14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

¿Dejar a un lado las ideologías?

A Luis Sánchez Sancho, maestro de mitos e ideologías

En Nicaragua se ha puesto de moda hablar de las ideologías como impedimentos para lograr la unificación de los grupos y organizaciones que se oponen a la dictadura OrMu. Ese discurso puede convertirse en una excusa para no pensar, es decir, para no razonar la realidad de nuestro país y sus posibilidades.

Las ideologías políticas son precisamente eso: interpretaciones y prescripciones de la sociedad que somos y podemos/debemos ser. El concepto de ideología es polisémico, es decir, tiene múltiples significados, negativos y positivos. A esta dificultad, se agrega nuestra costumbre de hablar y escribir sin aclarar el contenido semántico de las palabras con las que nos expresamos. Así, es imposible entender lo que quieren decir los que recomiendan “dejar a un lado las ideologías para defender el Estado de derecho” en Nicaragua (Santiago Cantón, Diálogo Interamericano, 8/11/21); o apartar las ideologías “para centrar los esfuerzos en el desmontaje de la dictadura y la apertura de espacios democráticos” (Despacho 505, 18/05/23); o soslayarlas, porque “la unidad de […] la oposición debe darse sobre temas y estrategias y no pugnas ideológicas” (Lester Alemán, Despacho 505, Ibid.).

En este artículo voy a hablar de ideología como el “conjunto de ideas que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político” (RAE). A esta definición genérica debemos agregar que las ideologías con las que percibimos y pensamos el mundo son el producto natural de la actividad neuronal de nuestros cerebros/mentes. La mente, nos dicen autores como el fenomenólogo Maurice Merleau-Ponti, el filósofo cognitivo Andy Clark y el neurocientífico chileno Francisco Varela, es una capacidad cognitiva “encarnada” en cerebros y cuerpos que la nutren. Estos cerebros-cuerpos registran nuestras experiencias como individuos, como productos de historias sociales particulares y, finalmente, como miembros de nuestra especie, como lo explica Susan Carey en su obra, El origen de los conceptos.

Así pues, no podemos desprendernos de nuestras ideologías como no podemos desprendernos de nuestras neuronas. Lo único que podemos y debemos hacer con los lentes cognitivos de las ideologías, es “pulirlos” mediante el ejercicio de la razón y, más concretamente, mediante la crítica, el estudio y la reflexión para evitar que nuestra manera de pensar sea el crudo reflejo de nuestros instintos animales. Esto es, precisamente, lo que han tratado de hacer los europeos: domar sus instintos –organizarlos racionalmente como ideologías y teoría política– para producir el liberalismo, el conservatismo, el marxismo, la socialdemocracia y otras orientaciones.

Aclaro que, en estos casos, estamos hablando de sistemas teóricos abiertos a la crítica. Las ideologías que se imponen por la fuerza solo producen muerte y desolación, como lo muestran los casos de la ideología nazi y la estalinista durante la primera mitad del siglo pasado o la ideología del sandinismo durante los últimos cinco años y en los 80.

“Somos pasiones nada más”

Si aceptamos que las ideologías han servido para razonar y refrenar las pasiones humanas, debemos también aceptar que el atraso político de Nicaragua en general, y el de la oposición anti-OrMu en particular, no pueden atribuirse a un exceso de ideología sino, por el contrario, a nuestra desnutrición ideológica. Así lo reconoció el agudo periodista Enrique Guzmán en el siglo XIX, cuando describió a los partidos políticos de su tiempo como “pequeñas pandillas” sin ideas.

En el siglo pasado, José Coronel Urtecho lamentó esa misma carencia y, más concretamente, “la falta de elaboración intelectual” del liberalismo y conservatismo nicaragüense. Por su parte, Fernando Silva hizo decir a un personaje de sus novelas que “todo lo que hemos procurado aquí [en Nicaragua], liberales y conservadores [también sandinistas y opositores], lo hemos hecho solo por instinto, somos pasiones nada más…”.

Nicaragua ha necesitado siempre de nicaragüenses “más auténticamente de derecha, más auténticamente de izquierda, más auténticamente feministas o antifeministas o más auténticamente conservadores o liberales”, como discutí hace casi veinte años con estudiantes de la UCA (Envío, 289, abril 2006). Hablo de autenticidad como la congruencia que debería existir entre nuestras conductas políticas y los valores y pensamiento que decimos profesar. Desde otra perspectiva, hablo de la inautenticidad de quienes dicen luchar por la democracia mientras tratan de “cancelar” el discurso de los que no piensan como ellos; o quienes dicen defender el Estado de Derecho, pero que, en realidad, solo defienden el Estado de sus derechos; o los que alaban la democracia sin poner atención a las necesidades y aspiraciones sociales de los pobres, que son la mayoría del demos nicaragüense.

Superar la inautenticidad

Nuestro déficit de autenticidad no será superado evadiendo la obligación de pensar. Tampoco, creando organizaciones que, por carecer de peso y contenido ideológico, se multiplican como la mala yerba para elegir juntas directivas, cantar el himno nacional, levantar los brazos en señal de un triunfo imaginario y emitir comunicados que parecieran elaborados por el mismo “consultor”.

De igual forma, la inautenticidad de la oposición no se resolverá adoptando ideologías religiosas o solicitando pastoreo religioso. Así como un banco no puede funcionar con la ideología de un centro de asistencia social, una agrupación política no puede operar con la ideología de una Iglesia y adoptar, por ejemplo, “el camino de Jesús” para definir su visión con relación a los detalles del modelo de relaciones entre Estado, economía y sociedad que proponen para el país. La religión puede moralizar la política, pero no puede ni debe tratar de sustituirla. Por eso coincido con lo que dijo el obispo Báez recientemente: “Los pastores de la Iglesia no deben identificarse directamente con ningún grupo social o ideología política, ni mucho menos involucrarse en la elaboración de estrategias políticas partidarias” (cursivas agregadas).

Ni directa, ni indirectamente, don Silvio.

El autor es profesor retirado del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Western Canadá.

COMENTARIOS

  1. Hace 10 meses

    Difícil ser auténticos si tomamos como modelos teorías, pensamientos, o ideologías previamente elaboradas. Todo dependerá del lente a usarse.

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí