Creció siendo un niño “nefasto”. Su imaginación nunca se detenía y siempre soñaba con “comerse al mundo” cuando era menor. Recuerda los primeros años de su vida con alegría y felicidad, muy unido a su familia que se compone de su madre y sus dos hermanas; Kevin Roberto Solís es el hijo de en medio.
Este joven de 23 años fue privado de libertad por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo; estuvo detenido en dos ocasiones y la segunda más de la mitad del tiempo que el país lleva en crisis. Estuvo secuestrado ilegalmente en la celda de máxima de seguridad, popularmente llamada “el Infiernillo” del Sistema Penitenciario Jorge Navarro, conocido como La Modelo.
Solís formó parte del grupo de 222 reos políticos que fueron “liberados” a mediados del mes de marzo del presente año. Las autoridades de la dictadura los montaron en avión con destino a Washington, Estados Unidos, también fueron despojados de su nacionalidad como nicaragüenses.
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“Vas a ser trasladado a Washington, ya eres libre. Se acabó, no más prisión. Eres un hombre libre”, fueron las palabras que un funcionario de la embajada americana le dijo a Solís al llegar al Aeropuerto Internacional Augusto C. Sandino, las recuerda como las palabras más hermosas que ha escuchado en su vida.
“Papi, te amo”
Solís tiene una hija de 4 años, la cual no ha podido ver crecer por el aislamiento al que fue sometido por parte de la dictadura Ortega Murillo. Fue recapturado días antes de su primer cumpleaños y menciona lo difícil que ha sido no poderla ver crecer.
“Su mamá condujo ocho horas para que yo pudiera ver a mi hija de nuevo, la última vez que la había visto fue el 4 de febrero de 2020, dos días después a mí me detienen. Mi hija iba a cumplir un añito, y salí tres días antes de su cumpleaños, así es que pude celebrar con ella este cumpleaños”, comentó felizmente Solís.
Este joven padre relató la sorpresa que fue para él escuchar que su hija lo llamó “papi” y le dijo: “te amo”. “Yo me quedo asustado porque jamás pensé que mi hija me conociera. Me conocía por labor de su mamá, pues, no sé, imaginate que fue como sentir esa pequeña persona que sabés que es parte de vos, diciéndote te amo aferrada, tocándome la barba, diciéndome qué flaco era”.

El sueño de ser abogado
Cuando entró a la adolescencia, Solís recuerda haberse “calmado”. Se empezó a interesar por procesos sociales y políticos, junto con el ejemplo de su mamá que es abogada y diversas injusticias que presenció, entró a estudiar la licenciatura de Derecho. El primer año ingresó a la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, Managua (UNAN-Managua), y el segundo en la Universidad Iberoamericana de Ciencia y Tecnología (Unicyt).
En su segundo año, estaba trabajando para la Corte Suprema de Justicia cuando inició el estallido social de 2018, al que fue imposible no sumarse porque se indignó con lo que está pasando en el país.
“Me nació un nuevo sentimiento, me nace una indignación y mi conciencia que estaba apagada, se encendió al cien por ciento. Fue algo como que me involucré tanto mentalmente en esto que desde el primer día yo dije: ‘Yo voy a dar todo de mí’. Pero no te voy a mentir, jamás imaginé la magnitud de las consecuencias, jamás”, relata.
Ahora en libertad, Kevin Solís quiere seguir preparándose académicamente, aunque afirma que desea estudiar Ciencias Políticas. Crecer como persona para contribuir al cambio del país. También quiere mejorar como padre y estar presente en la vida de su hija. “Quiere crear estabilidad emocional en mi vida”, afirmó.

Detenciones de Kevin
Kevin Solís es sobreviviente del ataque del 13 de julio a la Iglesia Divina Misericordia. Luego del brutal ataque policial y de las fuerzas de choque de la dictadura contra los jóvenes que tenían tomada la UNAN y que posteriormente fueron trasladados a diversas casas de seguridad.
Sin embargo, Solís recuerda no sentirse seguro por lo que decidió irse con un grupo de amigos al exilio en el país vecino Costa Rica. “Nos fuimos durante un mes a Costa Rica, no tuvimos el suficiente valor para quedarnos y empezar de cero ahí. Así que nos regresamos como muchos nicaragüenses. Mi respeto y admiración para empezar de cero desde eso requiere fuerza de voluntad y requiere mucho valor”, comentó el ex preso político.
A su regreso de su breve exilio, se resguardó nuevamente en una casa de seguridad en Carretera Masaya. “Eran las 4:00 de la mañana. Yo estaba en un cuarto con vidrios polarizados, cuando abro los ojos porque escuché un fuerte ruido, me asomo a través del vidrio, logro divisar un montón de hombres de civil, veinte oficiales armados y mis amigos y las muchachas en el suelo, las estaban cargando (golpeando) a patadas. Tiraron la puerta, tenían una foto mía, me esposaron e igual me cargaron a patadas, yo quedé inconsciente y reaccioné hasta cuando estaba en el antiguo Chipote”, relató.
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Estuvo detenido ilegalmente durante dos meses en el antiguo Chipote, cárcel que el régimen ocupó durante los primeros años de la crisis sociopolítica para mantener secuestrados a sus críticos en condiciones inhumanas. “Ahí no mirás ni el sol, las condiciones son precarias, el trato es inhumano y te meten —golpizas— unas que ni jugando”, relató. Posteriormente estuvo detenido cinco meses en el Módulo 2 de La Modelo.
Fue recapturado el 6 de febrero del 2020, por seguir participando de las protestas contra el régimen. Condenado a cuatro años y seis meses de prisión por el supuesto delito de robo agravado contra un simpatizante sandinista.
Estos últimos tres años estuvo en “el Infiernillo” donde fue víctima de maltratos físicos y psicológicos. “Su estado es grave, ha perdido varias libras de peso, alrededor de las 30 libras, para un muchacho que es pequeño, y lo maltratan con regularidad, en los últimos dos años que ha estado preso ha estado en una celda de máxima seguridad, no recibe sol, aparte que recibe maltrato físico y psicológico”, comentó una fuente cercana a Solís hace un año a LA PRENSA.
“No hay comparación con ‘el Infiernillo’, no digo que sea menos fácil estar en el Chipote nuevo o en el Chipote viejo. Solo que máxima seguridad es muy diferente; ahí no hay nadie, ahí no hay nada, ahí nadie va a pelear por vos, ahí no va a haber un alma que te diga algo sobre vos, una información no podés sacar porque todo es a través de un vidrio por un teléfono durante las visitas a 30 minutos una vez al mes, no puedes decir nada, no sabés nada de información. Estás solito en una celda por tres años con una cámara dentro de la celda, no pasa nada”, recordó Solís.