El martes, 15 de noviembre, los presidentes Biden de Estados Unidos y Xi de la China se reunieron en San Francisco. Tenían más de un año de no encontrarse los líderes de las dos únicas superpotencias del mundo. Y durante este periodo las relaciones entre ambos países se habían deteriorado. En parte esto se debía a temas perennes como el de Taiwán, y su futuro. Pero también a incidentes como el de un balón espía chino que sobrevoló el espacio aéreo norteamericano antes de ser derrumbado por EE.UU.
El hecho de que la Unión Norteamericana está de lleno en un período preelectoral de cara a sus elecciones de 2024 también contribuyó a este enfriamiento porque un tema de esta precampaña es ¿qué hacer con la China? La cumbre de San Francisco fue importante por el peso de ambos países. Juntos tienen una población de 1.7 mil millones de habitantes —el 20 por ciento de la población global— y sus economías son las dos más grandes del mundo. La de la China recientemente superó la norteamericana en tamaño, y sumadas las dos son iguales a la tercera parte de la economía mundial. Militarmente, también son superpotencias. Ambas tienen armas nucleares además de grandes fuerzas convencionales.
Hay, por supuesto, grandes diferencias entre las dos naciones. La más grande es la enorme diferencia que existe entre la prosperidad de sus pueblos. El ingreso per cápita norteamericano es uno de los más altos del mundo: US$80,400. Y aunque la China ha tenido un acelerado y continuo crecimiento económico desde la década de los ochenta del siglo pasado, cuando descartó fracasadas políticas socialistas, es solo US$12,500.
Otra diferencia importante entre las dos es que las exportaciones chinas anualmente superan —y ampliamente— a sus importaciones mientras que Estados Unidos continuamente maneja un déficit comercial, en gran medida debido a sus importaciones de la China. Esto, a su vez, ha hecho que la China se vuelva el segundo acreedor más grande que tiene Estados Unidos, superado solo por el Japón. Concretamente, la China es dueña de US$860 miles de millones en bonos del tesoro estadounidense.
Otra importante diferencia entre ambos países es que el crecimiento económico chino ha sido mucho más acelerado que el estadounidense por más de cuarenta años. Y esta tendencia sigue. Según el Fondo Monetario Internacional, la economía norteamericana tendrá un crecimiento de 2.1 por ciento en 2023 mientras que el de la China será de 5 por ciento. Este detalle es importante aclararlo porque mucho se comenta que la China está enfrentando dificultades económicas. Es cierto esto, pero todo es relativo. A pesar de la desaceleración de su crecimiento económico, la China sigue siendo la locomotora de la economía mundial.
Según el resumen divulgado por ambas delegaciones, la cumbre fue exitosa. Los presidentes Biden y Xi acordaron mantenerse en contacto directo para evitar mal entendimientos. Y operacionalmente más importante, las fuerzas armadas de ambos países también renovarán sus comunicaciones después que estas se cancelaron a raíz del incidente del balón espía. En cuanto a Taiwán —la “espina” más importante en sus relaciones bilaterales— EE.UU. confirmó que para Washington solo existe una China y que no apoyaba a aquellos taiwaneses que abogan por declarar su “independencia” como una República de Taiwán. Finalmente, la China se comprometió a no exportar a México insumos para fentanilo, una droga letal cien veces más fuerte que la morfina.
En resumen, la cumbre bajó las crecientes tensiones entre Beijing y Washington. Esto es bueno para el mundo, que nada gana con el riesgo de un estallido bélico entre las dos únicas superpotencias mundiales. Y facilitará una colaboración más estrecha entre Beijing y Washington en los diversos “teatros” geopolíticos mundiales, incluyendo el latinoamericano.
El autor fue canciller de la República de Nicaragua.