Nain Miranda Duarte, el menor de cinco hermanos, creció en una casa de madera en el barrio Rubén Darío, en Managua. Su familia sobrevivía con 50 dólares al mes que sus padres ganaban como pastores evangélicos en una iglesia. En 2018, Miranda viajó a Estados Unidos para visitar a su hermano, pero la crisis sociopolítica del país lo obligó a quedarse. Recién se graduó con honores en la Universidad de Calvin, en Michigan.
“Recuerdo que (de niño) yo tenía un par de zapatos y mis hermanos también, y toda mi ropa era usada, como tengo hermanos mayores, todo me quedaba a mí”, cuenta. Después de predicar en la iglesia, los padres de Miranda vendían tortillas, también hubo un tiempo que vendían pollo, llantas, batidos… todo con el propósito de que sus hijos estudiaran y salieran de la pobreza en la que vivían.
Miranda inició su tercer grado en el Colegio Christian Academy International gracias a una beca que le dieron. “Yo creo que fue un milagro honestamente”, dice. Ahí aprendió inglés y permaneció durante años, hasta que terminó su undécimo grado. La beca no cubría el 100 % de los estudios, sus padres debían pagar transporte, útiles escolares y gastos extracurriculares, pero cada mes era más difícil cubrir los gastos, por lo que decidieron emprender en un negocio de compra y venta de chatarras. “Nos fue bien por un buen tiempo y ya después tuvo que cerrar”, cuenta.
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Hubo ocasiones, relata, que donantes anónimos pagaban las deudas y él y su hermano lograban seguir estudiando. Era un milagro, dice. “Teníamos el máximo de becas posibles y yo tenía en ese momento notas perfectas. Pero a veces no podíamos (pagar) y varias veces nos dijeron: ‘Miren, lo siento, no pueden venir a la escuela hasta que paguen’, pero una y otra vez alguien donaba anónimamente y cubrían el costo, seguimos estudiando ahí por la gracia de Dios, porque de otra forma no hubiéramos podido”, cuenta.
En 2018, tras finalizar undécimo grado, Miranda viajó a Estados Unidos. Iba de paseo. Uno de sus hermanos estaba allá. “Empeoran las cosas en Nicaragua y pasan cosas que afectaron a nuestra familia y me tuve que quedar”, dice.
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Miranda, de 17 años en ese entonces, aplicó a varias escuelas para culminar sus estudios y luego poder entrar a la universidad. Empezó a estudiar en septiembre de 2018 y finalizó en mayo de 2019. Luego, aplicó a 19 universidades y fue aceptado en tres de ellas, que le ofrecían ayuda financiera y becas completas. Solo debía pagar su dormitorio y alimentación.
Él se decidió por la Universidad de Calvin, donde estudió Contabilidad. “Yo siempre quise tener mis propios negocios porque era la única oportunidad de salir adelante y ayudar a mi familia”, cuenta.
La carrera de Miranda duró cuatro años. Su primer año trabajó en la cafetería para pagar el cuarto y la comida. “Yo trabajaba 20 horas a la semana sirviendo comida, limpiando pisos, parte de eso fue para pagar mi dormitorio, pero hay gente que me ayudó a pagar (amigos y sus hermanos). No sé cómo pude pagar, pero lo logré”, cuenta.
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En ese mismo año aplicó a un programa de Resident Assistant que permite a los estudiantes residir en la universidad sin pagar comida y alojamiento. “Me lo dieron milagrosamente porque usualmente esa posición se la dan a los de tercero y cuarto año, y en ese momento eran 64 posiciones, así que yo fui uno de ellos”, relata.
Por su excelencia académica, Miranda también se convirtió en su último año de universidad en presidente estudiantil. Este puesto le permitió dar el discurso en la ceremonia de graduación el pasado 29 de abril.
Miranda cuenta que en julio iniciará a trabajar como consultor de riesgo tecnológico en la multinacional Ernst & Young. “Fue un viernes en la mañana que llené la aplicación y ese viernes en la tarde me dieron una oferta de trabajo”, cuenta.
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El sueño de Miranda es poder ayudar a otros y retribuir parte de lo que él ha recibido. “Tener educación ha sido de gran impacto. Y a mí me gustaría dar muchas donaciones y hacer sueños imposibles, hacerlos realidad”, reitera.