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El Salvador rumbo al régimen autoritario

Pocas horas después de tomar posesión de sus curules, el sábado 1 de mayo, los diputados del partido del presidente autoritario de El Salvador, Nayib Bukele, destituyeron bruscamente a los cinco magistrados de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, y al Fiscal General de la República.

El partido de Bukele ganó las elecciones de diputados el 28 de febrero, con una aplastante mayoría que le permite ahora reformar la Constitución para reelegirse indefinidamente, sustituir a los miembros de los otros poderes del Estado con personas sometidas a él. Y mucho más. Lo mismo que Daniel Ortega en Nicaragua.

De hecho eso es lo que está haciendo Bukele, comenzando con la destitución de los magistrados de la Sala Constitucional que en abril pasado le anularon un decreto sobre la pandemia y la reactivación económica, porque lo consideraron violatorio de la Constitución.

Las diversas fuerzas económicas, sociales y políticas democráticas del país, calificaron la destitución arbitraria de los magistrados judiciales como un atentado muy grave contra el principio democrático y la norma constitucional de la independencia de los poderes del Estado.

La Prensa Gráfica de El Salvador, periódico hermano de LA PRENSA de Nicaragua, advirtió en su editorial de ayer lunes 3 de mayo que si “los ahora fácilmente reconocibles enemigos de la Constitución tienen más convicción que los demócratas, la República estará perdida. Que esa llama sigue ardiendo… es más improbable desde el sábado, pero en El Salvador ser demócrata siempre supuso sacrificios. Y hoy como entonces el periodismo está dispuesto a cumplir con el suyo”.

La comunidad internacional ha repudiado la acción autoritaria del régimen de Bukele. La Unión Europea, la OEA, y Estados Unidos (EE.UU.) por medio de su secretario de Estado, del subsecretario de Estado interino para el hemisferio occidental, y de la vicepresidenta Kamala Harris, se han pronunciado vigorosamente contra la agresión al Estado de derecho en El Salvador.

Nayib Bukele enseñó sus garras dictatoriales desde la campaña electoral por la Presidencia de El Salvador. Él salió de las filas del FMLN —hermanastro del FSLN de Nicaragua— pero no fue por vocación democrática. Dio claras muestras de su intención de establecer un régimen autoritario en El Salvador y ya instalado en el poder a partir del 1 de junio de 2019, sus actuaciones y declaraciones han sido en dirección a instaurar una dictadura en ese país.

La comunidad democrática internacional está a tiempo de impedir que se consolide en El Salvador el proyecto neodictatorial de Nayib Bukele. Y tiene los medios para lograrlo. José Miguel Vivanco, director para las Américas de Human Right Watch, dijo que harán “todos los esfuerzos para que este asalto a la democracia afecte su relación (del régimen de Bukele) con el gobierno de EE.UU., el Banco Mundial, el FMI y el BID”.

La verdad es que si dejan correr a Bukele y le permiten que consolide la dictadura en El Salvador, después tendrán que lamentarlo y se quedarán hablando y haciendo aspavientos diplomáticos, incapaces de ayudar a la restauración de la democracia. Como ha ocurrido con los casos de Venezuela y Nicaragua.

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