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Matar a los camellos

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Camellos

Hay un viejo chiste soviético que, advierto, es un poco tonto, pero me sirve para exponer mi punto. Sucede durante las purgas de Stalin. Dos funcionarios soviéticos cruzan alambradas, burlan barricadas con soldados armados y desiertos de hielo, para llegar al otro lado de la frontera y ponerse a salvos. Ya en manos de las autoridades de Migración, les preguntan: ¿Por qué han huido de su país? “Porque Stalin ha dado la orden de matar a los camellos”, contestan. Pero, ustedes no son camellos. “¡¿Y cómo le explicamos eso a la Policía Secreta?!”

Traidores

En Nicaragua no hay orden de matar camellos. Todavía. El asunto es que Daniel Ortega, como Stalin en el chiste, en vez de decir “traidores de la patria” bien pudo haber dicho “camellos” o “canguros” o “zarigüeyas” y no habría forma de convencer a ningún juez, fiscal o policía, que esa persona que quieren apresar, desterrar y robarle sus bienes, es un ser humano y no un camello, canguro o zarigüeya.

Cascarrabias

Se imaginan en cien años o más, cuando los historiadores traten de explicar lo que sucede ahora en Nicaragua. Había, dirán, una señora que cambiando el nombre de las cosas creía cambiar la realidad. Bastaba que ella dijera que lo “bueno” era malo, y lo “malo” era bueno, para que toda su corte empezara a llamarlas así, porque, además, tendrán que explicar los historiadores este punto que es muy importante: era una señora bastante cascarrabias. Y si ella decía que alguien era un camello, y a los camellos hay que apresarlos, todos tenían que decir lo mismo y la policía apresarlo contra lo que sus ojos ven. Contradecirla era la prueba madre de ser camello.

Patriotas

El lenguaje se volvió tan retorcido que a los patriotas les llamaban “traidores a la patria” y a los delincuentes y asesinos “defensores de la paz”. Y esto no era como el chiste soviético de los camellos, explicarán los historiadores, porque en esa época en Nicaragua sí condenaban a los patriotas por traición a la patria, y premiaban a los delincuentes por “patriotas”. ¡Era el mundo patas arriba!

Patria

Las “noticias falsas” eran “falsas”, no porque dijeran una mentira, sino porque no gustaran a los dictadores. Por muy cierta que fuera, todo lo que incomodara a Daniel Ortega y Rosario Murillo era noticia falsa y, en consecuencia, debía ser condenado el que la propalare, explicarán los libros de historia. Igual sucedía con “Patria”. No valía la definición que trae el diccionario ni como se usara en el resto del mundo. En esa Nicaragua, dirán los historiadores, Patria era Daniel Ortega. Así, todo lo que se le oponga a Ortega es traición a la patria. Ortega podía destruir y vender la Patria, la Patria de verdad, pero el traidor a la Patria sería quien le dijera que estaba haciendo mal las cosas.

Cárceles

Al final, dirán los historiadores, la conclusión es sencilla: retorciendo la realidad con palabrejas, lograron en su imaginación convertir a todos los nicaragüenses en “delincuentes”, de tal forma que podían echar preso a quien quisieran porque se castigaba como delito todo lo que una persona de bien puede hacer en una sociedad, y los delitos verdaderos dejaron de serlo. Las cárceles se vaciaban de delincuentes comunes, y se llenaban de ciudadanos. Y, quienes quedaban libres, debían agradecer esa libertad de la que gozaban porque bien podían estar presos por “traidores a la patria” o por “difusores de noticias falsas”. O por “camellos”, “canguros” o “zarigüeyas”, que bien se les podía ocurrir.

Disparates

Estoy claro que cualquier persona ajena a Nicaragua pensará que este escrito es de puros disparates. Pero, ¡en Nicaragua el disparate es ley! Supongamos que Daniel Ortega envía un proyecto de ley “urgente” ordenando condenar a todos los camellos. ¿Usted cree que los diputados de la Asamblea Nacional se negarían a aprobarlo? ¿A algún nicaragüense se le ocurre que la Fiscalía de la Ana Julia Guido se negaría a acusar o jueces como Octavio Rothschuh declararían inocente a un opositor acusado de ser “camello”? ¡¿Y cómo le explica alguien a la Policía que es un humano y no camello?!

Magnánimos

Pero, al final siempre podremos contar con su magnanimidad. Tal como lo fue Stalin en su momento. Y si Stalin les decía a los condenados que agradecieran que solo les pegaran un tiro en la nuca, porque en otros países a los camellos se los comen, en Nicaragua, Gustavo Porras, presidente de la Asamblea Nacional hace lo propio cuando destierran a los presos políticos: “Hay países, de esos muy democráticos, que los fusilan. Nosotros simplemente: mirá, no podés ser nicaragüense, andate, vivís renegando, andate“.

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