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Norman López fue un indigente que estuvo sumergido en el alcoholismo y la drogadicción. Esa vida ya la dejó atrás y ahora dirige un canal de televisión. CORTESÍA

El indigente que peleaba por comida con perros en el Mercado Oriental, y que ahora dirige un canal de televisión

A los 12 años probó el alcohol por primera vez y dos años más tarde empezó con las drogas. Mendigó en los callejones del Mercado Oriental y se peleaba con los perros callejeros para comer de la basura. Hoy dirige un canal local en Santo Tomás. Esta es la historia de Norman López.

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En un improvisado estudio de televisión en Santo Tomás, Chontales, pasa la mayor parte del tiempo Norman López Castro. Él es quien programa todo en Canal 7 Fe Visión, desde las diez de la mañana que comienza la transmisión con una prédica evangélica, hasta que cierra a media noche después de una película de acción.

Hace siete años, el canal no existía. Norman ni siquiera conocía Santo Tomás, pero ahora, este pueblo mayormente ganadero se ha convertido en el lugar donde el hombre de 43 años se reencontró consigo mismo y volvió a creer en Dios, cuenta.

Hace siete años, Norman vivía en las calles de Managua. Era un indigente que mendigaba por un trago de alcohol en los callejones del Mercado Oriental. Sin bañarse, con el pelo largo y la barba tupida, a Norman se le podía encontrar cerca de algún comedor esperando a que sacaran la basura para comer.

Otras veces, hasta se peleaba con perros callejeros por un hueso, narra el hombre.

Esa vida ya la dejó atrás. Así lo decidió desde el cinco de agosto de 2015 cuando llegó a Santo Tomás para renovarse y recuperar la vida que 24 años de alcoholismo y drogadicción le hicieron desperdiciar.

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“No me hable de Dios”

Norman tenía 14 años y ya tomaba alcohol. A esa edad fue que probó por primera vez la marihuana y la cocaína. “Desde el primer momento me atrapó, me hechizó”, comenta.

Él se consideraba un bebedor y drogadicto social porque decía que solamente consumía las drogas y el alcohol los fines de semana, pero ahora en retrospectiva, reconoce que desde adolescente iba perdiendo su voluntad para decirle que no a sus adicciones.

Su madre, doña Celia Castro, era quien esperaba cada madrugaba que el joven Norman llegara alcoholizado a la casa del barrio Los Ángeles, en la periferia del Mercado Oriental

“Siempre estaba mi madre ahí esperándome. Era la que me abría la puerta”, recuerda Norman. Y después de que le abría, trataba de hablar con él.

– Hijo, buscá de Dios. Lo único que puede cambiar tu vida es Dios –le decía doña Celia a Norman.

– A mí no me hable de Dios. Eso es un invento que la gente se ha creado para manipular a los demás y sacar dinero –respondía.

El tercero de izquierda a derecha es Norman en su juventud cuando consumía alcohol y drogas. CORTESÍA

Norman relata que cada vez que su madre le hablaba de Dios, él la maltrataba verbalmente. No quería escuchar de Dios, ni de la religión ni nada parecido. Hace tiempo había dejado de creer en un Ser Supremo.

Desde que Norman nació el 3 de mayo de 1978, sus padres le inculcaron sus creencias religiosas. Era una familia evangélica que asistía contantemente a la iglesia. Su padre, que llevaba el mismo nombre de Norman, era un hombre amoroso y dedicado a su familia.

Hasta los siete años, Norman dice que tuvo una infancia muy feliz, con padres atentos, trabajadores, sin que le faltara nada y alentándolo a que estudiara, pero todo eso cambió a finales de los años ochenta.

Su padre trabajaba en la compañía cervecera, pero debido a la crisis de la época, se fue a trabajar con unos parientes en otro negocio en el cual ganaría mucho mejor, relata Norman.

“Ahí comenzó él a tener un cambio drástico en su comportamiento, sobre todo en su manera de castigarnos, corregirnos. En él influyeron mucho los malos consejos de estos parientes”, comenta el hombre.

Norman prefiere no entrar en detalles, pero explica que él y sus hermanos empezaron a recibir “castigos excesivos” y recibían mucho maltrato. En paralelo, el padre de Norman seguía yendo a la iglesia y hasta se convirtió en Pastor.

Cuando Norman cumplió 12 años fue cuando empezó a cuestionar a Dios, la iglesia, a sus miembros, y a su padre. “Un hombre que predicaba la palabra de Dios y que se supone que tenía que demostrar el amor de Dios que se proyectaba a través de estas palabras, ¿por qué él con sus hijos era una persona totalmente irracional, dura, violenta con su forma de corregir y castigarnos?”, se preguntaba Norman.

Eso lo llevó a sentir mucho rencor contra su padre y despertó un sentimiento de rebeldía. Dejó de creer en Dios y empezó a irse a la calle para evitar convivir con su progenitor.

Este es Norman rehabilitado durante un hablatón en el que participó para ayudar a niños con capacidades diferentes. CORTESÍA

El primer trago

–¿Qué están haciendo? –preguntó un día Norman a unos muchachos que estaban en una esquina cerca de su casa

–Estamos bebiendo guaro –le respondió uno de ellos

–¿Y qué es eso? –volvió a preguntar el niño de 12 años.

–Si querés saber qué es, probalo.

Transparente como el agua, pero con olor fuerte. El trago a pico de botella le quemó la garganta al pequeño Norman. No pudo evitar arrugar la cara, pero la sensación no fue suficiente como para evitar que volviera a tomar. Ese fue su primer trago de alcohol. “El que me llevó a mi ruina total”, rememora.

Días después volvió a beber alcohol, y continuó haciéndolo una y otra vez. Con amigos o parientes, le daba igual. Norman siguió viviendo los fines de semana mientras a su corta edad empezaba la secundaria.

Para este tiempo tuvo problemas con sus padres debido al alcohol y también con sus cuatro hermanos. Nadie toleraba su alcoholismo. Solamente sus padres eran quienes lo aconsejaban pese a que Norman se molestaba.

Fue hasta los 19 años que Norman decidió irse de la casa de sus padres. Se fue a vivir con unos parientes que hasta la fecha tienen un negocio de electrodomésticos en el Mercado Oriental. No le mencionaban a Dios y tampoco le recriminaban si tomaba alcohol. Era un ambiente diferente al de su casa. “Ahí se celebraba todo. Si nacía un gato, se celebraba. Yo me sentí en mi ambiente”, relata Norman.

Mientras vivió con ellos, también trabajó en el negocio de electrodomésticos, pero no dejó el alcohol ni las drogas y siempre decía que era un bebedor y drogadicto social. “Yo decía que como lo hacía solo los fines de semana, entonces tenía el control”, comenta. A pesar de todo, Norman pudo terminar su secundaria de manera intermitente hasta el año 2004, cuando tenía 26 años.

Con el tiempo, empezó a faltar al trabajo. Se perdía tres días hasta que su tío, el gerente del negocio, lo mandaba a buscar y lo encontraban borracho en alguna cuneta o tirado en un callejón.

Un día su tío le anunció que iba a dejar la gerencia e iba a pasarle el control del negocio a un primo de Norman, el cual no iba a tolerar sus ausencias. Ese primo le dijo que no lo iba a despedir, pero le advirtió que, si faltaba un día, mejor no regresara.

Aguantó tres meses hasta que se fue a beber alcohol y se perdió toda una semana. El primo mandó a buscarlo.

–¿Qué querés? –le dijo Norman a su primo cuando volvió al negocio

–Quería saber de vos. Te has perdido una semana ya.

–Como habíamos quedado que si te fallaba un día mejor no regresara, entonces decidí respetar el trato

Norman dice que su primo se puso a reír con su respuesta.

– Tenés razón. Que gusto verte pues. Te podés ir

Norman se fue del negocio y también de la casa donde vivía con sus parientes. Sentía que le habían cerrado las puertas y que le habían dado la espalda. Tenía 30 años y su refugio siguió siendo el alcohol.

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Regresó a casa de sus padres, quienes de vez en cuando lo acogían, pero la mayor parte del tiempo pasaba en la calle. Su familia tenía unas bodegas en el mercado y ahí se iba a dormir cuando no le querían abrir. Otras veces dormía donde le agarrara la noche. En la cuneta, en un parque, en la calle.

Tenía un colchón viejo en la bodega, pero ese lugar estaba en pésimas condiciones. “Eso se estaba cayendo”, recuerda Norman.

No se bañaba. No tenía dónde. Tampoco tenía para comer y se iba a los restaurantes de Ciudad Jardín a esperar que sacaran la basura para poder comer algo. Competía con los perros callejeros por cualquier hueso de pollo, cuenta.

Muchas veces pedía un córdoba a los visitantes del oriental y cuando ajustaba lo necesario, se iba a comprar guaro o piedras de crack.

Santo Tomás

La madre de Norman falleció en mayo de 2011 por un cáncer de mama que padecía, mientras que su padre falleció en febrero de 2015. Él asistió al entierro de su padre. Mientras su padre seguía en vida, todavía lo recibían de vez en cuando en la casa, pero con su muerte, sus hermanos ya no lo aceptaron más.

“Usted ya no vuelve a entrar a esta casa porque el único que lo soportaba lo acabamos de enterrar”, le dijo una de sus hermanas.

Norman se fue a beber y siguió viviendo en la calle y en la vieja bodega. De pronto, empezó a escuchar una voz que le decía que acabara con su vida. “Me decía que nadie me quería, que era una vergüenza para mi familia. Sentía que el pecho me iba a explotar”, relata el hombre.

La voz la escuchaba insistentemente casi todo el tiempo, hasta que un día decidió hacerle caso. Estaba en la vieja bodega familiar y antes de suicidarse, dice que vio pasar su vida rápidamente. Recordó su infancia, a su padre, el sufrimiento de su madre al verlo llegar alcoholizado, sus amigos y compañeros de trago que no lo acompañaron en sus días más duros. Toda su vida en un instante.

Recordando estaba cuando llegó su hermano menor Amado José. Llegaba a la bodega para ver si podía restaurarse, pero nunca esperó ver a su hermano a punto de terminar con su vida. Los dos hermanos tenían más de 13 años de no hablarse. “No nos podíamos ni ver. Éramos como enemigos”, recuerda Norman

Su hermano le habló, lo consoló. Le dijo que tenía que dejar esa vida y que lo iba a ayudar a salir adelante. Norman aceptó y en agosto de 2015, su hermano se lo llevó a vivir con él a Santo Tomás, donde había hecho su vida hace años.

Norman dice que desde que se bajó del bus que lo llevó a Santo Tomás, él ya iba dispuesto a cambiar. Lo primero que hizo fue entrar a un centro de rehabilitación en donde estuvo internado por un año.

Cuenta que recibió mucho apoyo, volvió a creer en Dios y asistió a una iglesia nuevamente. Cuando salió de la rehabilitación, empezó a trabajar como ayudante de albañilería en la Alcaldía de Santo Tomás.

Norman durante una charla en el centro de rehabilitación. CORTESÍA

Un día, mientras jalaba agua para hacer mezcla de cemento, sufrió una caída y se rompió una rodilla. Estuvo varios meses en recuperación y de subsidio. En ese tiempo, la iglesia bautista a la que asistía le ofreció estudiar Teología y el hombre aceptó.

Ahí conoció a muchas personas y una de ellas le propuso que contara su testimonio en una radio local que administraba una sobrina de ella. Norman aceptó contar su historia. Lo hizo varias veces, hasta que los dueños de la radio le propusieron dirigir un programa de alabanzas y superación personal. Él dijo que sí.

Tiempo después, conoció a un viejo locutor llamado Vicente Guzmán Molina quien lo escuchaba en su programa y le ofreció dirigir la radio local Fuente de Vida. Norman no quería, pues decía que él no tenía un título universitario y tampoco grandes conocimientos de radio, pero don Vicente le insistió.

Según Norman, el hombre quería que él dirigiera la radio para que otras personas creyentes se inspiraran, de manera que aceptó. Dirigió la radio por dos años, hasta febrero de 2019, cuando don Vicente falleció y los nuevos dueños decidieron removerlo como director.

Canal 7 Fe Visión

Previo al fallecimiento de don Vicente, el administrador de la compañía de cable local de Santo Tomás le había ofrecido un espacio en la señal para que Norman fundara un canal.

Al hombre no le pareció muy buena idea porque solamente le ofrecían la señal, pero él debía buscar todos los equipos para montar el canal, además de que no tenía experiencia en televisión, solamente en radio.

Tras quedar desempleado, Norman se tomó en serio la propuesta del canal. Empezó a hablar con amigos, miembros de su iglesia y viejos conocidos. Poco a poco fue consiguiendo dinero para comprar los equipos básicos.

El hombre no sabía cómo usarlos, así que empezó a ver tutoriales en youtube. Posteriormente, conoció a un joven ingeniero, quien le ayudó a montar y programar todo para que el canal saliera al aire el cuatro de enero de 2020 con el nombre de Canal 7 Fe Visión.

Canal 7 Fe Visión ya tiene dos años al aire bajo la dirección de Norman. CORTESÍA

Aunque tiene un nombre que puede parecer religioso, Norman dice que la programación de su canal es variada. Después de la prédica evangélica con la que inicia todas las mañanas, a las once del día transmite una novela brasileña y a medio día, una novela bíblica llamada El Rey David.

Para el resto del día, tiene programada una telenovela mexicana y desde las tres de la tarde hasta las siete de la noche, presenta dibujos animados y cine infantil. A las siete de la noche, se enlaza con un noticiero de Juigalpa y cierra su programación con cine de acción. El canal también tiene publicidad, lo que le permite sostenerse económicamente.

Norman ahora tiene 43 años. No está casado, tampoco tiene hijos y se considera una nueva persona que ha superado la etapa de alcoholismo y drogadicción que vivió la mayor parte de su vida.

Está dedicado a la iglesia y su canal, y también confiesa que todavía trabaja para superar muchos traumas de su etapa en las calles y del maltrato que sufría cuando era un niño.

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