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Estos son los retos de la educación superior en el 2022. Universidades forman con planes del siglo pasado, dicen especialistas

Es urgente actualizar la oferta de la educación superior, para vincular la formación a la realidad del país, también es necesario promover la investigación y recuperar la autonomía

La educación superior se enfrenta a grandes retos en el 2022, aunque ha avanzado en su búsqueda por la acreditación internacional y se creó una Ley para establecer los nuevos parámetros relacionados a los costos de titulación, a criterio de los especialistas aún debe enfrentar los problemas que siguen siendo los mismos desde las últimas décadas y con el paso del tiempo se han agudizado.

La educación en su conjunto enfrenta grandes deficiencias, desde los primeros niveles educativos como lo señaló la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en 2021. Por ello los especialistas señalaron que estas soluciones “cosméticas”, no resuelven las necesidades de la educación superior.

Además, consideran urgente dar al estudiante las herramientas que demanda la educación superior del siglo XXI. La cual, está enfocada en desarrollar la capacidad de pensamiento, el espíritu crítico y descubrir y resolver problemas. Habilidades que un profesional con deficiencias, como los que están graduando las universidades de Nicaragua no adquieren. Es por ello que los especialistas consideran que entre los retos más importantes que enfrenta en Nicaragua la educación superior están:

  • Actualizar la oferta educativa y los planes de estudio. Ya que la educación superior de Nicaragua sigue teniendo carreras y planes de estudio para el siglo pasado, totalmente desconectadas de la realidad social, económica y política del país; esto provoca que la formación universitaria no responda a las necesidades del mercado laboral.
  • Vincular la formación superior con la realidad del país. Esta debe estar ligada a los componentes prácticos de las carreras y a la investigación. Los estudiantes no pueden seguir haciendo prácticas en laboratorios y espacios controlados dentro de las universidades que son muy deficientes.
  • Promover la investigación. Pese a los avances que se habían logrado, en los últimos años es poco lo que se hace en este campo.
  • Recuperar la autonomía. Ninguna casa de estudios sin autonomía puede llamarse universidad, independientemente de que sea pública o privada.

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Transformaciones deben plasmarse en un rediseño curricular

“Los esfuerzos para superar estos retos tienen que terminar expresados en un currículo moderno, reflexible y orientado a las cosas que realmente van a tener un impacto en el desempeño del profesional; esto en función de las competencias que les permitan aportar para que el país avance”, dice el académico Ernesto Medina.

En su escrito La necesaria transformación de la educación superior, el académico Carlos Tünnermann, coincide en la necesidad de estos cambios, ya que actualmente no existe correspondencia entre los conocimientos y destrezas de los egresados y las necesidades sociales. Considera que estas transformaciones deben plasmarse, en última instancia, en un rediseño curricular; ya que este es el verdadero termómetro para medir el grado de transformación que experimenta una institución universitaria.

Pero advierte que la pertinencia de la educación superior no debe juzgarse por su respuesta a las necesidades de un determinado sector de la sociedad; sino por la pertinencia social, es decir, la pertinencia a las necesidades de todos los sectores sociales.

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Los cambios deben incluir todos los niveles educativos

Otra especialista que pide omitir su nombre, añade que los egresados  de la educación superior  no cuentan con una sólida  formación tecnológica; además, carecen de habilidades  gerenciales y administrativas competitivas y esto impide que la productividad del país mejore. Por tanto, los nuevos profesionales no están ayudando a que el país avance.

Los especialistas también señalan que los cambios que el sistema educativo nicaragüense requiere, deben iniciar desde lo niveles más bajos. Ya que las deficiencias que acarrean los estudiantes desde la primaria y secundaria, repercuten en la formación universitaria. Además, en lo referido a la formación de los docentes, debe incluir la trasformación curricular, pero también su formación y capacitación, orientada a transformar los valores e impulsar la capacidad de gestión educativa y el liderazgo que promueva la ciudadanía.

“Urge una apertura y adecuación de la metodología educativa, las herramientas tecnológicas y la disposición del tiempo del docente, en función de las condiciones sociales, económicas y culturales de cada uno de los estudiantes”, asegura la especialista.

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Priorizaron el crecimiento de las estadísticas

Los estudiantes salen de la secundaria cada vez peor formados; y llegan a la universidad con muy pocos recursos, con profesores deficientes y otras carencias. Eso implica que durante los primeros años, gran parte del tiempo lo dediquen a “llenar las lagunas y vacíos” que traen de la secundaria.

“En el mejor de los casos, en la universidad aprenden operaciones básicas de matemáticas, lectura y otras habilidades. Pero en otros casos los profesores asumen que son bachilleres y que deben tener resueltos esos conocimientos; entonces les imparten los nuevos, sin importar si el alumno entiende o no. Y para que la universidad funcione y ellos mismos puedan justificar sus funciones, aprueban a los estudiantes. Entonces la vida universitaria termina reducida a un ejercicio de memoria y repetición y los profesores se dan por satisfechos con eso”, lamenta Medina.

A criterio de los especialistas, en lugar de corregir estas carencias que quedaban claramente reflejadas en los catastróficos resultados de los exámenes de admisión a las universidades públicas, optaron por suspender estas pruebas. Eso dejó en evidencia que el interés primordial es que las estadísticas de ingreso sigan creciendo, en lugar de tratar de mejorar la calidad educativa.

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Sin autonomía no hay universidad

Con respecto a la autonomía, coinciden en que es evidente la pérdida de esta y que en los últimos años se ha reducido a la distribución del seis por ciento del Presupuesto General de la República, que por ley deben recibir. Mientras en las universidades del sector público esta fue puesta en pausa ante la sumisión de las autoridades educativas hacia el Poder Ejecutivo; en las privadas se toma en cuenta hasta donde le conviene a los directivos y los mantiene lejos de posibles represalias de parte del Ejecutivo.

Otro gran reto es recuperar la autonomía, ya que a universidad, por su propia naturaleza, es una institución comprometida con la libertad de cátedra y de pensamiento. “La autonomía permite el libre debate de todas las ideas y, por lo mismo, estimula en sus estudiantes la conciencia crítica. La universidad no es una simple “máquina para producir profesionales”, sino una institución forjadora de graduados universitarios que dominan sus respectivas profesiones pero que son, a la vez, ciudadanos portadores de un pensamiento capaz de analizar su realidad y el contexto en que les corresponde ejercer su oficio”, dice Tünnerman en su escrito.

La comunidad universitaria debe ser consciente de la necesidad de estos cambios y deben ser los primeros en impulsar esta transformación; que además debe incluir la apertura de los futuros profesionales a otros campos, ya que las carreras tradicionales sigue dominando la demanda educativa.

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Comunidad estudiantil y sociedad en general deben impulsar estos cambios

Según la especialista que pidió omitir su identidad, actualmente se ofrecen en Nicaragua 650 carreras universitarias y 369 títulos, la mayoría son carreras no técnicas; además, hay diez programas de diplomado y 19 de medicina. Y cerca del 90 por ciento de los estudiantes de educación terciaria están matriculados en carreras tradicionales; menos del 10 por ciento opta por carreras tecnológicas. Este desbalance contribuye a las altas tasas de desempleo entre los graduados de carreras tradicionales y a que el país enfrente una fuerte escasez de técnicos especializados.

Por su parte, Medina considera que la sociedad también debe impulsar estas transformaciones y no seguir conformándose con que sus hijos entren a la universidad y se gradúen. Porque tener un título y la foto de una bonita graduación no beneficia ni al graduado, ni a su familia, ni al país.

“Ya que por más bonito y adornado que esté un título y aunque haya sido escrito con la mejor caligrafía del mundo, al mercado laboral no le sirve si el nuevo profesional no tiene habilidades necesarias para aportar a las empresas y al país mediante sus capacidad para detectar y resolver problemas con un espíritu y pensamiento crítico, que le ayude al país a avanzar”, señaló Medina.

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