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Lesther Alemán, Daniel Ortega, Nicaragua

Lesther Alemán, líder universitario. LAPRENSA/Cortesía

Lesther Alemán: “Hubo un plan para asesinarme”

El líder universitario, Lesther Alemán, narra las amenazas de muerte en Nicaragua. Pero también cuenta cómo su vida ha cambiado desde hace poco más de un año y su trabajo en el exilio

De manera inexplicable o secreta, la muerte también puede determinar el futuro. Para el líder universitario de 21 años de edad, Lesther Alemán, así sucedió cuando en febrero de 2018 una miembro de la iglesia evangélica a la que él pertenece fue asesinada por su pareja en Puerto Cabezas, en el Caribe Norte de Nicaragua.

“Ver a la hermana Carmen Arista inerte me tocó y empecé a reaccionar”, dice Lesther Alemán, vía telefónica a LA PRENSA, mientras se prepara para trabajar en lo que se ha dedicado desde que se fue al exilio después de recibir amenazas de muerte por miembros del gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua: denunciar a nivel internacional la represión estatal.

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Pocas semanas después del femicidio de la hermana en la fe de Alemán, el 8 de marzo de 2018, el muchacho fue a la marcha del Día de la Mujer, la primera protesta a la que asistía en su vida. Gritando consignas, ahí sintió “el calor” de la marcha y dijo: “Esto es lo que me gusta”.

Lo que Alemán no podía saber era lo que viviría en los próximos 15 meses: represión, golpes, amenazas, encarar al presidente de Nicaragua, Daniel Ortega; esconderse en casas de seguridad, dejar de ver a sus padres y su casa, abandonar sus estudios, irse al exilio, dar conferencias en más de 15 universidades de Estados Unidos; hablar con embajadores, diplomáticos y miembros de organizaciones de derechos humanos, y sobre todo tener un futuro incierto.

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Una vieja fábula china indica que el batir de las alas de una mariposa puede cambiar la vida al otro lado del mar. En esta entrevista hablamos de estas acciones, que por muy tenues que fueron, cambiaron la vida de Lesther Alemán.

¿Qué ha pasado con usted desde que se fue al exilio?

El 16 de mayo, día que encaro a Daniel Ortega, inicio a dimensionar con responsabilidad todo. No era un reconocimiento, sino un compromiso. Y esto llevaba sacrificios mínimos comparados a otras personas. Yo no me fui huyendo. A pesar de la persecución yo tuve unos cinco meses después del diálogo. Con el equipo habíamos creado una agenda de incidencia en la Organización de Naciones Unidas (ONU) y en la Organización de Estados Americanos (OEA), entre otros organismos de derechos humanos y embajadas de otros países. Creo que desde aquí se ha aportado un grano de arena.

¿Qué trabajo ha hecho en el exilio?

He adquirido la experiencia porque es muy probable que no lo sepa hacer con el nivel técnico que se requiere. Pero en el calor de la lucha hemos tomado los ejes de incidencia realizando trabajo con tomadores de decisiones. Hemos tenido encuentros con la diáspora, nicaragüenses que se han organizado o reorganizado durante este año de rebelión.

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¿De qué se ha dado cuenta?

La gente en el extranjero desconoce lo que está pasando. Había muchos vacíos de explicación porque están escuchando comunicados del régimen diciendo que todo está normal. Y entonces mi trabajo en parte ha sido desconstruir ese discurso. Aclarar que este conflicto no es de la derecha queriendo quitar a la izquierda, ni la izquierda resistiéndose de la derecha, sino que son ciudadanos reclamando sus derechos y un cambio de país.

Hasta hace un año usted era un universitario y ahora ha dado charlas en universidades de Estados Unidos y foros internacionales. ¿Cómo le ha cambiado la crisis?

Ha sido un cambio radical. Desde el preciso momento de vivir en casas de seguridad. Pero el cariño de la gente me fortalecía y me sostenía. Pero por otro lado, el cambio obviamente ha sido dejar mi país en condiciones que no quería. La vida nos maduró desde abril. También no estar con mis padres, pues soy el hijo menor; soy el mimado de mi papá. He obtenido experiencia organizativa, de incidencia y reuniones con funcionarios mucho mayores que yo. He vivido momentos que no corresponden a mi edad, pero es parte de la realidad que me tocó vivir sin pedirlo. El sufrimiento ha sido aprendizaje.

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A raíz de encarar a Ortega en el diálogo, ¿tomó medidas de seguridad?

Yo me fui a una casa de seguridad. Yo salí de mi casa el 14 de mayo de 2018 por la tarde y no he regresado hasta hoy. Hubo persecución, mis padres permanecieron más de tres meses vigilados las 24 horas. Siempre había comunicación por las redes con ellos para saludarlos. Era muy breve. El 30 de mayo miré a mi mamá en la marcha desde largo. Ella me dio la bendición desde lejos y para mí fue doloroso. Yo no pude abrazarla.

¿Ese fue el momento más difícil de todo este tiempo?

Creo que ha sido una montaña rusa de emociones. Primero, quiero decir que lo único que tengo fuera del país es mi cuerpo; todo lo demás está en Nicaragua. Y segundo, es la desesperación de querer hacer más por la lucha y estar lejos. Esas dos cargas han sido difíciles. Tampoco me gusta revictimizarme pero enfrento una condición migratoria sin definir por la incertidumbre tan cambiante de la lucha.

¿Cuáles fueron los momentos más difíciles en Nicaragua?

El 20 abril, que estuvimos encerrados en la Catedral de Managua, fue de lo más triste. Ver a jóvenes que lloraban por cómo divisábamos a las turbas entrar y los ataques, escuchar los disparos. En ese momento llegó la noticia de que había muerto un niño, hasta ese momento no sabíamos el nombre: Álvaro Conrado. Ahí nos desplomamos… Yo miré por primera vez a personas con impactos de bala. La gente gritaba pidiendo ayuda. Nosotros salimos a buscar vehículos bajo los disparos para intentar llevarlos a los centros asistenciales. Sin embargo, otro de los eventos tristes fue el 30 de mayo, ya que íbamos con una fuerza y una efervescencia que luego se convirtió en una tragedia. Luego también hicimos una vigilia durante el ataque contra la UNAN. La presión humana me hizo decidirme que me mataran a mí pero que dejaran de disparar. Ese día me escapé de la casa de seguridad, a pesar de la represión y la vigilancia, nos fuimos a Catedral y de ahí salimos en caravana hacia la UNAN.

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En una entrevista dijo que Daniel Ortega había pagado para matarlo. ¿Cómo ocurrió eso?

Yo no lo dije hasta ese momento. Pero había un plan de asesinarme. Yo suponía que los fanáticos de Ortega por congraciarse harían algo en mi contra. Increpar al presidente como un ciudadano tiene el derecho a hacerlo y decirle que se rinda, que renuncie, no es un atentado ni un delito. Lo que yo percibo es que la imagen de intocable se destruyó. Aquello inaccesible, lo destruimos los estudiantes. Y dijimos ¿por qué? Si es un humano, tiene que reconocer que falló e irse, pagar. Entonces en las filas del Frente era inadmisible. Ese mismo día un miembro de seguridad de Ortega dijo en Facebook que ese día no le había tocado turno, pero si no hubiera disparado al salir del diálogo.

¿Hubo algo más directo?

En julio se me comunicó de un plan de asesinarme. Después lo declaró la exembajadora de Estados Unidos, Laura Dogu. Los objetivos eran ella (Dogu), monseñor Silvio Báez, Humberto Ortega y yo. A pesar de eso, por mi terquedad y para mi coherencia de lucha, yo decido permanecer en el país. Pero me confirmaron que en las alcaldías municipales estaban ofreciendo dinero por mi cabeza. En una ocasión hubo una comunicación falsa de que yo iba para Estelí, y se movilizaron como 50 camionetas hacia Estelí para mi búsqueda. La represión recrudeció y estaban pagando como 50 mil dólares por mi cabeza. Y la orden era asesinarme. Esta orden bajaba desde El Carmen.

Lesther Alemán. líder universitario. LAPRENSA/Cortesía

Tengo entendido que sus padres se opusieron a que usted estuviera en las marchas. ¿Cómo manejó esa situación?

Mi papá nunca lo entendió. Es hasta hoy y sigue dimensionando el porqué. Mi mamá llegó a un punto que me dijo: “Yo no podía hacer nada, esa era tu lógica, tu lucha”. Ella solo me decía “cuidate, Dios te guarde”. Yo salía con esa protección y al final cuando regresaba seguía en esa contienda con mi papá. Tuve muchos conflictos también en la iglesia.

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¿Qué pasó con la iglesia?

Resulta que a partir del 16 de mayo fui excomulgado, yo hago el chile (broma) de eso. Lo que pasa es que yo era tesorero nacional de la juventud de mi denominación. Antes de la crisis había entregado mi cargo después de haber estado durante año y medio. Después del 16 de mayo hubo una convención donde se rindió informe y me comentaron que en esa convención borraron mi nombre de los registros, con tal de que no apareciera en el informe que iba a ser declarado en la Dirección General de Ingresos (DGI) para evitar represalia. Yo no he tenido la oportunidad de preguntar a mis líderes por qué hicieron esto, porque en realidad tengo una convicción de lucha. Yo me animé a algo que era justo. Y Jesús me enseñó a hacer revolución.

“Los objetivos eran ella (Dogu), monseñor Silvio Báez, Humberto Ortega y yo. A pesar de eso, por mi terquedad y por mi coherencia de lucha, yo decido permanecer en el país. Pero me confirmaron que en las alcaldías municipales estaban ofreciendo dinero por mi cabeza. En una ocasión hubo una comunicación falsa de que yo iba para Estelí, y se movilizaron como 50 camionetas hacia Estelí para mi búsqueda. La represión recrudeció y estaban pagando como 50 mil dólares por mi cabeza. Y la orden era asesinarme. Esta orden bajaba desde El Carmen”.

Lesther Alemán, líder universitario

¿Por qué no ha regresado al país?

Sé que no hay garantías mínimas de seguridad. Sé que es un riesgo que en algún momento voy a asumir. Si no he regresado es porque he estado cumpliendo la agenda aquí, pero con la salida de los presos políticos el deseo de retornar a Nicaragua ha incrementado, pero obviamente no lo voy a anunciar.

¿Qué será lo primero que hará al venir a Nicaragua?

Además de sonreír, visitar lugares donde la gente me ha demostrado cariño. Quiero ir al Caribe Sur de Nicaragua porque no conozco y muchas personas me han escrito demostrándome afecto. Quiero ir a los departamentos de la zona norte y revivir las emociones de Masaya y León, y asistir a actos conmemorativos que me sueño. Quiero ver, aunque sea de largo, mi casa. Saludar a mis hermanos y mis tíos. Y, por supuesto, seguir en la lucha porque con la salida de Ortega no finaliza la lucha. Sería apenas una de las luchas libradas. Porque la mayor conquista será que se escuche a la juventud.

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Usted era estudiante de cuarto año de Comunicación en la Universidad Centroamericana. ¿Finalizará la carrera o ahora que su vida ha cambiado piensa dedicarse a otra profesión?

Yo siempre he querido ser periodista de prensa escrita o radial. Ese es mi deseo. Pienso concluir mi carrera en mi universidad y graduarme cuanto antes. Pero sí generar cambios desde donde esté. Entonces sí me he replanteado estudiar una segunda carrera o especializarme en algo de Comunicación que puede abarcar un aspecto más político o institucional o de políticas públicas, pero que genere cambio en la toma de decisiones. Pero sí quiero terminar la carrera, porque aunque vuelva a nacer elegiría Comunicación.

Por esta convicción de generar cambios, ¿le gustaría desempeñarse en algún cargo público?

Al final me gustaría ayudar para el cambio. Ya sea en público, en privado o desde alguna ONG. Yo solo sería un servidor público en un sistema que le sirva a la gente y no que se sirva de la gente. Eso no existe hasta el momento, eso se tiene que construir, o estar en la construcción de ello. Para mí los cargos públicos son para personas adecuadas, no necesariamente debo ser yo. Si a mí me toca apoyar a otra persona, lo haré. Si yo considero tener la capacidad técnica, lo asumiría. De lo contrario, no. No creo que porque estuve en la lucha me merezca un cargo. Para mí ha sido un aporte. Es una convicción, no es de lucrarse.

¿Creé que se está cerca de conseguir la libertad por la que ha luchado?

No puedo ser brujo ni demagogo en decir cosas para que la gente se sienta bien. Es parte de ser responsable. Pero debemos de redoblar los esfuerzos y agotar todas las instancias que aportan a la lucha interna o doméstica. Lo que nosotros vemos es un régimen totalmente desplomado en el sentido moral y simbólico. Es un dictador que no gobierna y se aferra al poder por medio de las armas. Pero a cuentagotas Nicaragua ha logrado cosas en 14 meses, porque es una dictadura que se ha puesto plazos, y que ha reconocido que tiene presos políticos.

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¿Cuando dice que hay que redoblar esfuerzos es para negociar con Daniel Ortega o para que se rinda?

Los sancionadores nos han hecho saber que el motivo de estas sanciones es llevar a Ortega a una mesa. Nosotros a lo interno haremos que esa mesa sea para negociar su salida. Esas palabras no han muerto, no han tenido caducidad. Porque en cualquiera que sea, en esta o cualquier otra mesa, lo que se va a negociar es la salida de Ortega. Por elecciones adelantadas o por renuncia, no importa. Pero esta es la exigencia que Nicaragua se ha trazado.

Se habla mucho de la “Nueva Nicaragua”. ¿Qué significa?

Esto es un proceso de transición en el que esperamos la consolidación de la democracia. Podemos salir de un régimen dictatorial hacia una incipiente democracia que se construya desde la participación ciudadana, como está sucediendo actualmente. Más que una “nueva Nicaragua” yo pienso en depurar la que existe. Porque existe lo reformable y lo que no, partiendo de un proceso de investigación. Porque muchas veces en el fanático orteguista existe el miedo al día después. Es ilógico que nosotros a los empleados públicos los vamos a despedir y le vamos a dar plomo o paredón, como hizo la guerrilla con los somocistas cuando tomó el poder. Ese miedo es impuesto por Ortega porque en su discurso asegura estabilidad y perpetuidad.


Plano personal

Lesther Alemán nació el 14 de enero de 1998. Estando en el exilio cumplió 21 años de edad.

Su madre siempre le exigió ser buen estudiante. En el Instituto Modesto Armijo Lozano fue excelencia académica en secundaria y obtuvo la beca en la UCA para estudiar Comunicación. Durante los cuatro años estuvo entre los mejores estudiantes de la carrera y la universidad.

A Lesther Alemán le gustaría que lo recuerden por algo que ayudó a cambiar Nicaragua y no por haber encarado a Daniel Ortega.

El origen político de su familia está dividido. Una tendencia es antisomocista y otra tendencia afín a la revolución.

En un Ping Pong para Domingo dijo que le gustaría seguir los pasos de Carlos Fonseca Amador y Martin Luther King. En la misma entrevista confesó que le gustaría ser presidente de Nicaragua.

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