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La Reforma de Córdoba llegó a Nicaragua cuarenta años después

El 27 de marzo de 1947, la ya más que centenaria Universidad de León fue elevada al rango de Universidad Nacional, pero como dependencia del Ministerio de Educación, al que le correspondía nombrar a sus autoridades y profesores. En 1951 se transformó en la única universidad del país, pues las universidades Central de Managua y la de Granada fueron clausuradas por Anastasio Somoza García, en los años 1946 y 1951, respectivamente, ante la beligerancia política de los estudiantes en la lucha contra las pretensiones reeleccionistas de Somoza y los desmanes de su dictadura.

Clausuradas ambas universidades, no quedó en el país sino la antigua Universidad de León. Pero ésta ya no era lo que había sido en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, cuando sus luces se proyectaron no sólo a Nicaragua, sino también a los países vecinos. 

La esterilizante tutela del Poder Ejecutivo sobre la Universidad, a partir de la reforma liberal propiciada por el presidente José Santos Zelaya, fue sumamente perniciosa para el desenvolvimiento del Alma Mater, no solo desde el punto de vista académico sino, principalmente, en cuanto a su carácter de fragua donde debían forjarse las nuevas generaciones.  El Ministerio de Educación era la entidad encargada de tomar todas las decisiones y de hacer los nombramientos de rector, decanos y profesores. En estos nombramientos, generalmente, el criterio político partidarista se impuso al académico.

Fue hasta en la década de los años cincuenta del siglo pasado que un sector consciente de la juventud nicaragüense, convencido de que la falta de autonomía había conducido a la situación de postración en que se encontraba la Universidad, enarboló el reclamo por la autonomía. Un grupo de estudiantes de la Facultad de Derecho fundó, hacia 1952, el “Círculo de Estudios Jurídicos y Sociales” (Cejis), que se propuso abogar por la autonomía. Entre los fundadores de dicho Círculo figuraron dos estudiantes que más tarde se desempeñarían como rectores de la Universidad, ya siendo ésta una institución autónoma: los entonces bachilleres Carlos Tünnermann Bernheim y Mariano Fiallos Oyanguren.

El empeño del Cejis lo hizo también suyo el Centro Universitario (CUUN), organismo oficial representativo de todos los estudiantes.  El año de 1953, el Cejis redactó un anteproyecto de ley para otorgar autonomía a la Universidad y emprendió una intensa campaña de divulgación de sus objetivos. Los estudiantes del Cejis lograron la colaboración de un distinguido catedrático para la revisión del proyecto: el doctor Mariano Fiallos Gil. Los redactores del proyecto fueron los bachilleres Carlos Tünnermann Bernheim, Ernesto Cruz, Mariano Fiallos Oyanguren, Leonel Argüello y Orlando Barreto Argüello. Las autoridades universitarias de entonces se pronunciaron en contra del reclamo estudiantil, pero este encontró un amplio respaldo en la opinión pública, transformándose en reclamo nacional. 

En octubre de 1955, los estudiantes gestionaron que un diputado de la oposición, el doctor Eduardo Conrado Vado, presentara ante el Congreso de la República el proyecto de ley tendiente a otorgar autonomía a la Universidad Nacional.  La presentación del proyecto fue acompañada de una manifestación estudiantil, que llegó hasta las barras del propio Congreso, así como de editoriales y comentarios de prensa favorables al proyecto en casi todos los medios de comunicación.  El proyecto fue rechazado gracias a la aplastante mayoría de diputados somocistas, capitaneados por el hijo mayor del dictador, que entonces presidía la Cámara de Diputados, ingeniero Luis A. Somoza Debayle.

II

El 21 de septiembre de 1956, Anastasio Somoza García cayó abatido por los disparos de Rigoberto López Pérez. Trasladado por los médicos norteamericanos enviados por el propio presidente de Estados Unidos, general Dwigth Einsenhower, al Hospital Gorgas de la Zona del Canal de Panamá, en un intento por salvarle la vida, falleció el 29 de ese mismo mes.  El Congreso Nacional procedió a elegir a Luis A. Somoza Debayle, para que terminara el período presidencial de su padre. El otro hijo del dictador, Anastasio II, asumió la jefatura de la Guardia Nacional. El 1o. de mayo de 1957, Luis Somoza Debayle fue “electo” presidente en comicios ad hoc, para el período 1957-1963.

Luis Somoza Debayle trató de dar a su mandato el carácter de un período de transición hacia la democracia. Entre las medidas que consideró convenientes, para alimentar esa imagen de cambio, se hallaba la reorganización de la Universidad, cuya situación no podía ignorar. A tal efecto, decidió proponer la rectoría de la institución a un prestigioso intelectual y universitario, el doctor Mariano Fiallos Gil, para ese entonces catedrático de Criminología y Filosofía del Derecho. El doctor Fiallos era un conocido opositor al régimen somocista, quien aceptó el nombramiento a condición de que se le permitiera seleccionar libremente a sus colaboradores, se le garantizara independencia en el manejo de la Universidad, en su política académica, en la distribución del presupuesto y que, además, se le asegurara el pronto otorgamiento de la autonomía universitaria.  Luis Somoza, para asombro incluso del propio Fiallos Gil, aceptó las condiciones, en un esfuerzo por dar la impresión de un cambio de rumbo.

Es interesante reproducir aquí algunas de las importantes declaraciones que el nuevo rector dio a los medios escritos, inmediatamente después de tomar posesión de la rectoría el 6 de junio de 1957, y que claramente anticipaban el rumbo que se proponía dar a la antañona Universidad, fiel a su compromiso vital con la libertad. Al diario La Noticia de Managua, en declaraciones publicadas el 7 de junio de 1957, el rector le manifestó: “He aceptado el delicado y honroso cargo de rector, a base de una completa independencia política, pues si hay una institución que debe guardar con el mayor celo posible su apoliticidad, esa es la Universidad. Por eso no permitiré que ninguna eventualidad despoje de su apoliticidad a nuestro máximo centro docente”, y agregó: “Con el nuevo reglamento estoy seguro que se darán los primeros pasos efectivos hacia la Autonomía Universitaria, máxima aspiración de nuestro universitariado, mediante una auténtica reforma universitaria”.

Al diario El Centroamericano, de la ciudad de León, dijo lo siguiente: “La Universidad tiene que basarse en su raíz popular. Los valores positivos de la cultura, descansan en la libertad. Para que cumpla su misión debe ser autónoma. Ser universitario es tener un privilegio y hay que corresponder a esa calidad”… “Nuestra Universidad tiene que  formar al estudiante como a un ser digno y libre.  Nada puede hacerse sin la libertad de pensamiento y de acción, y la conducta moral debe fundamentarse en una ética racionalista y no impositiva de manera que cada uno sea responsable de sus actos y pueda conducir a los demás dentro de los valores positivos necesarios en un país libre y democrático. Así, nuestras élites tienen que salir del pueblo, para que el pueblo pueda gozar de su dirección”… “Ya nuestras hermanas universidades centroamericanas son autónomas, y desde el momento que lo fueron, comenzaron a crecer con toda fuerza y a irradiar su cultura por todo el país. Algunos le tienen miedo a la libertad, pero ella es la única forma de poder desarrollarnos”… “Debemos surgir del sitio en que nos hallamos y preparar a los que tienen que encargarse de levantar a nuestro pueblo y colocarlo en el lugar que se merece entre sus hermanos de la América Hispana”.

En septiembre de 1957 ya estaba listo el anteproyecto de Ley Orgánica de la Universidad Nacional, el cual, impreso en mimeógrafo, fue profusamente distribuido entre el estudiantado y el cuerpo de profesores con el propósito de conocer la opinión del universitariado sobre el mismo. Al poco tiempo estudiantes y profesores remitieron sus dictámenes a la Secretaría General, donde fueron cuidadosamente estudiados, siendo varios de ellos tan atinados que condujeron a la modificación de ciertos artículos del proyecto. Una vez discutido en la Junta Universitaria, fue remitido al presidente de la República, por conducto del Ministerio de Educación Pública.

El 18 de enero de 1958, el proyecto fue entregado, personalmente, al presidente Luis Somoza Debayle por el rector Fiallos Gil, quien se hizo acompañar de todos los miembros de la Junta Universitaria. El 25 de marzo de ese mismo año, Luis Somoza rubricó el Decreto Ejecutivo No.38, por el cual se otorgó autonomía docente, administrativa y económica a la Universidad Nacional. Somoza prefirió aprobar la autonomía mediante un Decreto Ejecutivo que, dictado en receso del Congreso Nacional, tenía fuerza de ley, según los preceptos constitucionales entonces vigentes. “No quiero mandar el proyecto de ley al Congreso, le explicó el presidente al rector, porque esa gente no entiende de estas cosas y pueden introducirle cambios que desnaturalicen el proyecto que usted, rector Fiallos, me ha entregado, y que refleja lo que ustedes consideran que debe ser la Universidad”. Cabe dejar constancia, por la verdad histórica, que Luis Somoza no le hizo ningún cambio al proyecto que le presentaron las autoridades universitarias. El decreto fue publicado en La Gaceta, el diario oficial, el 27 de marzo de 1958.

Pese a todas las limitaciones existentes, la Universidad, en el ejercicio de su autonomía, se aprestó a ejercer su nueva condición de institución libre, a sabiendas de los peligros que acechaban a su precaria autonomía. Al inicio del año lectivo 1958-59, el rector Mariano Fiallos Gil dirigió a los jóvenes universitarios su famosa Carta del Rector a los Estudiantes, en la cual analizaba lo que para la Universidad significaba su recién estrenada libertad: “La autonomía”, escribió entonces el rector Fiallos, “es goce y padecimiento. Goce, porque el espíritu humano halla complacencia en su libertad, y padecimiento porque ese disfrute implica responsabilidad y trabajo, y tal vez haya en todo esto más padecimiento que goce, porque la tarea que tenemos enfrente es tanto más grande cuando más ausentes estamos de la historia de la República y porque muy poco se ha hecho por la cultura del pueblo… Recuperar el tiempo perdido es un trabajo enorme. Por lo tanto, hay que emprenderlo ahora mismo”.  Y así fue. La actividad desplegada por el rector, pese a su precaria salud, fue extraordinaria.

Imposible sería resumir aquí todos los importantes adelantos que la UNAN alcanzó desde que empezó a actuar como institución autónoma. Basta comparar lo que la Universidad había sido antes de 1958, con lo que llegó a ser en la década de los años sesenta y setenta, para comprobar que la autonomía fue el factor clave de semejante transformación. Mas, reconociendo lo decisivo que fue la autonomía para el singular desarrollo de la Universidad en esas décadas, estoy profundamente convencido de que su fruto más importante no reside en estos progresos sino en el cambio cualitativo que trajo consigo para nuestra vida universitaria el ejercicio de la libertad. 

La autonomía desempolvó y revitalizó los viejos claustros, sacó la Universidad del arrinconamiento provinciano donde el gobierno intencionalmente la había situado  y le permitió colocarse, como correspondía, en medio de la vida nacional, preocupada por su acontecer.  Gracias a la autonomía y al magisterio del rector Fiallos Gil, la Universidad adquirió conciencia de su elevada misión y responsabilidad en el seno de la sociedad nicaragüense y se aprestó a cumplirla.

Mariano Fiallos Gil es, sin duda, el forjador de la Universidad moderna en Nicaragua. Fue también un pensador de la educación superior. Sabía muy bien el rector Fiallos que el decreto ejecutivo, que trajo la autonomía a los claustros universitarios, no era suficiente y, desde el mismo día en que tal decreto fue promulgado, comenzó a abogar por la constitucionalización del principio de la autonomía y por la asignación de un porcentaje del presupuesto nacional para el sostenimiento de la Universidad.

Así, el rector advertía: “Hay que recordar que nuestra autonomía se sustenta en un Decreto del Poder Ejecutivo, emitido por delegación del Congreso, lo cual no es suficiente para garantizar el privilegio de desatarnos de una tradición de siglo y medio que nos mantenía sujetos a los humores de la política militante. Con esto quiero decir que para consolidar nuestra situación es necesario elevarla a categoría de principio constitucional señalando, además, un porcentaje del Presupuesto Nacional para nutrir el nuestro y cumplir así, cabalmente, el compromiso que nos liga con el Estado, que cada día necesita de más personal capacitado en la creciente complicación de sus servicios y con el pueblo nicaragüense”.

Con la autonomía universitaria llegaron a Nicaragua cuarenta años después los principales postulados de la Reforma de Córdoba: Elección de las autoridades universitarias (rector, decanos, etc…) por las directivas de las facultades; participación de los estudiantes en la Junta Universitaria, y en las firectivas de las facultades, Extensión Universitaria, Bienestar Estudiantil, etc…

El autor es académico y escritor, fue rector de la UNAN y ministro de Educación de Nicaragua.

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