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Eduardo Pérez Picado solo tiene 11 años de edad y ya inició el negocio de una panadería. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

La historia del niño panadero que apoya a su madre con cáncer

Tiene 11 años de edad, pero ya tiene su propia panadería. En un pequeño horno eléctrico, de ocho en ocho, elabora bocadillos que luego distribuye en dos pulperías de su barrio y con lo que gana ayuda a costear las medicinas de su madre enferma

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Tiene que tener mucha paciencia y cuidado. Es un niño de 11 años de edad y hacer pan en un horno eléctrico pequeño puede ser peligroso para él. Las dificultades no lo detienen y Eduardo Pérez Picado está empeñado en sacar adelante su negocio de panadería, al cual llama Doña Pan.

Cada vez que tiene para la harina y otros ingredientes, Eduardo corre a elaborar pan de queso, donas, empanadas de queso y de pollo, picos, pan simple, tortas y espumillas.

En cada hornada le alcanzan ocho piezas en su pequeño horno eléctrico, por lo que se toma su tiempo para elaborar el producto que después va a entregar a dos pulperías que están cerca de su casa, en el barrio Los Corteses, de Villa Libertad hacia adentro.

La panadería de Eduardo Pérez Picado, Doña Pan. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

Por las mañanas va a una escuela, un proyecto comunal, donde está haciendo prácticas de panadería, por las tardes va a la escuela pública de Villa Libertad y el resto del tiempo se lo dedica a su panadería.

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Eduardo es un niño panadero que está empezando su negocio, pero dice que “todo mundo empieza desde cero†y así lo está haciendo él. “No voy a hacer esto ahorita que estoy pequeño, y después, cuando esté grande, no lo voy a hacer. No. Yo voy a tener mi panadería grandeâ€, afirma.

La idea

Lesbia Picado Castillo, la madre de Eduardo, tenía en 2019 un negocio de Mercado Fresco en su casa. El Día de las Madres de ese año, la empresa le llevó unos queques pequeños de menos de cuatro onzas para que los pusiera a la venta.

Esos queques los dieron a hacer en la panadería Don Pan, pequeños, para que el precio fuera asequible.

A Eduardo le llamó mucho la atención las decoraciones de los diminutos pasteles. Nunca antes había pensado en la panadería, pero ese día se le vino una idea a la mente.

La familia: Lesbia Picado, Milagros, Tomás Pérez y Eduardo. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

Le pidió dinero a su padre, Tomás Pérez, tomó uno de los pasteles, se lo pagó a su mamá y luego se lo dio como regalo de Día de las Madres, para luego hacerle una promesa: “Hoy quiero regalarle este pastel a usted, pero haciendo la promesa de que yo seré la próxima competencia de Don Pan y voy a crear mi propia panadería: Doña Panâ€.

Eduardo tenía en ese momento apenas nueve años de edad y sus padres no lo tomaron muy en serio. La madre se emocionó con el regalo y con las palabras de su hijo, pero no se percató en ese momento del espíritu emprendedor de su hijo. El padre sí, porque en otras ocasiones ya lo había escuchado hablando sobre ideas de poner un negocio, especialmente porque en la casa ellos tienen un taller de refrigeración mediante el cual brindan servicio a domicilio.

Certificado

Los meses pasaron y en el barrio Los Corteses existe un proyecto comunitario donde enseñan diferentes oficios a los jóvenes.

Un día, Eduardo llegó contento donde sus padres porque le dijeron que en ese proyecto lo iban a aceptar para que estudiara panadería.

Debido a que la pandemia del Covid-19 explotó en 2020, no fue posible ese año iniciar su curso, sino hasta en abril de 2021. Por las mañanas Eduardo iba a aprender panadería y por las tardes iba a sus clases de cuarto grado de primaria.

Así estuvo todo el año pasado 2021 y se graduó en diciembre. Ya tiene su certificado como panadero. Le gusta hacer de todo tipo de pan.

Eduardo explica que el pan es un buen producto porque no falla en la mesa de los hogares nicaragüenses ni en los restaurantes. En la mañana, la gente desayuna con café. A toda hora se consume el pan, indica. Además, a él también le gusta comer pan.

Doña Pan

En la iglesia a la que asiste la familia existe un programa de mentorías, mediante el cual ayudan a los feligreses a aprender inglés y también a emprender negocios.

Un líder de la iglesia se le acercó a Lesbia porque ella padece de cáncer y ha estado deprimida. Le indicó que, para que no estuviera solo en la casa la invitaba a tomar un curso de inglés en el programa de mentoría.

Lesbia aceptó y finalizó el curso.

Uno de los mentores se le acercó y le propuso emprender un negocio, para lo cual visitó la casa de ella en enero de este año 2022, justo en el momento en que Eduardo llegó procedente de sus prácticas de panadería.

El horno de Eduardo. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

Cuando el mentor se enteró que Eduardo sabía hacer pan, le pidió que hiciera una cantidad de productos para que lo fuera a vender en una feria que se realizaría el pasado 17 de febrero.

Eduardo llevó una bandeja de pan, empanadas, picos, tortas. Todos los productos que él sabe hacer. Al final fue el único de todos los emprendedores que vendió todo lo que llevó.

Lo ayudaron a sacar cuentas. Había invertido 300 córdobas. Apartaron ese dinero y luego vieron que le habían quedado de ganancia 1,600 córdobas. El niño estaba alegre.

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Como premio, los del programa de mentoría le regalaron un pequeño rótulo que dice: Doña Pan.

Desde entonces, Eduardo hace pan en su casa, en un pequeño horno eléctrico. El producto lo lleva a dos pulperías que están cerca de su casa y también se ofrece a elaborar bocadillos por encargo y a domicilio.

Las dificultades

Lesbia siente que ella es un obstáculo para su marido y sus hijos. Desde que está enferma de cáncer, mucho del dinero que entra a la casa se utiliza en tratamientos para ella.

Por ejemplo, el día de la feria, cuando Eduardo llevó el dinero que se ganó con la venta de bocadillos, al día siguiente había que comprar unas cosas caras para ella. El niño entregó el dinero y dijo: “Ocúpenlo para lo de mi mamá. Después podemos conseguir para la harinaâ€.

Los padres de Eduardo quieren apoyarlo. Tienen la idea de construirle un horno artesanal. Las amistades le dicen que busquen tutoriales en internet sobre cómo construir uno. Han visto algunos videos, pero no han tenido dinero para los materiales.

Lesbia usa turbante porque debido al cáncer ha perdido el cabello. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

Algunas personas les han hecho presupuesto. Un constructor les dijo que los materiales podrían rondar los 17 mil córdobas, un dinero que no está al alcance de ellos en estos momentos.

Además del hornito eléctrico, sus padres solo han podido conseguirle una batidora eléctrica y un pequeño estante de vidrio para que exhiba sus productos.

Eduardo no se desanima con los obstáculos. Dice que seguirá adelante hasta hacer grande su panadería, que, aunque pequeña en estos momentos, para él ya es un hecho.

En la escuela habla de su proyecto con sus maestros. Con sus amiguitos casi no habla de ello, pero sabe que puede ser ejemplo a seguir para ellos.

“Poco a poco iré comprando mis herramientasâ€, afirma Eduardo, quien, además de tener en mente estudiar medicina o contabilidad, ya está en camino de ser la competencia de la panadería Don Pan, a como se lo prometió a su madre el Día de las Madres de 2019.

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