Un pequeño rayo de luz era lo único que entraba por la ventana de aquella pequeña celda. En donde la esperanza estaba ausente. Después de tres años no queda nada en qué creer, la desesperación aumenta, el dolor y el sufrimiento son más constantes. La idea de algún día ser libre se desvanecía día a día. Era yo con mis pensamientos en más de tres años de prisión.
Hace casi dos años de mi destierro, pienso diariamente en los más de 140 presos políticos encerrados en las cárceles de Nicaragua. Pienso en el silencio del hogar de Olesia Muñoz, ausente de su linda voz, imagino la agonía de una madre como Adela que no abraza a sus hijos, la desesperanza de don Wilfredo Balmaceda y los presos políticos del “caso 19 de julio”.
Este artículo es dedicado a cada uno de ellos, para que no se nos olvide el sufrimiento que día a día viven, para que no se nos olvide por qué y por quiénes luchamos, en mi caso en especial por don Wilfredo Balmaceda, un hombre firme en sus convicciones, su carácter, su único delito fue amar a su patria.
Son 10 años los que lleva encarcelado injustamente don Wil, como le decimos cariñosamente, desmotivado y sin esperanza de poder ver el sol, abrazar el aire, ver a sus hijos y nietos crecer. En el año 2014 fue secuestrado, torturado, llevado a un juicio montado, sin pruebas, manipulado y descarado en donde lo condenaron a 133 años. Hoy en día don Wilfredo está en la prisión de máxima seguridad, en las celdas que le llaman el infiernillo, aun con el sueño de ser libre. Para mí, que viví esa experiencia por tres años, me cuesta imaginar lo que siente don Wilfredo que después de 10 años aun no ve salir el sol, ni tiene un abrazo de su familia.
En dos ocasiones hubo libertad de presos políticos, en 2019 con la ley de Amnistía y en 2023 nuestro destierro y desnacionalización hacia Estados Unidos, en ambas ocasiones don Wilfredo se quedó con su uniforme puesto, viendo partir a los demás y con ellos pedazos de su esperanza.
Muchas veces tuve la oportunidad de hablar con don Wilfredo, aunque era a gritos y nos exponíamos al regaño de los guardias penitenciarios. Escuchaba sus historias con atención y admiración. Es un hombre sencillo, dedicado al campo y a su comunidad. Incursionó en la política con el sueño de que algún día la democracia llegara a Nicaragua.
Don Wilfredo ha pasado por la pérdida de su papá y su mamá, no ver crecer a sus nietos, el exilio de su hijo Wilfredo hacia Estados Unidos. Todos los días me pregunto, ¿cuánto más tiene que sufrir? ¿Cuánto más puede soportar un ser humano en esas condiciones? ¿Cuánto le queda de esperanza?
Esta es la realidad de don Wilfredo y de los 140 presos políticos. En la cárcel se vive con la esperanza que, aunque sea una persona mencione tu nombre, saber, aunque sea de una sola foto que exija tu libertad, me es muy difícil dormir sabiendo que ellos no logran conciliar el sueño, la desesperación te come en prisión, la ansiedad te roba la tranquilidad, el miedo al olvido te quita la paz.
Anhelo despertar y recibir la noticia de que don Wilfredo, Olesia, Adela, y todos los presos políticos están en libertad. Cada uno de nosotros tiene una responsabilidad con ellos, no olvidemos a las 140 personas que esperan el actuar de nosotros, no dejemos de pensar: ¿Y si el preso fuera yo?
El autor es activista estudiantil y de derechos humanos. Excarcelado político y actualmente desterrado en Estados Unidos.