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Ecuador en “tiempo de valientes”

Daniel Novoa, un empresario mozalbete de apenas 36 años  es el nuevo presidente de Ecuador por un breve periodo de 18 meses.  En ese tiempo es difícil hacer muchas cosas buenas en una nación asediada por el desempleo y la violencia social y política, aunque no imposible si logra jugar bien sus cartas apartándose de toda acción populista y demostrando a la brevedad que su administración no será  únicamente para apaciguar la turbulenta confrontación existente, en la cual su triunfo electoral ya ha incidido positivamente al haber calmado las revoltosas aguas de las confrontaciones partidarias.  

Su legado deberá ser mejorar la economía si logra desinflar al abultado y burocrático ogro estatal, reducir las atribuciones y beneficios sociales y aplicar medidas eminentemente liberales las cuales deberá sopesar desde su alianza con sectores de la centro izquierda y trabajar por el bien general de su país, como dijera el excandidato Fernando Villavicencio arropado con la bandera propositiva de llevar a cabo su gestión en el actual  “tiempo de valientes”.

Cada país del continente tiene los mismos padecimientos de fondo con características variables en sus formas. Hasta Estados Unidos con sus grandes proporciones  de potencia mundial y democracia posee ciertos desequilibrios en sus engranajes federales y estatales y en sus formidables defensas del sistema capitalista, desde la defensa soberana bajo la cual sus dos grandes partidos coinciden por encima de las diferencias tribales.  

En el caso de Latinoamérica, la fragilidad es imperante y el asedio de las izquierdas disfrazadas de múltiples sinónimos desde la matriz del socialismo del siglo XXI, es  detestable y repugnante para el desarrollo de sus pueblos; así, cada país tiene sembrados crudos y anacrónicos criterios que impiden la aplicación de ciertas políticas liberales de cara a las privatizaciones, a gobiernos limitados y al desarrollo auténtico y transparente de la inversión privada nacional así como extranjera. Y el Ecuador, no es la excepción.

No lo es por las enquistadas y aceitadas agendas del correísmo —Novoa ha tomado distancia de Rafael Correa, el expresidente castrochavista condenado por corrupto a 8 años de prisión y prófugo en Bélgica aunque ya ha logrado acuerdos parlamentarios con los partidos de izquierda afines a este, aunque también por algunos de derecha, de la mala, por supuesto—. Ese país suramericano tiene ahora según el anuncio del  “gobierno express” por el escaso  tiempo de su administración, 5 ejes de trascendencia para lograr mejorar la  recuperación fiscal  y proporcionar cierta estabilidad económica. 

Las reformas al sistema judicial y penitenciario, que, no siendo un tema de agenda meramente económica viene siéndolo debido a  los elevados índices de criminalidad, con revueltas carcelarias mortales, pandillas agrestes y asesinatos a políticos y funcionarios,  han reducido la potencialidad del desarrollo económico en relación a otros países en la región. No olvidemos que el pasado 9 de agosto fue acribillado a balazos el excandidato presidencial Fernando Villavicencio, cuyo crimen rememora los culebrones colombianos del sicariato narcotraficante. Esta medida llamada también “Plan Fénix” creará una central de inteligencia para detectar y atacar la delincuencia ciudadana; también aspira a proteger y reforzar la dolarización, la cual resulta compleja dado que no se puede controlar directamente la inflación mediante la política financiera precisamente porque el Ecuador desde hace 23 años adoptó el dólar como moneda oficial, aunque sí prometió en su campaña implementar políticas fiscales que ayuden a mantener la inflación bajo control.

Otra de las cartas al Niño Dios de este primer  presidente millenial ha sido la reducción del desempleo.  Bueno, no existe ni un solo aspirante presidencial en Latinoamérica  que no proponga este tema, señalando que además de fortalecer la dolarización, mejorará las condiciones para atraer la inversión extranjera con la iniciativa de un entorno empresarial atractivo que incluya incentivos fiscales, evitando además la creación de burbujas de crédito que puedan llevar al país a una crisis financiera. La otra promesa fue impulsar la competitividad para paliar el alto costo de la vida sobre todo en el precio de los combustibles, la electricidad y los productos de la canasta básica.  

Martha Vega, una aguerrida líder activista comunitaria ecuatoriana residente en Miami y quien asistió a Quito a la investidura presidencial,  me decía recientemente que a pesar del poco tiempo del actual gobierno hay una gran expectativa ciudadana, en “la esperanza de que se logre consolidar la seguridad nacional, así como el logro de una economía próspera basada en inversiones, obviando los lineamientos  políticos pero unidos bajo una sola bandera”, añadiendo además la importancia de que en este proceso impere la transparencia y la ética administrativa.

En realidad, a simple vista el mensaje presidencialista es refrescante y alentador para su país como para Latinoamérica.  Ojalá que su herencia empresarial,  su formación académica y el hecho de que su meteórico ascenso presidencial, contrario a su padre que fracasó en cinco ocasiones tras la búsqueda de este cargo, le permitan hacer un buen gobierno, distante de la fallida administración de Rafael Correa, cristalizada en sobornos de Odebrecht con los que financiaba su movimiento político adjudicando contratos millonarios y caracterizada por inflados —e infames— gastos sociales, atropellados proyectos de infraestructuras, incumplimientos de préstamos extranjeros y enfrentamientos con Estados Unidos, todo ello materia prima de primera mano del fracasado  esperpento socialista del Siglo XXI.  

Ojala también que prive la visión empresarial humana. A  fin de cuentas, su país merece después de la “muerte cruzada”, ese hecho sin precedentes en Ecuador aplicado por el saliente mandatario Guillermo Lasso tras una acusación por presuntos delitos de corrupción, lo  que le ha permitido ahora a Novoa concluir el periodo presidencial iniciado por aquel, devolverle la confianza al pueblo en que es posible gobernar con honradez. Es su hora si se considera parte de esta época de “tiempo de valientes”, como lo dijera Fernando Villavicencio.

El autor es escritor y periodista nicaragüense exiliado en Estados Unidos. Preside el partido libero conservador clásico OPA.

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