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Sabores y sinsabores argentino

Con el presidente argentino Javier Milei es complicado, es como con el mondongo, te gusta o no te gusta. Sos fanático o no soportas ni el olor. Son “gustos adquiridos”. Algo así como el fanatismo en política. En Argentina, además, con el campo arrasado que dejó a su paso el kirchnerismo habría que sumar un elemento más: el de las riquezas “adquiridas” y mal habidas.

Milei es producto del kirchnerismo. Para acabar con “la joda” y salir de ese desastre se necesitaba a alguien con ideas económicas muy claras y que sepa de qué se trata, que no afloje, firme, dispuesto a subir la apuesta, hasta con un cierto grado de locura. Un cierto grado, no un loco.

Por loco lo quiere vender hoy la oposición; periodistas operadores preguntaron hace unos días al vocero de gobierno, Manuel Adorni, sobre cuántos perros tenía el primer mandatario en la residencia presidencial —Quinta de Olivos—: ¿cuatro o cinco?

¿Y dónde está la trampa? Milei tiene cuatro perros, pero él habla de cinco, incluye a uno ya muerto y con el cual se comunica; es lo que él mismo ha dicho más de una vez. Algo así como el “pajarico” de Maduro. Y entonces lo quieren hacer pasar por loco: suficiente con que invoque “las fuerzas del cielo”, pero consultar a un perro y además muerto.

El vocero dijo primero que era un tema privado y familiar. En realidad no tan así: en su primer discurso tras el triunfo se lo dedicó a muy pocos y entre esos pocos a “sus hijitos de cuatro patas”. Pero aún más formal, y cuasi institucional se podría decir, en el puño del bastón de mando presidencial hizo tallar las caras de los cinco perros, incluido el muerto y sus nombres. Parece chiste, ¿no?

A su vez el vocero consideró las preguntas irrespetuosas para con la figura presidencial. Puede ser, pero por otro lado días antes Milei había calificado al Senado de la Nación, de “nido de ratas”. Institucionalmente, ¿cómo encaja eso?

El presidente Milei es muy rápido para el insulto. Se dice que ya superó a Rafael Correa, el ecuatoriano, también de lengua sobada, a quien se le contabilizaron 189 diferentes tipos de insultos dedicados a opositores, políticos, periodistas y cualquiera que no estuviera de acuerdo con él.

Milei habla de libertad, pero abusa. Los presidentes no pueden decir lo que quieran. Su estilo preocupa y hay algo más y que se nota: sus funcionarios como que se sienten obligados a elogiarlo cada vez que hablan de él; o de su hermana Karina.

Lo de Argentina no se soluciona si no es con un muy fuerte shock. Milei en cuatro meses ha logrado ya el superávit fiscal y aparentemente ha frenado la inflación desbocada. Eso sí, por ahora con un gran costo para la clase media argentina, los pobres —más del 40 por ciento de la población— y muy particularmente los jubilados, razones por las que debería cuidar mejor las formas. Por respeto a todos ellos, a las instituciones, por educación y porque cuando entras a ceder —cuando te viene el “pragmatismo” que te machuca los principios y te quiebra la ortodoxia (intervino groseramente para bajar cuotas de empresas de la salud y no se animó a eliminar el régimen de cuotas obligatoria para los poderosos y supermillonarios sindicatos)— se disimula más y no se alienta tanto a los opositores.

El autor es periodista uruguayo. Fue presidente de la SIP.

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