Este sábado 1 de diciembre Ana Quirós cumplió 62 años y por primera vez en cuatro décadas pasó esa fecha fuera de Nicaragua. El régimen de los Ortega Murillo la expulsó a Costa Rica el pasado lunes 26 de noviembre, pese a que cuenta con la nacionalidad nicaragüense desde hace 21 años y ha trabajado por el país desde la primera vez que puso pie en nuestro territorio.
Todavía no digiere las cosas que le han ocurrido en los últimos días. De pronto se ha visto en el exilio y también ha recibido la noticia de que el Centro de Información y Servicios de Asesoría en Salud (Cisas), la organización a la que dedicó 35 años de su vida, será eliminado y sus bienes confiscados por decreto para pasar a manos del Estado.
No obstante, asegura que todavía tiene fuerzas para seguir alzando la voz contra las injusticias del régimen nicaragüense. Además, tiene familia y amigos y, sobre todo, fe en que Nicaragua está pronta a salir de la crisis en la que se halla sumida. “Nunca es más oscura la noche que cuando va a amanecer”, sostiene Quirós, que hoy se siente tan nicaragüense como siempre.
En esta entrevista, realizada vía telefónica, habla sobre su vida, sus miedos y sus esperanzas.
¿Cómo vino a Nicaragua?
La primera vez que voy a Nicaragua es a raíz del terremoto del 72, cuando entré a Managua todavía humeaban los escombros, todavía había olor a muerto. Y desde entonces me impactó muchísimo. Quedé conmovida por lo que viví en Nicaragua y por lo que había vivido el pueblo nicaragüense. Fui con la Cruz Roja Juvenil de Costa Rica y pasé un tiempo allá.
¿Vino a atender la emergencia?
Así es.
Y cuando vio esa ciudad en ruinas, ¿pensó que este era un buen país para vivir?
(Ríe) No… Debo reconocer que le tengo pánico a los temblores y no sé si será que soy un poco masoquista, pero aún teniéndoles pánico me fui en aquella ocasión a Managua y he seguido viviendo en Nicaragua.
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¿Se quedó a vivir desde ese momento?
No, en ese momento no me quedé. Era bien chiquita, todavía estaba en la secundaria. Después de eso me vinculé a los grupos de solidaridad con Nicaragua, que estaban tratando de liberarla de la dictadura de los Somoza y me comprometí profundamente con la lucha por la liberación. Yo trabajé, recuerdo, con la gente que estaba promoviendo la campaña Navidad sin Presos Políticos. Debe haber sido en el 75 o 76. Trabajaba en promover la solidaridad, acompañar a los refugiados, servir de retaguardia en el Frente Sur, dar atención a las personas heridas.
¿En qué año se establece en Nicaragua?
A finales del 79 y después de eso ahí me quedo.
¿Por qué decide quedarse?
Había una enorme expectativa, un enorme sueño sobre lo que Nicaragua podía hacer y lo que podía representar para la liberación de los pueblos, especialmente de nuestra región; pero además una enorme expectativa sobre lo que se podría construir para la igualdad, los derechos de las personas y, en mi caso particular, para el derecho a la salud. Quería aportar y aprender. Trabajé en el Ministerio de Salud en el diseño y la implementación de las jornadas populares de salud, gracias a las cuales se erradicó la polio en Nicaragua y se redujeron prácticamente hasta hacerlos desaparecer el sarampión, el tétano neonatal y otras enfermedades que antes, durante el tiempo de Somoza, eran las principales causas de muerte.
¿Estuvo trabajando durante todos los años ochenta con el Gobierno?
No, en 1983, a raíz de una medida burocrática en el Ministerio de Salud que quería prohibirnos hablar sin pedir permiso, decidimos renunciar, salir del Ministerio de Salud y formar Cisas, el Centro de Información y Servicios de Asesoría en Salud, que este julio cumplió 35 años de existir. Ese es el origen de Cisas. Siempre he trabajado ahí y he participado muy activamente, pero en un primer momento la directora fue otra compañera. Yo la dirigí creo que desde 2009.
¿De dónde viene ese gran interés suyo por la salud?
Vengo de una familia que se ha dedicado a la educación y a la salud. Mi papá era médico y mi mamá educadora, con especialidad en educación para niños con capacidades diferentes. Y he estado siempre convencida de que sin salud no hay vida y sin salud los otros derechos básicos pierden trascendencia; convencida de que en la medida que alguien no tiene la salud suficiente, aunque haya mucha inversión en educación, los efectos serán limitados porque una persona enferma no aprende igual y una que no aprende no produce. Una persona enferma tampoco produce igual. Yo empecé estudiando Medicina, pero muy rápidamente me di cuenta de que a mí lo que me gustaba no era la enfermedad ni tratar personas enfermas, sino la salud y promover que todo mundo tenga acceso a ella. Muchos de los problemas de salud no tienen que ver solo con cuestiones físicas, sino con cuestiones económicas y sobre todo con cuestiones sociales.
Esta semana usted fue expulsada del país y, además, la Asamblea Nacional le quitó la personería jurídica a Cisas, la organización en la que ha trabajado durante 35 años. ¿Cómo tomó la noticia?
Con un gran dolor, porque… es mi vida. Pero sé que Cisas va a sobrevivir, que Cisas y el trabajo nuestro y nuestro compromiso van a seguir. Esto me ha dolido más que mi expulsión, porque sé que esto impacta a mucho más gente.
¿Quién pierde más con todo esto?
Pierde Nicaragua, pierde la población empobrecida, pero también pierde mucho esta gente que hoy nos quiere pasar una factura que no debemos. Yo creo que unas autoridades inteligentes deberían estar dispuestas a acoger primero el consejo, segundo la opinión e incluso las críticas, porque es de las críticas y el consejo que se puede aprender y mejorar el sistema. Un sistema rodeado de aduladores nunca va a mejorar.
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¿Por qué cree usted que el régimen de los Ortega Murillo se está ensañando con Cisas?
No sé por qué con Cisas, pero creo que como dicen algunos: “Nunca es más oscura la noche que cuando va a amanecer” y creo que estas son medidas de desesperación, creo que nos tienen miedo. Las medidas que tomaron conmigo y están tomando ahora con Cisas son, a mi forma de ver, medidas de miedo, que además muestran claramente que al final a ellos lo que les interesa es quedarse con bienes, les interesan las cuestiones materiales.
¿Cuáles son esos bienes de Cisas que ahora, por decreto de la Asamblea, estarían pasando
a manos del Estado?
Cisas cuenta con bienes que ha acumulado en estos 35 años, algunos bienes inmuebles, las oficinas donde funcionamos, algunos equipos. Recibíamos fondos de distintos gobiernos y oenegés que financiaban proyectos, que hasta el momento siempre hemos cumplido.
¿En qué específicamente ha trabajado Cisas?
Trabajamos en educación, promoviendo que las personas buscaran solución a sus problemas a partir de nuevos conocimientos. Por ejemplo, promovimos en distintos lugares la instalación de agua potable y la participación de la gente en la construcción de sus acueductos. Durante el Mitch trabajamos en la construcción y autoconstrucción de viviendas para las personas afectadas y en la prevención de desastres naturales. Hemos trabajado en la promoción de los derechos de las mujeres y en contra de la violencia, probablemente esa es de las cosas que más les duele porque hemos trabajado en la denuncia de la violencia familiar y la violencia sexual hacia las mujeres.
¿Por qué les duele eso en particular?
Porque toca un tema muy sensible, como fue la denuncia de la violación interpuesta por Zoilamérica (Ortega Murillo), y también por el desenmascaramiento de la supuesta igualdad de género que ha promovido este gobierno, cuando en realidad desde antes de volver a ser gobierno empezaron a atacar a las mujeres y, en particular, a las feministas.
¿A Daniel Ortega no le gustan las feministas?
No le gustan las feministas y a Rosario Murillo, menos. La inquina y el odio que les tienen a las feministas son históricos. Fuimos de las primeras perseguidas y seguimos siendo perseguidas.
¿Y eso a qué se debería?
Las feministas representan una voz que no se calla, que les ha estado diciendo desde un primer momento que son un gobierno autoritario y dictatorial. Y por supuesto, el caso de Zoilamérica, que los enfrentó con nosotras y con el movimiento internacional del feminismo.
¿Y a las feministas cómo les cae Daniel Ortega?
Pues si lo tuviéramos que decir en buen nicaragüense, diríamos que en las “meras patas”.
¿Alguna vez ha militado en un partido político?
Lo más cerca que estuve de un partido político fue mi trabajo al lado del Frente Sandinista.
¿Y alguna vez se ha definido como sandinista?
Sí. Claro que sí.
¿Actualmente?
Actualmente quisiera pensar que la doctrina sandinista sigue teniendo vigencia; sin embargo, han prostituido tanto, han manchado tanto la doctrina y el término sandinista que prefiero decir que soy feminista y que estoy comprometida con la democracia, la justicia y la igualdad, más que tratar de ponerme una etiqueta.
¿Tampoco se define como persona de izquierdas?
Creo que la cuestión de izquierdas y derechas son conceptos obsoletos. Por ejemplo, Daniel Ortega se dice de izquierda y yo al lado de él no quisiera estar nunca, ni a su izquierda ni a su derecha.
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El pasado 18 de abril, el día que empezaron las protestas ciudadanas contra las reformas al Seguro Social, a usted las turbas orteguistas la golpearon bien feo, ¿ha tenido repercusiones físicas luego de eso?
Todavía no recupero la capacidad de mi mano derecha, he tenido que ser operada dos veces, la última hace quince días. Tengo las puntadas todavía, dos clavos; bueno, uno, porque durante las horas de esposamiento que pasé (antes de ser expulsada de Nicaragua, el pasado lunes 26 de noviembre) en algún momento perdí uno de los clavos de mi dedo. Dos dedos me fracturaron y la muñeca.
El lunes, cuando recibió la notificación de Migración y Extranjería, ¿se imaginaba que venía esto?
Imaginaba que podía pasar esto o que podían incluso dejarme presa, pero sí, era algo que pensé que en algún momento podría pasarme.
Luego la llevaron unas horas a la cárcel del Chipote y entiendo que ahí encontró a doña Delmys Portocarrero, presa política de Jinotepe, ¿pudo hablar con ella?
La vi a ella y a dos compañeras más. Estuve con ellas platicando, me acogieron. Te lo juro que me dejaron con un hoyo en el corazón porque gente que está en una situación de enorme privación, aun en esos momentos, aun en esos lugares, son capaces de compartir, de solidarizarse, de darte no solo el cariño sino esas pocas cosas que tienen. Y aun en esas condiciones gritar y saludarme con consignas cuando supieron que era yo quien estaba ahí.
¿Qué cosas compartieron con usted?
Me dieron un pedazo de manzana, una botella de agua. Me estaban regalando artículos de uso personal porque en ese momento creíamos que me iban a dejar ahí, que iba para largo. Me prestaron sus chinelas, me dieron un cepillo de dientes. Ellas están fuertes. Es lo primero que me dijeron: “Aquí estamos, estamos fuertes”. No les han doblegado el espíritu.
¿Luego a usted la sacaron directamente del Chipote a la frontera con Costa Rica?
Directamente. Nos detuvimos en Nindirí, donde me obligaron a quitarme mi camiseta y mi gorra de Nicaragua y me las robaron descaradamente. Ojalá a quien se haya quedado con ellas, le dé un poquito de pudor y se contagie del orgullo que tenemos quienes de verdad amamos a Nicaragua.
¿Qué iba pensando en su camino a Peñas Blancas?
Iba con mucha rabia, mucha rabia, pero también con mucha incertidumbre porque en ningún momento te dicen nada y sabemos de qué han sido capaces. Yo hubiera esperado que me dejaran hablar con las autoridades costarricenses, que sé que estuvieron pendientes, pero nunca lo hicieron, ni me dejaron hablar con mi abogada ni con nadie.
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¿Cómo la trasladaron?
Me llevaron en un microbús rodeada de gente armada con AK y con uno o dos vehículos adicionales escoltando. Y eso fue nada, entre Migración y el Chipote la caravana era de al menos nueve vehículos para trasladarme solo a mí y me llevaban esposada. Así de miedo nos tienen.
¿Por qué deberían tener miedo?
Porque ni esposándonos ni llevándonos con todos esos vehículos van a lograr lo que ellos quisieran, que es el silencio.
¿Cómo se ha sentido en estos días allá en Costa Rica?
Después de cuarenta años de no vivir en Costa Rica, no puedo negar que me siento un poco extraña, aunque tanto ticos como nicas me han recibido con los brazos y con el corazón abiertos. Tengo que agradecer la solidaridad de gente nicaragüense que no tiene nada aquí, que está viviendo en condiciones sumamente difíciles, e igual ha querido solidarizarse conmigo.
¿Ya ha pensado qué hará mientras esté allá?
No lo tengo claro totalmente, no he tenido la oportunidad de pensar. He estado tratando de vivir a un día la vez y cada día es un cúmulo de nuevas cosas. Pero no me voy a callar, no voy a dejar de demandar libertad para los secuestrados y secuestradas, justicia para los asesinados, retorno en libertad para los exiliados y cese a la represión. Eso es lo que sí tengo claro.
¿Ha llorado en estos días?
Algo… Pero todavía creo que el shock es mucho. Todavía no lo digiero bien. Pero me siento dentro de todo con fuerza, con ánimo de seguir, aunque con temor por mis compañeras (las feministas nicaragüenses) porque sí sé que están corriendo peligro. Y también por otros que no conozco personalmente, pero que también corren peligro. Nadie merece estar viviendo esto.
¿Qué está dejando atrás, en Nicaragua?
Muchísimas amistades, perros, gatos, familia, pero sobre todo, una vida. Son dos tercios de mi vida los que he vivido en Nicaragua. Es toda mi vida adulta. Y muchos sueños.
¿Se siente menos nicaragüense ahora que le están revocando su nacionalidad?
De ninguna manera. Me sentía nicaragüense antes de que me dieran el papel y me siento nicaragüense ahora que me lo quieren quitar.
Ya en tiempos de Arnoldo Alemán la habían querido expulsar, cuando estaba denunciando el mal manejo de los fondos del Mitch, pero no pudieron. Esta es la segunda vez que le quieren hacer sentir que no es nicaragüense. ¿Cómo lo toma?
Siento que los que no son nicaragüenses son esas personas que quieren desconocer mi compromiso con Nicaragua y nunca lograrán que yo me sienta menos nicaragüense o que no me sienta orgullosa de ser nicaragüense y costarricense. Siempre he dicho, no de ahora, que soy orgullosamente binacional, porque estoy convencida de que la historia y el porvenir de Costa Rica y Nicaragua están íntimamente ligados. No puede surgir uno de los pueblos sin que el otro surja también, por eso vamos a seguir luchando y seguir defendiendo a Nicaragua (se le ahoga la voz) y a su pueblo heroico, valiente, corajudo y solidario.
Si nos atenemos a la resolución de Migración, en caso de que las cosas no cambien en Nicaragua, usted estaría al menos cinco años sin poder volver al país…
Así dicen esos jodidos… Pero yo estoy segura de que ellos no van a sobrevivir cinco años.
Plano personal
Ana Quirós nació en México, de padres costarricenses, pero fue criada en Costa Rica y nacionalizada como ciudadana tica. Nunca tuvo la nacionalidad mexicana. Desde hace 21 años fue nacionalizada nicaragüense.
En Costa Rica hizo todos sus estudios, incluidos los de la universidad. Estudió Medicina y Economía y es experta en Salud Pública.
Vivió en Nicaragua durante casi cuarenta años y aquí fue una importante voz crítica del poder. Tras el huracán Mitch, dirigió la Coordinadora Civil para la Emergencia y la Reconstrucción; fue presidenta de la Federación de ONG de Nicaragua y ha pertenecido activamente al Movimiento Autónomo de Mujeres y a la articulación feminista.
Su pasatiempo son los juegos de computadora, siempre que sean de superar niveles y no de matar. Lo suyo son los juegos estilo Mario Bross y Candy Crush.
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También le gusta ver caricaturas, como Las Chicas Superpoderosas y la Pequeña Lulú, cuyo contenido es altamente feminista, y películas animadas, como Coco y Happy Feet. No le gustan las películas de terror ni las que terminan en tragedia y lágrimas. Le gustan las series, como The Big Bang Theory y CSI.
También le encanta leer, sobre todo las novelas detectivescas, clásicas como las de Agatha Christie o modernas como las de John Grisham.
Le gusta ver casi todos los deportes, pero solo practica natación. Adora el futbol, le va al Real Madrid y al París Saint Germain y desde niña no se perdía las Copas Mundiales, hasta este año. Esta vez, por primera vez en su vida, no vio el Mundial. Es más, ni siquiera recuerda quién se llevó la Copa. La situación que atravesaba Nicaragua la absorbió y le robó el entusiasmo por sus pasiones y pasatiempos.
Tiene una hija biológica, un hijo de crianza y muchos sobrinos adquiridos. Le gusta la comida tailandesa.