La purificación, o expiación, era una ceremonia religiosa que se practicaba en la antigua Grecia para limpiar de culpa a quienes cometían crímenes, inclusive homicidios espantosos.
También se hacían purificaciones de los templos profanados, de ciudades en las que durante las guerras se cometían matanzas, de ejércitos culpables de esos crímenes que ahora se les llama “de lesa humanidad”, etc.
La purificación se realizaba vertiendo o rociando agua de fuentes sagradas sobre la persona, o en el lugar que se quería purificar. Las purificaciones eran habituales, pero sobresalen las de personajes célebres que perpetraron asesinatos horrendos.
Cualquier sacerdote o persona consagrada podía practicar la purificación. Más cuando se trataba de personajes de alto rango, estos acudían ante los reyes para que los purificaran.
La purificación era absolutamente necesaria para liberarse del tomento de las Erinias (llamadas Furias por los romanos). Estas eran las divinidades de la venganza, particularmente de los crímenes de familia. Perseguían implacablemente a los culpables hasta que fueran purificados y expiaran sus crímenes, o se mataban ellos mismos llevados por la desesperación.
Una purificación célebre fue la de Orestes, el hijo de Agamenón y Clitemnestra quien mató a su madre porque ella había asesinado a su padre. Orestes fue purificado por Demofón, rey de Atenas. También es famosa la purificación de Herakles (Hércules), quien asesinó a su mujer e hijos y fue purificado por Ceix, rey de Traquinia. Y la de Medea, asesina de sus propios hijos, purificada por Circe, la reina hechicera de Eea.
Pero había casos en que no era suficiente una purificación, el criminal era purificado, pero las Erinias no dejaban de atormentarlo. Tal fue el caso de Alcmeón, el hijo de Anfiarao y Erífila que mató a la madre por orden del padre.
Anfiarao era un rey de Argos que tenía la facultad de la adivinación. Por eso supo que moriría si iba a la guerra contra Tebas y se escondió para no tener que ir. Pero Erífila sabía dónde se escondía su esposo y por un soborno, a cambio de un valioso collar de oro y diamantes que le dio Polinices, denunció dónde lo podrían encontrar.
Anfiarao se vio obligado a ir a la guerra contra Tebas, donde murió como él mismo lo había adivinado. Pero antes hizo jurar a su hijo, Alcmeón, quien todavía era un niño, que cuando tuviera la edad suficiente mataría a la madre para que pagara su traición.
Cuando llegó el tiempo de cumplir el juramento, Alcmeón mató a su madre y huyó de Argos atormentado por las Erinias. El matricida fue en busca de alguien que lo purificara. Varios reyes le hicieron la ceremonia de expiación, pero no se liberaba de las Erinias. Consultó un oráculo y este le dijo que sería libre hasta que encontrara un lugar que no hubiese sido alumbrado por el Sol en el momento que mató a su madre.
Alcmeón pensó que el oráculo se refería a las islas Equinadas, que se formaron a consecuencia de un sismo marino después de que él asesinó a Erífila. Y allí se estableció. Después fue a Psófide, donde reinaba Fegeo quien lo purificó y lo casó con su hija Arsínoe.
Como regalo de boda, Alcmeón dio a Arsínoe el fatídico collar con el cual fue sobornada su madre. Pero las Erinias seguían atormentándolo. Entonces le quitó el collar a Arsínoe y fue adonde el dios río Aqueloo, en cuyas aguas se bañó para purificarse.
De todas maneras los sufrimientos de Alcmeón continuaron, las Erinias no dejaron de atormentarlo hasta que los hermanos de Arsínone fueron a buscarlo y lo mataron. Llevaron el cadáver a Psófide y fue sepultado en medio de unos cipreses.
No se erigió allí ningún altar funerario, pero la gente creía que eran sagrados aquello cipreses y estaba prohibido cortarlos.