Hace 89 años, el 21 de febrero es masacrado junto a sus lugartenientes el General Sandino. En su memoria escribo sobre sus apelativos.
En el acta de nacimiento del General Sandino, se registra su nombre Augusto Nicolás Sandino Calderón. Pero a lo largo de su lucha, él firmaba como Augusto César Sandino, Augusto C. Sandino, A.C. Sandino, A.C.S. y César Augusto Sandino, aunque en menos ocasiones. De estos nombres el más conocido a lo interno y externo de Nicaragua fue el de Augusto César Sandino.
Algunos muy en confianza lo trataban solo de Augusto, otros se referían a él como Augusto Sandino. La difusión del nombre César es influido por el liberalismo nacionalista y autonómico, portador de la cultura clásica de la antigüedad grecorromana, que caracterizó a los movimientos políticos de la época.
El argentino Gregorio Selser, en su obra Sandino, General de Hombres Libres, dice: “Augusto César Sandino hizo famoso el humilde pueblo de Niquinohomo, nació allí”. Y, en su libro El Pequeño Ejército Loco, escribe: “Según William Krehm, el nombre de Sandino era Augusto, y la inicial que figuraba a continuación y que se transformó en el nombre de César, originalmente correspondía a su apellido materno Calderón”.
En su cronología de las intervenciones norteamericanas en América Latina, titulada Los Marines, Selser señala que en diciembre de 1926, uno de los jefes liberales en Puerto Cabezas, con apoyo de las prostitutas se apropian de 29 rifles y municiones del enemigo, rompe el cerco en que estaba sometido, y se refugia con su reducido grupo en la selva: “Se llama Augusto César Sandino, y con esta acción iniciara su lucha para obligar a las tropas invasoras de los Estados Unidos a retirarse del país”.
El historiador inglés Arnold J Toynbee, en sus escritos entre 1927-1930, se refiere a Sandino preferentemente como el general Sandino. En 1929 el mexicano Emigdio E. Maraboto en su libro Sandino ante el Coloso, señala: “Augusto César Sandino, de una enorme inteligencia natural, astuto y con cierto no sé qué que le hace simpático y agradable”.
En 1931, el general venezolano Rafael de Nogales Méndez, publica en Nueva York, The Looting of Nicaragua, obra que es incautada por el Gobierno de EE. UU. y en la que reza: “El General Augusto César Sandino, respaldado por las simpatías del noventa por ciento de los nicaragüenses”.
En 1932, el periodista norteamericano Carleton Beals en su ensayo Banana Golds, dice: “General Augusto César Sandino, el guerrillero insurrecto…”
El poeta Salomón de la Selva, en el diario Panamá América el 24 febrero 1934, le llama Augusto César Sandino al condenar y denunciar el crimen.
Gustavo Alemán Bolaños en su libro Sandino el Libertador, México 1952, recoge en su texto el relato del teniente GN Abelardo Cuadra, el más completo de cómo fue asesinado el general, a quien Cuadra, testigo del crimen, llama: “Augusto César Sandino, presentaba una herida de bala que le atravesaba las sienes y otra que le penetró por encima de la tetilla derecha”.
El profesor norteamericano Lejeune Cummins, en su documentado texto Don Quijote en Burro, México 1958, que resuelve el dilema ¿bandido o patriota? le cita solamente como Sandino.
El héroe Carlos Fonseca en Viva Sandino le menciona como Augusto César Sandino, igualmente el historiador Jorge Eduardo Arellano en sus doce ensayos Lecciones de sandinismo. En el Instituto de Estudios del Sandinismo, de la década de los ochenta, se constata la predominancia del nombre Augusto César Sandino. Y, recientemente el profesor alemán Volker Wünderich en su libro Sandino, una biografía política, dice: “Ni siquiera el eminente nombre de Augusto César Sandino, con el cual posteriormente se hizo famoso, fue un regalo de sus padres”.
El Manifiesto desde San Albino, en 1927 señala: “El hombre que de su Patria no exige ni un palmo de tierra para su sepultura, merece ser oído”, y Pauta para la Organización del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, los firma como Augusto César Sandino. En 1929 el Manifiesto a los nicaragüenses, donde expresa: “Mientras Nicaragua tenga hijos que la amen, Nicaragua será libre”, y el Plan de realización del supremo sueño de Bolívar, firma encima de César Augusto Sandino, escrito a máquina.
En 1930 la GN captura a guerrilleros en Jalapa, Cantos del Pueblo, el indio de la cordillera Andina, con música de corridos mexicanos, corregida por el guitarrista Tranquilino Jarquín, documento guardado en Washington en el Centro Histórico de la Infantería de Marina. Sandino escuchaba esos corridos: “Por la suerte del destino, surgió el patriota sincero que asombrara al mundo entero: Augusto César Sandino”. También cantaba el cornetín Cabrerita en dúo con música del corrido mexicano Adelita: “Fueron armas potentes para seguir el destino que Augusto César Sandino nos enseñó a defender”, relata el español Ramón de Belausteguigoitia, en Con Sandino en Nicaragua, 1934.
El francés Henri Barbousse, le bautiza como el “general de los hombres libres”, le llama Augusto César Sandino, al igual que la chilena Gabriela Mistral cuando nombra a sus tropas “El Pequeño Ejército Loco”. Así le denominan en el Congreso Antimperialista Mundial, Bruselas 1927 que reúne la vanguardia del pensamiento moderno con 117 delegados de cuarenta naciones, entre ellos, Albert Einstein, Romain Rolland, Diego Rivera, Haya de la Torre, Gustavo Machado, como también en la revista El Libertador, el filósofo José Ortega y Gasset, Bertrand Russel, César Vallejo, José Carlos Mariátegui, José María Vargas Vila, Alejo Carpentier, Joaquín García Monge.
El juramento que aprueba Carlos Fonseca enfatiza: “Ante la imagen de Augusto César Sandino y Ernesto Che Guevara, ante el recuerdo de los héroes y mártires”.
Augusto César Sandino, le llaman los miles que sufrieron el martirio simbolizado en la figura de Pedro Joaquín Chamorro y Carlos Fonseca Amador. Por todo esto, él es Augusto César Sandino.
El autor es general retirado del Ejército, miembro de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua.