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Argentina: la era Milei

Buenos Aires.En noviembre de 1972 vine a esta capital a cubrir el retorno del general Juan Domingo Perón. Volví al año siguiente, a la asunción presidencial del peronista Héctor Cámpora y dos meses después a la segunda venida del General cuando “la matanza” de Ezeiza. Era el comienzo de una nueva era: la revancha del peronismo. El fin del exilio. Se dio, pero fue muy breve, degeneró y comenzó otra: la era militar (los argentinos son recurrentes). Hace 42 años, en abril del 1982, otra vez en esta capital por la invasión de Las Malvinas, que marcó el fin de la era militar; y el comienzo de la democrática.

He vuelto en estos días para el fin de la era de la corrupción, del voluntarismo progresista, del kirchnerismo; y ¿el inicio de otra?; esto es lo que por ahora me pregunto. La de  Argentina es una situación incierta, confusa y compleja. El año próximo será duro y con fuertes turbulencias.

El discurso inaugural del presidente Milei —de espaldas al Parlamento, ¡qué feo!,  ¡qué necesidad!— fue fuerte, sin aquellas propuestas mágicas y de impacto y hasta algo populistas de la campaña electoral, pero sincero o realista. Puso en claro el desastre que recibía —criminal es poco— y anunció meses difíciles para el pueblo argentino. No mintió; no podía hacerlo, debía preparar a la gente. Tuvo algunas omisiones: corrupción  y casta sindical, por ejemplo.

Hubo sí más omisiones en las posteriores “medidas de emergencia” del ministro de Economía, Caputo; anunció devaluación y alguna novedad más: aumento de impuestos. “Antes me corto el brazo”, había dicho Milei, en campaña, alguna vez. Por el momento ninguna noticia buena concreta para las clases más castigadas y empobrecidas.

Al estilo Milei, se dijo. También se dijo que para conformar su gobierno fue pragmático. ¿Un libertario pragmático? No encaja. ¿Liberal pragmático? Puede que  ese sea el tránsito hacia la social democracia y que, si no se frena, pueda desbarrancar y degenerar en populismo y después de eso en cualquier forma de totalitarismo. Los liberales pragmáticos dudan de las señales genuinas del mercado y están temerosos y atentos a otros ruidos provocados y organizados que nada tienen que ver con la naturaleza humana y la libertad: no son voces ni manos invisibles.

En el flamante gobierno libertario hay peronistas, massistas —del desastroso exministro de Economía y candidato presidencial kirchnerista, Sergio Massa—,  y Patricia Bullrrich como ministra de Seguridad —también candidata presidencial perdidosa y ministra de Seguridad en el gobierno de Mauricio Macri (2015-2019)—, esta con la tarea dura de enfrentar a lo que se venga: si pierde asumirá los costos, si vence, será mérito de la política de Milei.

Influyó, en todo ello, su ministro del Interior, el peronista Guillermo Franco y su hermana Karina es su “pie a tierra”, afirman. ¿Es la pragmática? Milei le llama “el jefe”; y hasta “el mesías”, para asombro de los rabinos. El kirchnerismo aguarda en sospechoso silencio. Emboscado, a la espera de algo prometido, quizás. Este martes 19 lanzan sus fuerzas de choque más fundamentalistas (un primer tanteo a Bullrrich). La CGT atenta.

Quiero que le vaya bien al gobierno de Milei. Por los argentinos y a la vez porque sería nefasto que fracasara y más en nombre del liberalismo. Hay cosas que me rechinan: cosas de sus discursos, sus “perritos” en el bastón de mando, el ninguneo de sus colaboradores de primera hora, aunque no me gustaran, sus contradicciones y sus olvidos.

Pero lo que más me rechina es la primera dama: su hermana y secretaria general de la Presidencia, para lo cual se derogó una norma que lo impedía. A mí ese tipo de duplas me asustan: Perón-Evita (e Isabelita), Ortega-Murillo, Nestor-Cristina, Fidel y su hermano Raúl, Calígula y su caballo Incitato.

Yo qué sé. Un futuro incierto confuso y complejo.

El autor es periodista uruguayo, expresidente de la SIP.

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