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Querer y poder

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Protestas

En estos días hubo manifestaciones ciudadanas en Colombia. Igual en Costa Rica. La gente se concentró, protestó y se fue para su casa. Es lo normal. En Nicaragua, Daniel Ortega estaría diciendo que se trata de un golpe de Estado en proceso, impulsado por el imperialismo norteamericano. Y con solo decir eso pretende tener el derecho de encarcelar, matar, torturar y violentar cualquier ley, sin necesidad de demostrar nada. Está defendiendo la soberanía nacional, dirá. Son terroristas, insistirá.

Querer y poder

Yo no me atrevería a decir que Gustavo Petro, presidente de Colombia, es mejor persona que Daniel Ortega. Que Ortega hasta ahora haya hecho cosas peores que Petro son otros cien pesos. Hay una gran diferencia entre “querer” y “poder”. Y la naturaleza de un ser humano se conoce más cuando puede hacer que cuando manifiesta lo que quiere hacer. Todos los dictadores llegan al poder prometiendo el cielo en la tierra, y al poco tiempo nos tienen en el infierno.

Fiscalía

Si recuerdan, Petro quiso subordinar al fiscal de la República como un secretario más de su gabinete, para usarlo como un pasapapeles, con el cuento de que el presidente es el jefe de Estado y, por lo tanto, el Estado se subordina a él. Exactamente el mismo cuento que usó Ortega para desnaturalizar a todas las instituciones de Nicaragua. “No señor”, le dijo la Corte Suprema de Justicia, “la Fiscalía es una institución independiente y si le toca, va contra usted”. Petro quiso, pero no pudo. Ortega quiso y pudo. Esa es la diferencia.

Caudillos

Nicaragua tiene una tradición caudillista de más de 500 años. Siempre está analizando su historia desde quién es mejor o peor. O menos peor. Que, si Anastasio Somoza fue mejor que Daniel Ortega o que si Bolaños era mejor que Alemán e, incluso, se compara a los dos hermanos Somoza: a Luis Somoza se le llama “el bueno”, por sus formas más civilizadas, y a Tacho, “el malo”, por su forma grosera de manejar el poder. Y por ahí no es. Es el sistema. No voy a decir que la personalidad de alguien no es capaz de determinar en buena medida su comportamiento, pero es el sistema, las normas, los contrapesos, los que regulan al final ese comportamiento.

Arnoldo Alemán

Nadie duda que Arnoldo Alemán llegó a la Presidencia por una mayoría de votos. También hay suficiente evidencia para decir que fue un presidente corrupto, que aprovechó el ejercicio del poder para enriquecimiento personal. ¿Falló la democracia? No. Los sistemas democráticos no pueden evitar los comportamientos abusivos, pero sí pueden corregirlos o castigarlos. Alemán debió ser juzgado por los abusos que cometió. Y todos sabemos que, en nuestro caso, ahí fue precisamente donde se le torció el rabo a la chancha. Alemán fue sometido a un proceso político que, lejos de castigarlo por los delitos que pudo haber cometido, lo exoneró, pero lo obligó a entregar cuotas de poder que nos tienen donde estamos.

Independencia

Si en Nicaragua existiese un poder judicial independiente, que de verdad imparta justicia, y una policía que sirve a la nación y no a una familia, de nada le valdría a Daniel Ortega llamar “terroristas” a los ciudadanos opositores o “intentos de golpes de Estado” a las protestas, porque, por mucho que quisiera, no podría reprimirlos como tales y, al contrario, estaría siendo juzgado, Ortega y todos los que le siguieron la corriente, por los delitos que se cometieron en esa desquiciada forma de interpretar las protestas sociales. Esa es la diferencia entre “querer” y “poder”.

Cómplices

Daniel Ortega puede porque tiene la completa complicidad de toda la estructura estatal que debería de funcionar como piezas independientes. Llegamos al punto que, si Ortega dice que es terrorismo una misa donde se pide rezar por monseñor Rolando Álvarez, lo mismo dirá la Fiscalía que acusará al infortunado sacerdote, igual la Policía que lo detiene y lo mismo los jueces que lo condenarán. Puede porque hay un sistema criminal que ocupa el lugar donde deberían estar las instituciones.

Cáncer

Lo que tenemos que entender los nicaragüenses en este punto de la historia es que, estamos donde estamos, no solo porque Daniel Ortega sea una mala persona, de las peores diría, sino porque hay en el país un sistema que propicia el ejercicio autoritario y hasta dictatorial del poder, y una cultura política que procrea caudillos para que lo ejerzan. Y aunque parezca obvia esta conclusión es necesario repetirla y repetirla, porque de poco sirve cambiar a las personas mientras no se ataque la enfermedad de fondo. Daniel Ortega, Somoza, Emiliano Chamorro, José Santos Zelaya, y otros, son los síntomas, no el cáncer.

COMENTARIOS

  1. Hace 11 meses

    Porqué llamar caudillo a un delincuente? Caudillo es otra cosa, no retuerzas el significado de esa palabra, al pan se le debe llamar pan y a los delincuentes, delincuentes, criminales, jamás caudillo

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