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Dos campesinos ven el cerro que se vino abajo en la comunidad Soledad 1, en Pantasma. LA PRENSA/M.ESQUIVEL

Vecinos escucharon “bujar” la montaña que sepultó a una familia en Pantasma, Jinotega

El deslizamiento de tierra ocurrió en los primeros minutos de la madrugada, cuando se desprendió parte de la ladera de un cerro sin nombre, donde estaba la casa de madera de la familia Vásquez-Estrada

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Reina Isabel Estrada Hernández estaba en sus quehaceres domésticos, cerca de las 10:00 a.m. del sábado 20 de octubre, cuando en la radio local interrumpieron la programación para un “aviso importante”. Las autoridades municipales querían localizar a los parientes de cuatro personas que murieron soterradas por el alud en un cerro de la comunidad jinotegana.

Era la Soledad Número Uno, a 14 kilómetros del poblado de Praderas, cabecera municipal de Santa María de Pantasma, en el departamento de Jinotega.

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La noticia la dejó paralizada en su casa en la comunidad Anizales Dos. “Fue el susto, porque para dónde, qué iba a hacer yo”, dice Reina Isabel. Así se dio cuenta que habían muerto su hermana Sandra del Socorro Estrada

Los cadáveres de los fallecidos fueron trasladados a una escuela, donde un sacerdote ofició una misa.
LA PRENSA/M. ESQUIVEL

Hernández, de 36 años; el marido de ella, Félix Vásquez Hernández, de 60, y las niñas Betania de los Ángeles y Ana Raquel, de 13 y 4 años, respectivamente.

El sobreviviente

José Ignacio, de 8 años y único hijo varón de los Vásquez-Estrada, había salido el viernes y se quedó a dormir en una casa que cuida su vecino Martín Herrera, salvándose así de la muerte.

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A la vela de los Vásquez Estrada se hizo presente el sacerdote Manuel Giovany Herrera, quien ofició una misa. LAPRENSA/M. Esquivel

El deslizamiento de tierra ocurrió en los primeros minutos de la madrugada, cuando se desprendió parte de la ladera de un cerro sin nombre, donde estaba la casa de madera de la familia Vásquez-Estrada. Ya hace un año había fisuras en el suelo de la propiedad de unas seis manzanas de extensión donde el hombre, a quien conocían en el lugar como “Don Nicho”, cultivaba café y maíz.

“Bujaba esa montaña”

De acuerdo con los vecinos, ha llovido copiosamente en la zona desde hace unos dos meses. El día antes de la tragedia, la mañana fue soleada.

“Hizo buen día, pero ya en la tarde cayó una brisita, no fue tan recia, pero fue de repente eso”, comentó José Virgilio García Blandón. Eso era el deslave.}

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García vive a la orilla del camino de macadán, frente al centro escolar multigrados de Soledad, a unos cuatrocientos metros en línea recta de donde estaba la casa de Vásquez. Pasada la medianoche, García despertó porque “viera cómo ‘bujaba’ esa montaña guindo abajo”. Estaba ocurriendo el deslizamiento, sin embargo hasta que amaneció, a las 5:00 a.m., pudo enterarse de la magnitud del desastre.

El alud arrastró la casa junto con sus ocupantes hasta el fondo de una cuenca, a más de cien metros. También sepultó algunos animales, incluidos cinco cerdos y unas veinte gallinas, además de una parte del pequeño cafetal de la familia.

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A esa hora, algunos vecinos estaban tratando de encontrar los cuerpos y ya habían avisado al alcalde liberal, Óscar Gadea Tinoco.

En poco tiempo, la Alcaldía dispuso de personal y herramientas, incluyendo dos tractores, motosierras, piochas, palas y machetes, sumándose a la mayoría de los aproximadamente seiscientos habitantes de Soledad que llegaron a ayudar. Más tarde llegaron policías, soldados del Ejército y paramilitares que acompañaban al alcalde orteguista de Jinotega, Leónidas Centeno.

Toda la comunidad estuvo junto a los féretros durante un día cargado de dolor.
LA PRENSA/M. ESQUIVEL

A las 11:00 a.m., cuando Reina y Auxiliadora (otra de sus hermanas) llegaron, la gente ya había encontrado los cuatro cuerpos, los cuales llevaron a la escuela multigrados donde Ana Raquel (la menor de las niñas fallecidas) estaba en preescolar y José Ignacio (el sobreviviente) cursa el segundo grado. Betania de los Ángeles —la otra fallecida— estaba en primer año de secundaria sabatina, en el centro escolar de El Recuerdo, una comunidad vecina.

Politización orteguista

Una vez que los cuerpos fueron hallados, la Alcaldía llevó cuatro féretros a la escuela, sin embargo “estaban la Policía y el Ejército que no dejaron entrar los ataúdes que llevábamos y esperaron a que mandaran unos de Jinotega, entonces en ese momento la gente, en repudio, se alejó y dejó solos ahí a los paramilitares, Ejército y la Policía”, declaró el alcalde liberal Gadea Tinoco.

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Agregó: “Es algo inconcebible, porque fue una catástrofe la que sucedió y militarizaron todo el lugar, incluso en la escuela donde están los cuerpos y nadie los pudo ver porque no dejaban entrar”.

En cambio, el sandinista Centeno aprovechó para declarar más temprano a medios oficialistas que estaban apoyando con los ataúdes y con “productos para la vela como café, pan y azúcar”.

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Fue tanto el hermetismo oficialista que —según otro poblador que prefirió reservar su nombre— a dos predicadores de la palabra católicos les impidieron entrar a hacer un oficio por los fallecidos. Así le comentaron también al sacerdote Manuel Giovanny Herrera Blandón, quien más tarde no tuvo problemas para llegar y oficiar una misa en la escuela donde velaban los cuerpos.

Solidaridad episcopal

El padre Herrera, de la parroquia Nuestra Señora de los Dolores, comentó que muy temprano informó de la tragedia al obispo de Jinotega, monseñor Carlos Herrera, quien se encuentra en un sínodo episcopal en el Vaticano. Monseñor se solidarizó con los dolientes.

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Después de oficiar la misa, el padre Herrera señaló que “este es un aspecto que nos debe ayudar a tomar conciencia, es grave, catastrófico, pero también debe ayudarnos a ir analizando el don de la vida”.

El sacerdote llevó algunas provisiones enviadas por Cáritas Diocesanas y que entregó a la hermana de la fallecida, Reina Isabel.

En el velorio todavía estaban algunos empleados del Ministerio de Salud y un par de concejales orteguistas de Santa María de Pantasma. A unos treinta metros de la escuela permanecía un grupo de militares inquietos por la presencia de un equipo periodístico de LA PRENSA.

Reina Isabel, afligida, señaló que el múltiple sepelio sería este domingo en el cementerio de la comunidad Sacramento, a una hora de Soledad. Su hermana Auxiliadora había llevado a José Ignacio al poblado de Praderas.

El niño, que la noche de la tragedia se quedó en otra casa, “ahí anda afligidito, no llora, pero ahorita anda con mi hermana… él ahora se va a quedar con mi papá (Feliciano Estrada) que vive en Zenizabú”, explicó Reina Isabel.

El lugar donde habitaba la familia Vásquez-Estrada es un caserío disperso y en la ladera donde estaba la casa hay unas cinco viviendas más, cuyos ocupantes se autoevacuaron a casas de sus familiares.

Zona de riesgo

Francisco Luis Herrera, habitante de la zona, contó que “ya les habían anunciado que se salieran de ahí, porque hace un año esa misma montaña hizo deslave y pasó cerquita de esa casa, ellos se salieron, pero este año no les dio lugar a salirse”.

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“Los vecinos de ahí corren peligro. Ahí está una señora que se llama Santos Hernández, Benjamín y otros que viven a este lado, porque ese chipote se va a venir todito, si está rajado y de ahí sale agua y con estas lluvias que ya la tierra no aguanta más agua se va a venir todito eso”, advirtió Francisco Luis, en medio del luto colectivo.

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