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Como era de Matagalpa, y estudiaba Derecho en la Universidad Centroamericana (UCA), Uriel Pineda Quinteros solía rentar apartamentos en las cercanías de esa universidad capitalina, hoy desaparecida por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
En ese tiempo, alrededor del año 2007, y como vivía cerca, una amiga le pidió el favor de acompañarla a la UCA para recibir una clase que tenía por la noche, Derecho Constitucional, que era impartida por el diputado sandinista Edwin Castro. La amiga estudiaba de día con él, pero la clase de Derecho Constitucional la había reprobado y, para aprobarla, la enviaron a “limpiarla” por la noche.
Sobre Castro, Pineda Quinteros recuerda: “No era mal profesor, no te voy a decir que tenía conocimientos profundos, pero era alguien que tenía mucha experiencia vivencial”.
La experiencia lo marcó, no tanto porque llegó a tener una relación más cercana con el ahora operador de la dictadura Ortega Murillo en la Asamblea Nacional, sino por la compañera a quien acompañaba a recibir clases.
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Años más tarde, en febrero de 2023, esa amiga estaba convertida en jueza de la dictadura Ortega Murillo y Pineda Quinteros en un reconocido jurista especialista en derechos humanos, que había trabajado en el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), en 2014 migró a México y ahora es funcionario de la Comisión Nacional de Derechos Humanos de ese país norteamericano.
La amiga se trata de Gloria María Saavedra Corrales, la jueza que en ese mes de febrero de 2023 despojó de la nacionalidad a Pineda Quinteros.
“No tengo ningún tipo de rencor hacia ella. En su momento fue muy cercana a mí y por supuesto me queda claro que todo funcionario público en Nicaragua está en este momento secuestrado por el régimen y si te dicen hacé eso, lo tenés que hacer o tú sabrás cómo te va”, explica el jurista.
Así como esa, hay otras muchas coincidencias que han determinado la vida de Pineda Quinteros, como cuando en 2008 vio por primera vez en televisión a Vilma Núñez de Escorcia, una de las más reconocidas defensoras de derechos humanos en Nicaragua, y días después estaba trabajando con ella en el Cenidh.
“Siempre he leído periódicos, pero no había oído hablar de doña Vilma Núñez hasta ese momento. Luego, llegué al Cenidh, me entrevistó Gonzalo Carrión, me acuerdo, les gustó mi perfil y entré como pasante”, recuerda.
Monaguillo del cardenal Leopoldo Brenes
Pineda Quinteros, de 41 años, se crio en una finca que se llama Santa Marta, a unos tres o cuatro kilómetros de la ciudad de Matagalpa, donde creció rodeado de cafetales y escuchando las historias de su abuelo paterno, Uriel Pineda Zelaya, un hombre al que el nieto describe como “con carisma, ameno y divertido”.
Se trata de una finca con una historia particular, pues en 1979, en plena insurrección de los sandinistas contra la dictadura de Anastasio Somoza Debayle, se refugiaron ahí unas 600 personas, aunque en esa época Pineda Quinteros no había nacido aún, pues llegó al mundo hasta en 1983.
Aunque no lo parece, y gracias a la influencia de su abuelo paterno, Pineda Quinteros dice que tiene su sentido del humor, “inesperado” le llama. “Sorprende a mucha gente porque no esperan que haga una broma en un momento inesperado”, comenta Pineda.
Sin embargo, por lo general es “serio y formal”, admite, y cree que se debe a la formación que tuvo desde los 14 años en los Bomberos de Matagalpa. La disciplina, eso lo marca a uno”, comenta.
Hace dos años, en agosto de 2022, Pineda Quinteros recordó el lugar donde aprendió a leer, el Colegio San Luis, en Matagalpa, porque ahí fue donde la dictadura Ortega Murillo apresó al obispo de esa ciudad, monseñor Rolando Álvarez.
“Me conmovió hasta los cimientos esa encarcelación. Fue donde están unas paredes de piedra, ahí era mi salón de clases”, dice el ahora experto en derechos humanos.
Fue también en el Colegio San Luis, cuando estaba en tercer grado de primaria, donde un primo lo invitó a ser monaguillo en la Catedral de Matagalpa, cuando el obispo era monseñor Leopoldo Brenes, convertido luego en cardenal de la Iglesia católica desde el año 2014.
A Pineda Quinteros le llamó la atención Brenes porque era un sacerdote muy sencillo, en contraste con el director de la Escuela San Luis, el fraile italiano Julián Luis Barni, quien también había sido obispo de Matagalpa, pero era muy opulento.
“A Brenes, hasta hace muy poco lo vi en el mismo vehículo que lo conocí cuando yo era su monaguillo”, dice Pineda Quinteros sobre la sencillez de Brenes.
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No evita compararlo con monseñor Rolando Álvarez. “A Álvarez nunca lo traté, pero yo creo que Álvarez fue alguien con mayor compromiso público, por no decirlo de otra forma, porque Brenes hasta donde me acuerdo, por ejemplo, cuando en el año 2000, que hubo elecciones municipales, que ganó Sadrach (Zeledón) en Matagalpa, no dijo nada. En cambio, monseñor Álvarez siempre fue incómodo al poder, no sólo contra Ortega”, indica.
¿Sacerdote o abogado?
A pesar de su comportamiento bastante formal, Pineda Quinteros también tiene algo de “reaccionario”, afirma.
En secundaria, en el Instituto Eliseo Picado, fue presidente del gobierno estudiantil y recuerda cuando denunció que los profesores se querían aprovechar de los alumnos económicamente, cuando intentaban cobrar por los exámenes con una intención “recaudatoria” y hasta instaló un referéndum para que se decidiera el cobro tomando en cuenta a los alumnos y no de forma unilateral.
Perdió el referéndum, recuerda, pero desde entonces quedó enamorado del “poder de la democracia”.
Al llegar a la universidad, tuvo la suerte de estudiar becado en la UCA, cuando esta ya estaba privatizada totalmente y los aranceles dolarizados.
Comenzó a conocer a los jesuitas, los dueños de la universidad y le gustó la forma en que estos sacerdotes ven la religión.
“Vi que abordaban la parte espiritual más allá de esta visión mágica, que muchas veces hay en la religión, del dios castigador y demás. Sí había muchos elementos de historia y muchos elementos de filosofía, desde el enfoque de los jesuitas y, sobre todo, el énfasis del servicio, porque es algo que yo no había dimensionado en mi vivencia religiosa y es algo que me cautivó”, explica Pineda Quinteros.
La atracción lo llevó al extremo de que pensó en hacerse sacerdote jesuita, pero finalmente no lo hizo. “Conocí el pecado”, suele bromear Pineda Quinteros para justificar por qué no se convirtió en cura.
La verdad es que no se hizo sacerdote porque tuvo una plática con el sacerdote jesuita Jesús Sariego, quien llegó a ser provincial de Centroamérica, y lo ayudó a reflexionar.
“Me dijo que eran llamados muy claros, que no había duda, y yo, aunque tenía, digamos, alguna inquietud y demás, no sentí la fuerza de ese llamado y por eso no me hice sacerdote. Ni siquiera entré al seminario o hice algún noviciado”, concluye.
Una lección sobre derechos humanos
Pineda Quinteros llegó al Cenidh en 2008, cuando ya Daniel Ortega empezaba a instalar la dictadura que hoy tiene a Nicaragua sumida en su peor de crisis de derechos humanos en la historia del país.
Desde entonces cambió su preferencia dentro del derecho, pues se inclinaba por la parte constitucional, pero en el Cenidh se enamoró de los derechos humanos.
Estuvo dos años en ese organismo, como pasante, y luego tuvo la oportunidad de estudiar una maestría en México, de donde regresó en 2012 y Vilma Núñez de Escorcia le pidió que regresara al Cenidh.
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Fue entonces cuando aprendió una gran lección, en 2013, cuando Daniel Ortega ordenó reformar la Constitución Política del país.
Núñez de Escorcia reunió al equipo de abogados el Cenidh porque dijo que había que “reaccionar” a las reformas constitucionales ordenadas por Ortega y le pidió a Pineda Quinteros que redactara un informe.
Sin embargo, el jurista admite ahora que él estaba viendo el problema solo desde la óptica técnica del asunto, es decir, desde una postura “legalista”, a como se le dice y él insistía en que la reelección presidencial no necesariamente lesionaba los derechos humanos de la población.
“Le hacía esa observación a la doctora Núñez y ella decía que por principio había que reaccionar, por un criterio de justicia y entonces ahí me tenía a mí leyendo jurisprudencia internacional y buscando algo que nos sirviera y recuerdo haber encontrado que el límite a la reelección en todo caso es lo que se conoce como la equidad”, relata.
Pineda Quinteros se dio cuenta que Ortega estaba utilizando los recursos del Estado para promover su imagen como candidato presidencial. Lo hizo en 2011, cuando violentó la Constitución para reelegirse como presidente, y lo estaba haciendo desde 2013 de cara a la contienda electoral de 2016.
“A mí me enseñó mucho eso, porque a veces hay temas que los tenés que hacer por un sentido de justicia más allá de la normativa misma y esa es una de las características esenciales de los derechos humanos, el tema de procurar la justicia de alguna manera. Obviamente era injusta la pretensión reeleccionista de Ortega y había que reaccionar. Fue para mí muy bonito, una lección de ética muy grande, muy profunda”, reconoce.
Desnacionalizado
Mucho antes de las protestas de 2018, en 2014 exactamente Daniel Ortega ya estaba ahogando económicamente al Cenidh, porque prohibía a los cooperantes internacionales que financiaran ese proyecto defensor de derechos humanos.
Como Pineda Quinteros era conocido en México, por sus estudios, recibió una oferta laboral desde ese país, para trabajar en la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México. Aceptó por lo que estaba pasando en Nicaragua, pero también porque era una oportunidad para hacer un doctorado.
Para 2014, empezó a trabajar como técnico académico del Departamento de Derecho de la Universidad Iberoamericana, donde tuvo como jefe a José Luis Caballero, quien hoy es miembro de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
A Caballero, siendo jefe de Pineda Quinteros, le correspondió llegar a Nicaragua, pues el mexicano fue invitado por la UCA, a través del nicaragüense, para ser jurado de una tesis doctoral de Edwin Castro.
En la defensa, Caballero increpó a Castro por defender la reelección. “Me parece contradictorio que defienda la reelección, cuando la reelección instaló una dictadura como la somocista”, le criticó Caballero a Castro, entre otros aspectos.
“Me llenó de mucho orgullo que fuera mi jefe y mi maestro quien hiciera esa pregunta en Nicaragua”, comenta ahora Pineda Quinteros, quien permaneció en México mientras Caballero visitaba Nicaragua.
Aunque ya cumplió 10 años en México, como migrante, Pineda Quinteros sigue aportando para el restablecimiento de la democracia en Nicaragua, pues opina, da entrevistas a los medios independientes, y escribe sobre los abusos de la dictadura en contra del pueblo nicaragüense, a quien perennemente el régimen Ortega Murillo le violenta los derechos humanos.
Es por sus críticas a la dictadura que hoy está despojado de la nacionalidad nicaragüense Pineda Quinteros, trabajando en un cargo más alto, en la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México, atendiendo casos en todo el país.
A pesar de ello, sigue aportando su conocimiento y sus críticas para que se castiguen las violaciones de derechos humanos en Nicaragua, a la par que aprovecha su estadía en México para seguir creciendo como profesional, pero también para ayudar a migrantes nicaragüenses.
“Mi trabajo me ha permitido apoyar a muchos nicaragüenses migrantes, sin exagerar a cerca de unos 200, ya sea con consultoría o dándoles alojamiento en mi casa”, menciona.
Se sentía triste porque no puede regresar a Nicaragua, pero ese sentimiento se ha alejado al conocer a otros migrantes con condiciones muy inferiores a las de él.
Con Daniel Ortega solo tiene una cosa en común. Al igual que el dictador es padre de una niña que se llama Camila, mexicana. Por ello, para Pineda Quinteros ahora sería duro dejar México.