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La muerte y la vida en el más allá

En memoria de Hortensia.

Por una razón familiar de primerísima importancia, en los días y semanas recientes he debido reflexionar sobre la muerte y la vida en el más allá. Ideas y creencias que de una y otra manera están presentes en todas las culturas.

Escatología le llaman en el lenguaje religioso, al estudio o doctrina sobre el destino del alma después de la muerte. Es un vocablo de origen griego formado por las palabras eschatos (último) y logos (palabra o estudio). “Conjunto de creencias y doctrinas referentes a la vida de ultratumba”, es la definición que da el Diccionario de la RAE.

En la mitología griega, la muerte es Thánatos. Según Homero es hermano de Hipnos (el Sueño) y Hesíodo los hace a ambos hijos de Nix, la Noche.

El mitólogo francés Juan Humbert dice en su libro Mitología Griega y Romana que Thánatos era tan temido, incluso por los dioses inmortales, que los griegos no le erigían templos ni altares.  Solo le consagraban los árboles ciprés y tejo.

El ciprés porque no da nuevos brotes después de cortado. Los cuerpos de los muertos eran envueltos con hojas de ciprés y enterrados o incinerados con una ramita del mismo árbol entre las manos.

El tejo era también un árbol funerario, pero contrario del ciprés, porque renace de sí mismo mediante una rama que desciende desde arriba en su interior hueco, hasta enraizarse en el suelo y generar un nuevo tronco, mientras el que lo rodea se seca y cae.

Thánatos —dice otro mitólogo francés al que cito a menudo, Jean Francois Michel Noël—, era enemigo implacable de los seres humanos. Su morada estaba en el Tártaro, que era el peor lugar del Infierno, o Hades, el mundo del más allá.

Señala que según Hesíodo, Thánatos  tenía corazón de hierro y entrañas de cobre. Pero le atribuían la rosa como emblema, porque la vida que los dioses dan a los humanos para que la disfruten, tiene el brillo y la duración de esta hermosa flor antes de marchitarse y morir.

Este otro autor francés dice que entre los griegos solo los lacedemonios (los habitantes de Lacedemonia, la región donde estaba Esparta), le rendían culto a Thánatos y le erigieron una estatua al lado de la de su hermano, el Sueño.

Pero todos creían en la vida del más allá, que la imaginaban distinta a la de acá. Las “sombras” (como llamaban a las almas) de las personas que morían iban al otro mundo, al lugar que les correspondía según fue su comportamiento mientras vivieron.

El investigador del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, Pedro C. Tapia Zúñiga, dice en un ensayo sobre el tema que Homero en La Odisea califica a la muerte de distintas maneras: “Asaz pesarosa, negra, a todos común, muy aflictiva, mala, horrible, mísera, misérrima y semejante al sueño profundo”.

Que hay vida en el más allá lo reconoce Homero al narrar que Odiseo va al mundo donde “viven” los muertos y habla con su madre, Anticlea; con Aquiles; con Tiresias, el ciego adivino; y con Agamenón, el gran general en jefe de los ejércitos aqueos o griegos que vencieron a Troya. Agamenón se queja con Odiseo de que “Egisto, disponiendo la muerte y el hado, / me asesinó, con mi esposa maldita, invitándome a su casa, / al darme una comida, como alguien mata un buey en su establo”.

Un mito sobre la conexión entre la vida y la muerte, que me gusta sobremanera, es el de Orfeo, quien al morir su esposa Eurídice va al otro mundo a buscarla con el propósito de volverla a la vida. Orfeo seduce con la magia de su bella música a Hades, el dios del mundo de los muertos, y a su esposa Perséfone, y los convence de que le permitan llevarse a Eurídice.

Pero los dioses del otro mundo le ponen la condición de que mientras asciendan hacia la vida, Eurídice vaya detrás de Orfeo y que este no vuelva la cara para ver a la mujer. Pero él no resiste el ansia de ver el rostro de la mujer amada, vuelve la cabeza hacia atrás, la mira, y en ese mismo instante Eurídice es halada de regreso a la muerte.

El músico alemán Cristóbal Glück inmortalizó ese supremo instante, con la bellísima aria de su ópera Orfeo y Eurídice: “Che faro senza Euridice”, en español “Qué haré sin ti, Eurídice”.

A los que no conozcan la melodía se las recomiendo. Es un lamento de dolor sentimental impresionante ante la muerte o pérdida de la persona amada. El texto aquí se los copio:

¿Qué haré sin ti Eurídice?
¿A dónde iré sin mi bien?
¡Eurídice! ¡Eurídice! ¡Oh, Dios! ¡Responde!
¡Soy tu amor más fiel!
¡Eurídice, Eurídice! Ah!, no tengo
ninguna ayuda, ninguna esperanza
ni del mundo, ni del cielo!
¿A dónde iré sin mi bien?
¿Sin mi Eurídice?

COMENTARIOS

  1. Hace 1 año

    Cómo en muchos otros temas nadie puede afirmar si existe o no existe. En mi caso creo que nos descargamos al morir, y que el espíritu (o alma, aún no encuentro diferencia) sale por la boca.
    También creo que nuestros seres queridos son nuestros seres de luz que guardan por nosotros.

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