14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO. Suscríbite ahora

Trump, Estados Unidos, reelección, alternabilidad en el poder y democracia

0:00

Tal como se esperaba y como él mismo lo anticipó, el presidente de Estados Unidos (EE. UU.), Donald Trump, comenzó su segundo mandato presidencial como una tromba, dictando un montón de órdenes presidenciales particularmente contra los inmigrantes ilegales, pero también sobre otros temas, algunas de ellas evidentemente inconstitucionales.

Trump hizo su gran demostración de poder personal en apenas una semana, después de que en su primer discurso oficial se proclamara elegido por Dios para hacer todo lo que quiera desde el mando presidencial. De manera que no sorprende que uno de sus fervientes partidarios en el Congreso ya presentó un proyecto de ley para que dentro de cuatro años se pueda volver a reelegir.

Eso pareciera un contrasentido, porque la Constitución de EE. UU. solo permite una reelección presidencial, sea en períodos consecutivos o alternativos como se reeligió Trump en noviembre pasado. Pero si está dictando decretos autoritarios a granel, inclusive uno contrario abiertamente a la Constitución, y además se siente predestinado para “hacer grande otra vez a EE. UU.”, no sería extraño que con toda la influencia que tiene en las dos cámaras del Congreso quiera modificar la enmienda constitucional que prohíbe la reelección presidencial para más de un período.

Ciertamente, en la 22 Enmienda, Sección 1, de la Constitución de EE. UU. se dice textualmente: “Ninguna persona podrá ser elegida más de dos veces para el cargo de presidente, y nadie que haya ocupado el cargo de presidente, o que haya actuado como presidente por más de dos años de un periodo para el cual fue elegida otra persona, podrá ser elegido más de una vez para el cargo de presidente”.

Esa disposición constitucional es esencialmente democrática. Indica que la alternabilidad en el poder tanto de personas como de partidos, es un pilar esencial de la democracia republicana. Tiene igual valor que la libertad de expresión y de prensa, las elecciones libres y competitivas, la justicia independiente, la separación de poderes, el Estado de Derecho y la libre empresa.

La alternabilidad en el poder es tan fundamental para la República y la democracia de EE. UU., que cuando le ofrecieron a George Washington coronarlo como rey rechazó tajantemente la propuesta y dijo que sería presidente de la República y solo por dos períodos.

Rodrigo Borja anota en su Enciclopedia de la Política que la alternabilidad en el poder es una de las cinco características esenciales de la forma de gobierno republicana y democrática. “Consiste —dice— en que el ejercicio del poder de los magistrados electivos del Estado está sometido a límites de tiempo, esto es, a períodos, de modo que se abre la posibilidad de que los electores designen en el curso del tiempo a distintas personas y de distintas ideologías para el ejercicio del mando”.

Desde que se constituyó la primera democracia en el mundo en la época moderna, que fue la de EE. UU. en 1776, los cambios de gobierno y los gobernantes limitados a períodos razonables han sido el rasgo distintivo del sistema democrático en todos los países y Estados que han adoptado esa forma civilizada de gobierno. Por el contrario, el continuismo en el poder y la reelección por varios períodos, o por tiempo indefinido, ha sido y es característica de las tiranías, dictaduras y regímenes no democráticos en general. Como los de Rusia, China, Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Antes de la fundación de EE. UU., hace más de 248 años, los gobiernos “no eran alternativos sino vitalicios” explica también el enciclopedista Borja. “La legitimidad monárquica se fundaba en la sucesión hereditaria de la corona entre los miembros de la dinastía”. Pero con “el republicanismo como concepción del poder y forma de gobierno, la elección se convirtió en el único título para ejercer el mando político y la legitimidad republicana, fundada en la libre expresión de la voluntad popular”.

Por supuesto que a Trump y sus servidores incondicionales en el Congreso de EE. UU. no les resultaría fácil abolir el principio constitucional de la no reelección por más de una vez y la alternabilidad en el poder. La propuesta de reforma tendría que ser aprobada por dos tercios de ambas cámaras del Congreso. La reforma también puede ser propuesta por las legislaturas de dos tercios de los 50 estados de la Unión Americana, pero debe ser respaldada por las legislaturas de tres cuartas partes de todos los estados de la Unión. 

De manera que todos los legisladores y gobernadores republicanos, más una gran parte de los demócratas en todo el país, tendrían que estar de acuerdo en convertir a Donald Trump en un presidente vitalicio e imperial. Tendrían que convertir a su gran país en una “república bananera”, renegar del legado que de verdad ha hecho grande a EE. UU., y ejemplar en el mundo, cual es el de la no reelección presidencial por más de dos períodos, y la alternabilidad personal y partidista en el poder, que son indispensables para garantizar y proteger las libertades y los derechos de todas las personas.

Editorial
×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí