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Con alma de artista

Evelyn Martínez sabe qué tipo de mujer es y asegura que casi no le tiene miedo a nada, dos razones que la han mantenido en su carrera durante los últimos 48 años. Esta mujer de 65 años de edad ha pasado por varias etapas en el desarrollo de las artes escénicas del país y solo sueña con un día darle gloria al país.

Evelyn Martínez sabe qué tipo de mujer es y asegura que casi no le tiene miedo a nada, dos razones que la han mantenido en su carrera durante los últimos 48 años. Esta mujer de 65 años de edad ha pasado por varias etapas en el desarrollo de las artes escénicas del país y solo sueña con un día darle gloria al país.

¿En 48 años de carrera la envidia ha podido tocarla?

Esa pregunta es difícil porque la envidia está en todos lados. Y sí, creo que he generado envidia en muchos momentos.

También en 48 años los avances hacen la diferencia en toda profesión…

Las nuevas tecnologías me gustan hasta cierto punto. No me gustan esos celulares donde todo es tan pequeño y se mueve con los dedos. Mi celular solo lo quiero para que me llamen y yo poder llamar y compro de los “chicleros”.

¿Cómo se informa?

Leo los periódicos pero en papel. No hay nada como leer en papel.

¿Y el internet qué lugar ocupa?

También he aprendido a informarme con el internet, además es la continuación de mi trabajo. Yo soy secretaria ejecutiva bilingüe y en verdad empecé a usar el internet mucho antes que varios aquí en Nicaragua, a mediado de los ochenta yo trabajaba en Estados Unidos y comencé con la computadora y cuando vine aquí en el 89 ya sabía usarla.

¿Sus cartas las escribe a mano o usa las nuevas tecnologías?

Me encanta el correo electrónico. Mi hijo me metió en Facebook aunque yo no quería.

Pero ahora todos los famosos tienen Facebook…

Pero no lo hice por eso. Más bien lo hice para mantener contacto con mis dos hijos que viven en Estados Unidos.

¿Cómo es la relación con sus hijos?

Me llevo muy bien con ellos y con mis nietos también.

¿Le gusta que le digan abuela?

Me dicen “mamita”. No es que no me guste que me digan abuela, pero ha sido por costumbre. A mi abuela materna no le gustaba que le dijéramos abuela y nos acostumbró a decirle “mamita”.

Casi medio siglo de carrera…

Sí. Son varias etapas y gracias a Dios las he sabido vivir. Te puedo decir que han sido sube y baja. En los sesenta, cuando empecé el teatro era apoyado por la empresa privada, nada tenía que ver la dictadura, pero ahora el apoyo al teatro hace tanta falta, sobre todo por la empresa privada.

Muchos dicen que en esa época el teatro era para una élite…

Pues no tanto. Era teatro y siempre el teatro ha sido para todos. Teníamos éxito en esa época y siento que fue un momento en que el teatro inspiró a muchas generaciones.

¿Cómo se logra que el teatro inspire?

El teatro se ve y se vive en vivo, y cuando es una buena obra no hay otro resultado que la inspiración. No es como el cine que ya sabés cómo termina, mientras que el teatro no, el teatro se vive.

Y cuándo no está llena la sala…

En el teatro hay otra mística. Los actores, la mayoría, no estamos para hacernos millonarios ni porque vamos a comer siempre de esto, así que ante uno o ante mil, vamos a actuar.

¿Y usted cuándo se dio cuenta de que no viviría del teatro?

Siempre. En los ochenta sabía que tenía que trabajar para poder vivir y el teatro lo hacía en mis tiempos libres, en mis fines de semana, y hacía teatro en las noches y ahí andaba cargando con mis hijos de arriba abajo.

¿Sus hijos no heredaron esa pasión por el teatro?

No se dedicaron a esto, pero en algún momento mi hija actuó en una producción de los ochenta que se llamaba Los niños por la paz , tuvo la oportunidad de viajar por Centroamérica.

¿Se fue a Estados Unidos desde los 8 años, vivió tanto tiempo en Estados Unidos y por qué no decidió quedarse?

Porque no me gustó. Nunca me gustó. Mi abuela confiaba mucho en que estaríamos mejor, pero no vivimos el sueño americano.

¿Usted confiaba mucho en su abuela?

Sí. Me regresé con mi abuela cuando yo apenas iniciaba mi adolescencia y luego a mis 14 años que quise regresarme a Estados Unidos ya no me dejaron entrar y seguí aquí y mis hermanos allá.

Su abuela le enseñó el piano…

Sí. Yo iba a ser pianista. Mi abuela era pianista y aún tengo el piano en el que me enseñó mi abuela. Lo compró en 1935 y en él tocaron Rafael Gastón Pérez y muchos más famosos. Yo soñaba con ser concertista. A los 9 años yo tocaba en público en los Estados Unidos y ya aquí me presenté en el Cine González.

¿Y por qué no siguió?

No había dinero. Necesitaba entrar a los estudios superiores porque aquí no había nadie que me enseñara más de lo que mi mamita me había enseñado con el piano. Tenía que ir a un conservatorio y no hubo medios.

¿Y el teatro?

En la escuela yo levanté la mano para clases de declamación y así comencé en el teatro. Comencé de cero porque cuando miraba al público me trababa, yo estaba más acostumbrada al concierto de piano.

Hace poco experimentó, quizá, uno de sus dolores más grandes, la muerte de su nieta…

Es un dolor que aún está. Es algo indescriptible.

¿Esos dolores le sirven al artista?

Dolor es dolor para cualquier persona, a todos por igual nos afecta. Uno es entrenado para presentarse cuando tenés un compromiso a pesar del dolor, quizá esa sea la diferencia. Porque la disciplina del teatro te dice que solo muerto no te presentás en una función.

¡Cree en los fantasmas?

No. Ni le tengo miedo a nada, solo a la fuerza de la naturaleza. Aunque te confieso que creo que sí he visto fantasmas, cuando era niña, pero decido no creer.

En cinco años cumple 70 y en dos años más medio siglo de carrera…

Es una vida maravillosa. No le huyo a la vejez.

¿Cómo la ha tratado la vida?

Después de tantos avatares, sobre todo en los años 90, siento que hoy mi vida está en el rumbo que debe estar…

¿Sin pareja?

Decía mi bisabuela que mejor sola que mal acompañada (carcajadas).

Y con esto de la Ley 779, más difícil tener pareja…

(Risas), ya eso es más polémico pero lo que te puedo decir es lo que me decía mi mamita, “si ustedes se dejan pegar, les van a pegar siempre. A un hombre sacale la sangre para que no te ponga un dedo encima”.

¿Qué meta le hace falta?

Siento que siempre quiero algo más y lo único que puedo dejar es lo que he aprendido, y solo deseo un día darle gloria a mi país.

La Prensa Domingo

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