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Marcado por los eventos represivos del régimen de Daniel Ortega que iniciaron en abril de 2018 y temiendo por su vida, Juan, nombre ficticio por razones de seguridad, es un sacerdote católico que decidió salir al exilio a mediados de agosto. “Le dije a mi mamá que está enferma: Mamá ya vengo voy a un retiro”, fue la excusa para evitar el dolor de una inesperada y forzada despedida.
Juan desconoce cuántos sacerdotes han tomado la misma decisión, pero ha escuchado de algunos. “Me vi en la necesidad imperiosa de dejar a mi mamá en su cama, gracias a Dios la atiende la familia, y sin decir nada a nadie, a mi mamá le dije ‘ahí vengo, voy a un retiro’, no podía decir nada, no podía decirle nada a nadie y salí con una mochila con una mudada extra”, relata.
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También recuerda a sus mascotas, “eran las que me acompañaban”, asegura. Tiene un padecimiento crónico, sobre la reserva de medicinas que carga “creo tengo para un mes”, calcula.
Dice que no anduvo en manifestaciones, pero sí fue recurrente en denunciar la represión en Nicaragua desde abril de 2018.
El religioso asegura que ha identificado a jóvenes que han sido reclutados como paramilitares armados y tiene la certeza que desde el inicio de las protestas “hay fuerzas ocultas que querían que ocurriera una masacre”.
“Yo no es que andaba protestando, lo que pasa es que me sentía indignado de ver como agredían a la población”, relata Juan sin ocultar la tristeza al recordar la represión contra las protestas cívicas.
Debido a sus denuncias públicas en 2018 comenzó a ser cuestionado y criticado por algunos pobladores orteguistas de la parroquia donde estaba asignado, a manera personal y desde las redes sociales.
“Ya dormía con miedo, no dormía ni en mi cama siquiera, si no que dormía adentro de la iglesia, ya eso ya no es vida”, aseguró.
Posteriormente fue a otra parroquia, “he sido muy franco, mis homilías causaban malestar entre personas que asistían y trabajan con el gobierno o del partido (sandinista) y realizaban algún servicio dentro de la misma iglesia”.
El detonante y los infiltrados
La decisión del exilio fue detonada por la arremetida del régimen de Ortega contra la iglesia católica que inició el 1 de agosto con el cierre de ocho emisoras católicas de la Diócesis de Matagalpa hasta llegar a la detención de monseñor Rolando Álvarez y el encarcelamiento de cuatro sacerdotes, un diácono, dos seminaristas y un laico.
Juan fue advertido que tenía entre los supuestos feligreses a infiltrados del régimen. “Ahí tomé la decisión”, asegura.
“Tenés gente ahí que son capaces de vender a sus propios hermanos”, señaló tras poner como ejemplo agrupaciones de laicos. “Es una situación bien complicada”, agregó.
Con el mayor sigilo posible, unos amigos le ayudaron a la salida de Nicaragua de forma irregular hacia un país centroamericano.
Los padres presos y decepción por la CEN
Criticó que los juicios contra los sacerdotes condenados Manuel Salvador García y monseñor Leonardo Urbina se han hecho sin el debido proceso judicial “y eso es lo sospechoso, a todas luces pareciera ser un caso fabricado” y en el caso del padre Oscar Benavides, detenido el 14 de agosto reaccionó: “no se sabe ni por qué”.
“También estas fueron razones por las que me decidí exiliar, me pueden montar cualquier delito”, aseveró.
Juan es categórico en señalar que la Conferencia Episcopal en Nicaragua (CEN) en este momento se encuentra sin consenso, no hay una voz común, “parece que hay quienes deciden ser indiferentes y otros que no quieren ser vistos como enemigos” y recordó que tres de los obispos son relativamente “nuevos”.
Consideró que esto podría estar provocando en sectores del clero una “sensación de abandono”.
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“Lo que yo percibí en amigos y compañeros míos es naturalmente temor ante la situación pero también esa sensación de abandono de que a los obispos no les importa su clero, no les importa un hermano suyo obispo, hay curas que están escondidos en una situación como en casa por cárcel, curas en el exilio, a varios les han negado el ingreso al país, religiosos expulsados y no se dice nada”.
Juan celebró el reciente pronunciamiento del clero de Estelí dirigido al gobierno de Nicaragua, “esa actitud no se encuentra en todos lados”, en referencia a la valentía y la unidad de los sacerdotes de esta Diócesis a cargo también de monseñor Rolando Álvarez como administrador apostólico.
Juan no ha perecido y por esto agradece a la Divina Providencia, ya que de una forma u otra ha logrado reunir algo de ropa y otro par de zapatos, con los que salió de Nicaragua ya requerían cambio. No ve un pronto regreso pero lo añora mucho.
El presbítero espera continuar con su misión evangelizadora y por el momento busca establecerse, su estatus de exiliado está muy reciente.