CONTENIDO EXCLUSIVO.
Hablar con Mónica Pérez es como escuchar una radio novela. Su voz grave, pero a la vez suave, armoniosa y su dicción casi perfecta con la que va hilvanando cada frase, puede envolver a cualquiera con el relato de la niña que vendía atol junto a su abuelita en las calles de Masatepe y que superó obstáculos económicos y familiares para cumplir su sueño. Esa es su propia historia.
Con esa misma voz, Mónica Pérez conduce un programa en la radio Stereo Centro, de Los Ángeles, Estados Unidos, mientras se prepara para obtener una licencia radial y alcanzar su sueño de trabajar en una de las emisoras de la cadena Univisión.
“Estando en Nicaragua, mi meta siempre ha sido estar en Telemundo, en Univisión, que son las grandes cadenas de comunicación. Ahorita estoy encaminándome a esa meta y he trabajo mucho para lograrlo”, comenta.
Mónica Alexandra Pérez Vásquez nació en Masatepe el 15 de octubre de 1997. Ahí creció junto a sus dos hermanos mayores y bajo el cuidado de su abuelita. “Fue una infancia muy difícil, de muchas limitaciones, pobreza, mucha escasez”, recuerda la joven locutora.
Su abuelita materna, María Concepción Ruiz Hernández, a sus casi 70 años de edad vendía atol en las calles de Masatepe y era conocida en el pueblo como “doña Conchita”. Ella era el único sustento de sus tres nietos, pues su hija, la madre de Mónica, se había ido a trabajar a Costa Rica. Su padre vivía en Masatepe, pero tenía problemas de alcoholismo y no vivía con sus hijos.
Mónica siempre acompañaba a su abuelita a vender atol y la gente del pueblo la llamaba “la niña de doña Conchita”.
Vivían en una casa humilde hecha a base de láminas de zinc y en tiempos de invierno, parecía que llovía dentro de la vivienda. “El techo era un colador”, recuerda Mónica, quien detalla que su abuelita vendía en las calles para sobrevivir el día a día, pero jamás le alcanzó para reparar su casa.

No tenían un televisor, pero Mónica relata que ella y sus hermanos eran apasionados por las telenovelas y se iban a la ventana de una vecina para verlas en la televisión que tenía en la sala. Había ocasiones en que aquella vecina se molestaba. “Una vez me acuerdo que nos cerró la ventana en la cara”, cuenta.
En la casa tampoco había teléfono de manera que la madre de Mónica se comunicaba con ella a través del teléfono de otra de las vecinas. Hasta los trece años, Mónica solamente conocía la voz de su madre y la imagen que tenía de ella era la que veía en las fotos familiares que conservaba su abuelita.
Un día de tantos, cuando Mónica estaba en el colegio, su madre regresó a Masatepe. Fue hasta entonces que pudo conocerla. Llegó acompañada de tres hijos más que había tenido en Costa Rica.
Talento
“Soy la primera de la familia en que logró llegar a una universidad”, dice Mónica con orgullo. Tras la muerte de su abuelita, cuando ella tenía 15 años, la joven quedó prácticamente sola con sus hermanos y sobrevivía de la ayuda económica que le daba uno de sus tíos que es sacerdote, hasta que pudo terminar la secundaria en el Instituto Nacional Autónomo de Masatepe (INAM).
A ese colegio llegaron varias universidades ofreciendo sus carreras, pero Mónica no sabía qué estudiar. Hizo una prueba vocacional que la ubicó en Comunicación, Psicología y Marketing, pero terminó decidiéndose por la primera porque vio que había prensa escrita y fotografía, dos disciplinas que le gustaban.
LEA TAMBIÉN: Historia del nicaragüense que murió como esclavo en España
La joven obtuvo una beca en la Universidad Centroamericana (UCA) y también recibía un estipendio con el cual sobrevivía. Pudo entrar a estudiar Comunicación en 2015 y desde su primer año se destacó como oradora. En ese año, hubo un concurso de oratoria entre los recién ingresados de varias carreras, y Mónica obtuvo el segundo lugar. El primer puesto quedó en manos de un joven llamado Lesther Alemán.

Fue en su segundo año en la UCA que Mónica se dio cuenta de su talento para la radio. En una de sus primeras clases de producción sonora, debía locutar un cuento para niños y una vez que empezó a leerlo en el micrófono, su maestro y los demás técnicos quedaron impresionados. “Vos tenés madera. Te vamos a pulir”, le dijeron.
Su época universitaria también fue de mucho sacrificio, recuerda, pues como vivía en Masatepe y entraba a las siete de la mañana, debía despertarse a las cuatro y media de la madrugada para tomar el bus a las cinco y llegar a tiempo a clases. “Hubo varias veces que llegué tarde”, recuerda entre bromas. También había ocasiones en las que salía a las nueve de la noche de clases y llegaba casi a las once a su casa a hacer tareas. Dormía un par de horas y a las cuatro y media estaba en pie nuevamente.
Radio
En la universidad, Mónica era una persona introvertida y bastante reservada con su vida personal, pero poco a poco fue ganando confianza en sí misma y tomándole gusto a la radio. “Hasta entonces yo no me veía en nada de radio. A mí lo que me gustaba era la prensa escrita”, relata.
Otro de sus maestros le recomendó que fuera a hacer pruebas en una radio. La joven se decidió y terminaron contratándola.
Cuando estaba en tercer año, se fue a hacer pasantías a Expica y el jefe de prensa de ese lugar se la llevó a Radio Corporación en donde terminaron contratándola. Mónica relata que ahí pudo crecer mucho profesionalmente y también varias marcas comerciales la buscaban para hacer comerciales de radio y televisión.

Para aquellos días, estalló la crisis política de 2018 en Nicaragua y a Mónica le tocó conducir varios programas políticos, entrevistar a opositores, y su nombre se fue haciendo público. Eso le trajo represalias y en 2020 comenzó a recibir amenazas.
“En una ocasión pasaron dos motorizados y me dijeron: “Adiós Mónica. Ya sabemos a qué hora entrás, a qué hora salís. Mucho cuidado con lo que decís”, cuenta. En otra ocasión, otros motorizados le mencionaron a sus hermanos menores. “Me lo gritaron así en la cara”.
Tiempo después comenzó a ser asediada en su trabajo y sintió mucho temor porque tenía que viajar sola hasta Masatepe, hasta que un día decidió salir al exilio y partir de manera irregular a Estados Unidos.
Mónica se fue de Nicaragua en enero de 2022 y llegó a Estados Unidos el 13 de febrero después de haber viajado en calurosas cajuelas de vehículos, en furgones repletos de migrantes, de haber cruzado ríos con lagartos y soportado el calor y frío de zonas desérticas.
Cuando llegó a Estados Unidos solicitó asilo. Estuvo tres días en un centro de detención en donde solamente le daban de comer una manzana, una bolsita de papas, una botella de leche y agua. Para dormir le dieron un pliego de aluminio por el frío y solo pudo bañarse hasta que salió del Centro y la llevaron a una Fundación que la ayudó.
La joven posteriormente se trasladó a Los Ángeles en donde la recibió una persona conocida. Empezó a trabajar en una floristería y luego estuvo de niñera, pero como se enfermó de Covid19, perdió el empleo. Luego trabajó un año en un restaurante y actualmente labora en una empresa de envíos de remesas y poco a poco se ha ido acomodando en Estados Unidos.

Sueño
A mediados de 2023, Mónica vio un anuncio de una escuela de comunicación y decidió ir a preguntar porque tenía interés en retomar su profesión. “Desde que llegué, yo quería estudiar ahí. Volví a ver un estudio de radio después de casi dos años sin ver uno”, cuenta. Sin embargo, la escuela era muy cara y debía pagar cerca de 10,000 dólares.
El director de esa escuela, Pepe Salas, quien es un conocido locutor radial en Los Ángeles, después de escuchar la historia de Mónica se contactó con ella para animarla a estudiar y darle información sobre becas.
La joven aplicó y consiguió una beca para estudiar. “Yo entré en octubre (de 2023) y todos los exámenes prácticos de la escuela ya los pasé. Todo lo que se hace en un año lo hice en cuatro meses”, cuenta la joven.

Como parte de la formación y por su experiencia en Nicaragua, la escuela la llevó a la cabina de la radio Stereo Centro en donde decidieron dejarla conduciendo un programa llamado Tardes de Doble Play que se transmite todos los lunes de tres a cinco de la tarde.
Para ese programa, ella hizo el esquema, la producción, viñetas y también graba comerciales para algunas marcas. Su meta, dice, es graduarse de la escuela de comunicación para obtener una licencia radial que le permita aplicar a una radio llamada Klove, una de las emisoras más escuchadas de Los Ángeles y propiedad de la cadena Univisión.