En la salida de Nueva Guinea que lleva a la comunidad La Fonseca, en el Caribe Sur, efectivos del Ejército y de la Policía llevan más de ocho días manteniendo un retén en busca de extranjeros y periodistas. Están ahí desde que ocurrió la supuesta “explosión” en La Fonseca y que la Policía aprovechó para detener a seis extranjeros y a varios líderes anticanal y expulsar del país a los primeros.
Cada vehículo que no es de la zona y que pasa por el retén es detenido por los policías y militares, estos últimos manteniendo sus armas apuntando hacia el frente y en una actitud amenazante. “No quieren que entren extranjeros a La Fonseca”, explica Francisca Ramírez, la lideresa anticanal.
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Y es que más de una semana después los pobladores de La Fonseca y comunidades aledañas no terminan de creer lo que pasó: la Policía, que nunca tiene patrullas ni efectivos para ir a investigar un delito, llegó el pasado sábado 25 de junio a La Fonseca para detener a los extranjeros y los líderes anticanal con una celeridad nunca antes vista.
El “delito” había sido que un grupo de campesinos se reunió ese día con seis extranjeros para aprender a cocinar con menos leña y otras técnicas ecológicas, pero un joven de 25 años, Alexander Marenco Ríos, tuvo la mala suerte de pasar un papel periódico en llamas por un barril que antes había contenido combustible. El barril lanzó un “fogonazo” y la camisa de Marenco ardió en llamas quemándole el rostro y el pecho al joven.
Marenco se está recuperando en una clínica privada y “ya está mudando la piel, está botando el pellejo”, explicó su padre, el agricultor Abel Marenco Gatica, quien niega rotundamente que haya existido la “explosión” de la que hablaron las autoridades del gobierno de Daniel Ortega.
Esa “explosión” le ha servido al Gobierno para aumentar una “persecución” en contra de los pobladores de La Fonseca, una comunidad que se encuentra dentro del área de construcción del canal y que está en peligro de desaparecer si se concreta el proyecto de Ortega, explica Marenco Gatica.
El temor en la zona es tal que una señora cerró las puertas de su casa cuando vio que una camioneta blanca estaba afuera. “Es que los chinos andan en camioneta blanca”, explica Marenco Gatica.
La concejal del PLI en Nueva Guinea, Eyder García, muestra los moretones que tiene en el brazo izquierdo, cerca del hombro, ya que fue detenida junto con los extranjeros cuando intentaba evitar que se llevaran preso a su esposo Pedro Mena, un líder anticanal.
García comenta que se ha intensificado en La Fonseca la persecución de parte de policías vestidos de civil, quienes no pueden ver que alguien extraño entra a La Fonseca porque inmediatamente activan una especie de espionaje.
A menos de 50 metros de la casa de doña Francisca Ramírez constantemente hay presencia de miembros del Ejército.
Otro de los ciudadanos que estuvo presente en los hechos del 25 de junio, Raúl Antonio Bucardo, de 42 años, explica que tras los sucesos lo que hay es un “celo” del Gobierno, porque cree que los extranjeros detenidos y expulsados del país lo que estaban haciendo era entrenando en tácticas militares a los campesinos.
“Él (Daniel Ortega) lo que está buscando es cuidarse de un atentado. Todo lo contrario, nosotros nada más estábamos buscando capacitarnos para tener mejores servicios, lo cual no lo tenemos por el mismo descuido de él. En nuestras comunidades no existe la luz eléctrica, uno con una licuadorita se toma un fresco ya decente, nada más era eso lo que nosotros pretendíamos y lo que el Gobierno cree es que nos estamos armando”, dice Bucardo.
BRIGADA MILITARIZADA
La persecución está por todos lados y en todo momento en La Fonseca. Abel Marenco explica que antes los campesinos ayudaban a los médicos a llegar a la zona para atender a la población, pero ahora es el Gobierno el que se encarga de llevar personal médico a la zona. El problema es que esas brigadas médicas —llamadas brigadas canaleras, porque también son para atender a los que andan trabajando en lo del canal—, están contaminadas con personal de Inteligencia militar.
“Hoy son brigadas militarizadas. Caminan comisionados, policías de la Inteligencia”, dice Marenco, quien añade que mientras el personal médico “visita casa a casa para regalarle tres pastillas a la gente, el otro personal está tomando fotos y videos cuando la gente se descuida”.