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Hécuba, otra de las grandes trágicas troyanas

Publiqué en LA PRENSA del viernes 13 de enero de este año una columna sobre Andrómaca, la esposa del príncipe troyano Héctor que al caer la ciudad de Troya y ser arrasada por los vencedores griegos, fue sometida a la condición de esclava sexual de Neoptolemo, también llamado Pirro, hijo de Aquiles.

Pero Andrómaca no fue la única mujer troyana degradada y humillada por los vencedores en la guerra, como era usual en aquellos tiempos. Y como en buena medida lo es hasta ahora, pues así lo ha hecho la soldadesca rusa invasora de Ucrania.

Al terminar —desastrosamente para los troyanos— la guerra de Troya, todas las mujeres, pero particularmente las más jóvenes y hermosas, fueron ultrajadas sexualmente por los vencedores. Y a las que pertenecían a la nobleza se las llevaron a Grecia como esclavas sexuales y domésticas.

Ese fue el caso de Andrómaca, y también el de Hécuba, la esposa del rey de Troya, Príamo.  Y el de Casandra, hija de Príamo y Hécuba, a quien Apolo le dio el don de la clarividencia y ella anunció lo que ocurriría a Troya, pero nadie le hizo caso. Eso fue porque Casandra no quiso tener relación sexual con Apolo, que se la pidió como pago por el don de la adivinación que le había dado, y como castigo la condenó a que nadie creyera sus profecías.  

Se cuenta que Hécuba era hija de Ciseo, rey de Tracia. Fue sacerdotisa de Apolo antes de casarse con Príamo y convertirse en reina de Troya. Le dio 19 hijos a su esposo, aunque algunos autores dicen que serían hasta 50.

Cuando los griegos ocuparon la ciudad de Troya, Hécuba se ocultó entre las tumbas del cementerio. Pero fue encontrada por Odiseo (Ulises), quien la ultrajó allí mismo. Odiseo no perdonó a Hécuba, a pesar de que ella le salvó la vida cuando se infiltró como espía de guerra en Troya y fue capturado por los troyanos. Cuando ya lo iban a ejecutar, Odiseo imploró a Hécuba que intercediera para que le perdonaran la vida. La reina troyana se compadeció del prisionero, suplicó que le perdonaran la vida y fue dejado en libertad.

Odiseo se llevó a Hécuba como su concubina forzada y cuando pasaron por Tracia, ella se las ingenió para, con la  ayuda de otras troyanas prisioneras, vengarse del rey tracio Polimnestor  que había asesinado a un hijo de ella llamado Polidoro.

Las troyanas atacaron a Polimnestor y le sacaron los ojos, mientras Hécuba mataba a los dos hijos del rey tracio. Las mujeres huyeron perseguidas por los guardias y la gente de la ciudad, que les lanzaban piedras para matarlas. Entonces los dioses transformaron a Hécuba en una perra que aullaba de forma lastimera.

Eurípides, autor de la tragedia Hécuba triste escribió que ya siendo ella una perra, fue encadenada en la puerta de Agamenón. Pero en Tracia hubo un sepulcro llamado la tumba del perro, en la que se creía que estaban enterrados los restos de Hécuba.

En otra versión del mito se dice que Odiseo siguió su viaje llevando a Hécuba como prisionera, y esta en una isla donde pararon se arrojó desde lo alto de un risco para matarse. Odiseo, al morir Hécuba, fue atormentado por el remordimiento y erigió un altar para honrar su memoria.

En la tragedia Hécuba triste, Eurípides pone en sus labios este dramático lamento que contiene una sabia enseñanza: “¡Oh¡ tiempo pasado, ido ya sin esperanza de tornar, ¿por qué te llevaste todos mis bienes y me dejaste solo la vida? ¿Para esto deseaba yo la  vejez y las canas, cuando veía que de mí salían tantos y tales hijos? ¿Para eso rogaba yo a dios que me dejase aquí muchos años, cuando creía que había de ver mi sangre multiplicada por gran número de nietos que honrasen mi sepultura?…

“¡Oh! ciegos mortales, engañados con los vanos prometimientos que os hace la vida, no conocéis cuán engañados os lleva a ver vuestros males. Creedme que más piadosa es la muerte, pues os cierra los ojos para que no la veáis; y más piadosa me hubiera ella sido, que no esta vida, si hubiera cerrado los míos antes que vieran tan grandes daños como han visto…”

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