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Hay pocas cosas que atrapan a Alberto Cortés Ramos que no sean el estudio y el trabajo. La primera es la lectura. Disfruta mucho de la literatura, pero también de ensayos académicos. Y la segunda son las plantas suculentas y los cactus. De vez en cuando pinta mandalas y se entretiene con algún juego de mesa al lado de su única hija y su yerno.
Vive en Costa Rica desde que tenía 12 años, pero Cortés Ramos no olvida sus orígenes nicaragüenses, aunque él se reconoce más como un centroamericanista hijo de las diásporas, pues su madre es costarricense y su padre nicaragüense.
Es doctor en Geografía con maestría en temas de desarrollo y licenciado en Ciencias Políticas. Desde 1995 da clases en la Universidad de Costa Rica (UCR), la cual hasta junio de 2024 estaba posicionada como la número 497 del mundo, y la número uno de Centroamérica, según el Ranking Mundial de Universidades QS. A nivel latinoamericano, la UCR ocupa el lugar número 20.
Recientemente aspiró a ser rector de esa casa de estudios, pero perdió en segunda vuelta frente a Carlos Araya. Cortés destaca que fue una elección cerrada y que una diferencia de aproximadamente 130 votos fue lo que decidió la elección, pues Araya consiguió 1,159, que corresponden al 50.72 por ciento, y Cortés obtuvo 1,030 votos, un 45.08 por ciento.
Cortés dice que aspiró a ser rector porque la universidad y Costa Rica están pasando por tiempos “muy complejos. Yo nunca había visto una situación tan crítica para la Universidad de Costa Rica y para la educación superior pública y para el Estado Social de Derecho. No puedo ser indiferente porque en gran parte soy quien soy gracias a las oportunidades que me ha dado la educación pública y la Universidad de Costa Rica”.
El académico señala que probablemente no vaya a aspirar a la rectoría nuevamente, debido a que la UCR está pasando por un relevo generacional. “Creo que hay que apoyar un protagonismo que ya viene con mucha fuerza, el de las mujeres. Si a mí me preguntan, creo que la próxima persona que debería ser rectora, es una mujer de esa generación”.
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Cortés Ramos es originario de Managua. Tiene 58 años. Nació el 31 de mayo de 1966 siendo el cuarto de los seis hijos que tuvo el matrimonio de Alejandro Cortés y Virginia Ramos. Su padre, cuenta Cortés, fue abogado y economista. “Un hombre muy quieto, muy culto”, que trabajaba para una empresa de seguros y era gerente de una empresa industrial en los setenta.
Su madre, por su parte, “fue una mujer inquieta intelectualmente. Después de que sus hijos crecieron se metió a la universidad, a la UCA, a estudiar Psicología y Filosofía, y siempre le interesó mucho el arte”.
Exilio a temprana edad
Alberto Cortés Ramos creció en una familia de clase media de Managua. Para aquellos tiempos, los Somoza dominaban el país y la guerrilla del Frente Sandinista intentaba derrocarlo por la vía armada, por lo cual eran tiempos convulsos para Nicaragua. La madre de Cortés apoyó a los guerrilleros, como muchos otros civiles en ese entonces, “de manera tímida en algunas acciones”, describe Cortés.
En septiembre de 1978, cuando los sandinistas lanzaron una serie de ataques para debilitar a la Guardia Nacional y al régimen somocista, doña Virginia Ramos decidió que sus hijos debían salir de Nicaragua y se fue con ellos hacia Costa Rica.
Ramos era costarricense y su familia los recibió en ese país. “El 18 de septiembre de 1978 es una fecha que nunca voy a olvidar”, señala Cortés. Ese día, a sus 12 años, conoció lo que sería el exilio. Toda la familia salió de Nicaragua, a excepción del padre de Cortés, confiando que las cosas mejorarían pronto y podrían regresar.
En Costa Rica, Cortés y sus hermanos continuaron sus estudios. Él terminó su primaria en la escuela Napoléon Quezada, en una zona llamada Zapote, y posteriormente estudió su secundaria en los colegios Los Ángeles y La Salle. Le encantaba mucho practicar deportes y jugó baloncesto en su juventud. “Me lo tomaba muy en serio en esa época (el deporte) y ya luego entré a la Universidad de Costa Rica”.
Ya era 1984 y en Nicaragua las cosas más bien parecían empeorar con la guerra entre sandinistas y contrarrevolucionarios, de manera que la familia decidió permanecer en Costa Rica. Cortés continuó con sus estudios en la universidad y decidió probar con Administración de Negocios porque quería una profesión con la cual pudiera sobrevivir, y luego estudiar lo que él de verdad quería.
La carrera no le gustó y terminó dejándola un año después. Su padre finalmente se mudó con la familia para esas fechas y le aconsejó que estudiara lo que él quisiera y que si era realmente bueno, podía sobrevivir haciendo lo que fuera. En el siguiente ciclo de estudios Cortés Ramos se matriculó para estudiar Ciencias Políticas.
Para 1990, con el final de la guerra, cuando los sandinistas salieron del poder y la situación política mejoró en Nicaragua, la familia de Cortés se planteó si regresaban, pero él no quiso porque “me sentía muy arraigado con Costa Rica”, además de que empezaba a descubrir un mundo que le apasionaba: la academia.
Académico
En sus años de estudio, Cortés Ramos fue dirigente estudiantil y recuerda que, en 1986, junto con otros jóvenes y movimientos sociales, organizó una marcha por la paz en Nicaragua. Durante todos sus años en la universidad, e incluso hasta la fecha, Cortés no ha dejado de ver hacia su país de origen, dice.
Se graduó de Ciencias Políticas en 1989 y luego estudió Filosofía por tres años más. En 1991 fue escogido como presidente de la Federación de Estudiantes y también estuvo trabajando como secretario adjunto de asuntos estudiantiles para el Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA). Ahí conoció y trabajó con el doctor Carlos Tünnermann. “Un gran rector y un gran intelectual sin duda. Yo tantas veces como pude lo visité y conversé con él. Era un referente para mí en términos de pensamiento universitario. Es un referente obligado para quien quiera entender la historia y la trayectoria de la educación superior”.
En 1995, siendo licenciado en Ciencias Políticas, Cortés empezó a dar clases en la UCR y pronto consiguió una beca para irse a estudiar al Instituto de Estudios Sociales de La Haya, en Holanda. “Yo tenía claridad de que quería hacer carrera académica, que es lo que me interesaba como opción profesional. No era ser consultor o ser asesor o ir a trabajar al sector público, sino que a mí lo que me gustaba era la academia. Yo lo tuve siempre muy claro”.
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En Holanda hizo una maestría en estudios de desarrollo y a finales de los noventa, cuando regresó a Costa Rica, en 1995, pasó a ser maestro de la Escuela de Ciencias Políticas de la UCR y se vendrían muchos años de más preparación y vida universitaria para Cortés. Fue en ese entonces que decidió estudiar otra maestría, una en Geografía, porque le interesaba ampliar sus conocimientos políticos en esa área.
Su tesis de aquella maestría, recuerda, fue sobre la geopolítica y los intereses canaleros que tenía Estados Unidos durante el gobierno de Zelaya. Como parte de su investigación hizo una estadía en el Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA), en la UCA, del cual lamenta que hoy se mantenga confiscado y con parte de su archivo en el exilio.
Mientras hacía la estancia en el IHNCA le salió la opción de estudiar un doctorado en Geografía, en la Universidad de Loughborough, en Inglaterra, y ahí trabajó en una investigación sobre la dinámica migratoria entre Nicaragua y Costa Rica.
“He tenido una formación interdisciplinaria. La geografía es una disciplina sumamente versátil porque tiene todas estas áreas de encuentro con otras disciplinas y la parte de geografía política conecta muy fuertemente con Ciencias Políticas y eso me ha permitido poder moverme, llevando experiencia de un lado a otro de las dos unidades académicas”, comenta sobre su preparación.
Activismo
Durante sus años de estudio y trabajo en la UCR, Alberto Cortés estuvo participando en actividades de movilización ciudadana en temas relevantes que afectaban a Costa Rica y a la universidad, como reformas energéticas e, incluso, impulsó un movimiento en rechazo a la aprobación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos.
Este fue un movimiento importante en Costa Rica entre 2005 y 2008, que hizo que este país fuera el último de Centroamérica en ratificar ese acuerdo comercial y se tuviera que hacer un referendo para que el gobierno tomara una decisión. “Fui parte del grupo de gente que ayudaba a pensar la estrategia de comunicación del movimiento del No al TLC”, señala Cortés.
Entre 2008 y 2012, Cortés llegó a ser miembro del Consejo Universitario de la UCR, en representación del área de Ciencias Sociales y en 2014, el entonces presidente Luis Guillermo Solís, le propuso ser delegado de Costa Rica para el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE).
Cortés cuenta que Solís había sido su maestro en la Escuela de Ciencias Políticas y siempre tuvo una buena amistad con él. “Básicamente porque yo era experto en temas de desarrollo y experto en Centroamérica. Él me planteó: ‘Alberto es importante que vayamos ahí a cambiar la orientación de la cartera del banco en Costa Rica’. Yo lo valoré y lo acepté, y creo que fue una gran experiencia”. Trabajó en el BCIE entre enero de 2015 y junio de 2018.
Solidaridad con Nicaragua
Cuando estalló la crisis política en Nicaragua, en 2018, él junto con otros académicos de la UCR creó un grupo llamado Iniciativa Universitaria por Nicaragua, que durante dos años ayudó a refugiados nicaragüenses en Costa Rica, sobre todo a estudiantes que tuvieron que salir del país porque estaban siendo perseguidos. También hicieron actividades de protesta y otras para combatir la desinformación de lo que sucedía en Nicaragua.
Cuando vieron que la crisis, en lugar de resolverse, se profundizaba, Cortés promovió más actividades como la Cátedra Centroamérica, en la que se hacían actividades con exiliados nicaragüenses, pero también de otros países. Luego, nació el Campus Centroamérica, un programa con el cual se otorga becas a académicos perseguidos en países de Centroamérica, y de los que ya han pasado varios nicaragüenses, señala Cortés.
Tras la confiscación de la Universidad Centroamericana (UCA), Cortés también colaboró con varias de las autoridades y académicos de esa casa de estudios. “Me he mantenido activo y he seguido interactuando con el exilio nicaragüense. Estuve muy activo en el seguimiento a la UCA, a las autoridades de la UCA que pasaron por acá en un momento”.
La última vez que Cortés estuvo en Nicaragua fue en enero de 2018. “Ahora no me arriesgaría a ir. Ha sido muy vocal mi condena a la dictadura de Ortega y Murillo”, señala y menciona sus trabajos y publicaciones sobre escenarios para una transición democrática en Nicaragua y la recopilación de postulados teóricos de distintos académicos que analizan y critican al régimen.