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Las ideologías morales y el divisionismo político

El intelectual salvadoreño Mario Mejía publicó en el diario digital ContraPunto, un artículo de opinión sobre por qué los políticos se mantienen enzarzados en pleitos divisionistas que envenenan las relaciones humanas. Lo cual se da inclusive entre quienes tienen un enemigo común y un mismo objetivo.

 Es que por su misma naturaleza “la política divide a las personas”, reflexiona Mejía. De allí que en muchos espacios familiares y sociales se recomienda no hablar o discutir sobre política ni religión, sobre todo cuando se tienen creencias distintas, pues bien sabido es que “a lo largo de la historia la política y la religión han sido de las principales causas de todo tipo de conflictos y guerras”.

El analista salvadoreño destaca que actualmente “en las redes sociales hierve la polarización política, personas que linchan a otras personas por expresar sus argumentos u opiniones políticas”. Habla de El Salvador, pero lo mismo y más se puede decir de Nicaragua, mejor dicho de los nicaragüenses y en particular los del exilio y la diáspora, que viven trenzados en una intensa campaña de ataques mutuos, a pesar de que todos dicen querer la libertad y la democracia.

 Pero no solo en países muy atrasados cultural y políticamente, como son El Salvador y Nicaragua, ocurre ese fastidioso problema. Lo mismo o algo parecido pasa también en países desarrollados, como España, para mencionar uno que es afín histórica y culturalmente a los hispanoamericanos, pero más avanzado. Para comprobarlo basta ver los telenoticieros españoles, sobre todo ahora que hay allí una campaña electoral.

De acuerdo con el análisis de Mario Mejía la explicación radica en que los individuos y grupos políticos tienen determinadas ideologías morales contrarias o antagónicas. “Cada bando moral siente indignación contra el otro bando moral” —advierte el analista salvadoreño— pues está convencido de que sus ideas y propuestas son las únicas verdaderas y válidas. “Por eso es que en las redes sociales, las personas partidarias de una ideología, linchan y ofenden a otras personas con ideas políticas distintas. Creen que esas otras personas tienen ideas malvadas, y eso les provoca indignación y deseo de castigarlas”.

 Si alguien cree que la otra persona está errada y es malvada porque tiene ideas distintas, entonces creerá que merece repudio, castigo y linchamiento político en las redes sociales y en general en los modernos medios de comunicación social que se prestan para hacer peores esas disputas. “Esto explica en gran parte —asegura Mejía—, por qué la política divide a las personas, el porqué de la intolerancia”.

Sin embargo, al analista salvadoreño  le ha faltado reconocer que precisamente por la capacidad racional de las personas que les permite crear las ideologías morales, en determinadas circunstancias y momentos históricos pueden dejar a un lado sus sistemas de creencias particulares, abrazar una causa común y actuar en consecuencia.

 Los nicaragüenses lo hicieron en 1856 cuando los políticos dejaron a un lado sus ideologías morales, liberal y conservadora y mediante el Pacto Providencial del 12 de septiembre de ese año, se unieron en una causa patriótica común para derrotar a los filibusteros  yanquis. Como escribiera Pablo Antonio Cuadra —citado por Humberto Belli en su libro sobre historia de Nicaragua— “fue la Guerra Nacional contra la invasión filibustera la que produjo la primera vivencia colectiva del ‘nos’ nacional”.

Lo volvieron a hacer en 1979 aquellos nicaragüenses que, equivocados o no, renunciaron a sus propias ideologías morales y apoyaron la de los sandinistas que derrocaron al somocismo y lo suplantaron en el poder.

Y lo hicieron de nuevo en 1990, cuando animados por la ideología moral democrática se volcaron a las urnas electorales para propiciar el cambio pacífico y reconciliatorio que ofreció doña Violeta Barrios de Chamorro.

De manera que la ideología moral que sustenta la política, no solo sirve para alimentar los odios, conflictos y divisiones. También puede servir para unir a personas y sectores dispersos alrededor de una causa común, superior, aunque por ahora eso parezca imposible.

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