera al suprimir la mediación del Ministerio de Gobernación permitió el sometimiento a Ortega y (Rosario) Murillo, lo cual posteriormente fue reforzado por ley”, explica la periodista Elízabeth Romero.
La frustración total de los policías, policías en retiro y de la mayor parte de la sociedad nicaragüense llegó en abril de 2018, cuando, tras las protestas cívicas, Ortega y Murillo utilizaron a la Policía no solo para reprimir sino también para matar a la población, explican las fuentes.
“Eso fue frustrante”, dice un policía. “A esto no se le puede llamar Policía”, dice otro.
La Policía en Nicaragua
El primer reglamento policial en Nicaragua se decretó en 1880, bajo la Presidencia de Joaquín Zavala y su ministro de Gobernación, Vicente Navas.
Ese reglamento no cambió sino hasta 1979, cuando triunfaron los sandinistas, pero había caído en desuso en 1925, cuando Nicaragua estaba intervenida por los marines norteamericanos y luego se creó la Guardia Nacional, la cual hacía funciones de ejército y policía.
La Guardia Nacional se mantuvo hasta 1979 cuando se produjo la revolución sandinista.
La primera Policía urbana se organizó en 1889, durante el gobierno de Roberto Sacasa y duró hasta 1893, cuando asume el gobierno José Santos Zelaya mediante la revolución liberal.
El Ejército y la Policía
Aunque en la actualidad, las autoridades del Ejército dicen que no tienen nada que ver en lo que ha pasado dentro del país desde que Daniel Ortega regresó al poder en 2007, algunos policías dicen que a los militares se les olvida que en la reforma a la Ley de la Policía de 2014, la misma le cede espacios al Ejército.
En esa reforma se le exige a la Policía que haga coordinaciones con el Ejército para temas del tránsito terrestre y también se facilita la intervención del Ejército cuando la estabilidad de la República estuviere amenazada.
En el artículo 22 también se exigen coordinaciones entre policías y militares para reforzar la seguridad ciudadana y en el tema de las fronteras.
Igualmente, el Ejército estaría involucrado en el cuido de los recursos naturales.