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Nausicaa y su amor imposible

Canta Homero en la Rapsodia V de La Odisea, titulada La balsa de Odiseo, que cuando le llegó el momento de irse de la isla de Ogigia donde Calipso trató en vano de retenerlo y hacerlo su esposo, el héroe griego de la guerra de Troya siguió su aventurado viaje por el mar. Se fue en una balsa bien dotada de agua y provisiones, que le fue preparada por orden de Calipso, pero pronto Poseidón envió una tormenta para que naufragara y fue a parar a la isla Esqueria, que estaba poblada por los feacios.

Las olas lo arrojaron a una playa donde quedó desmayado por el tremendo esfuerzo que hizo para sobrevivir a la tormenta. El rey de los feacios Alcinoo, su esposa se llamaba Arete y tenían una única hija, la princesa Nausicaa, quien según la describe Homero era “una doncella parecida a las inmortales por su hermosura”.

Estaba Nausicaa en su alcoba cuando la diosa Atenea tomó la forma de una de sus esclavas más queridas, quien entró y le dijo que fueran con las otras sirvientas al arroyo cercano a la playa, para  lavar sus ropas y bañarse en sus frescas aguas. Aceptó Nausicaa la propuesta y al llegar encontraron a un hombre desconocido —quien no era otro más que Odiseo—, con el cuerpo cubierto de hojas seguramente para protegerse del frío de la noche y la madrugada.

 Las acompañantes de Nausicaa se espantaron y huyeron, pero ella se compadeció teniendo en cuenta el mandamiento de los dioses, de ser compasivos con los desgraciados y hospitalarios con los  forasteros. Despertó Odiseo y pidió a Nausicaa una manta para cubrir se desnudez. Se la dio la doncella, quien le dijo que lo llevaría a donde sus padres que seguramente lo atenderían debidamente.

Así fue. Alcinoo y Arete recibieron a Odiseo con la amabilidad que merecen los extranjeros que no llegan en son de guerra y de conquista. En la noche hicieron un banquete especial en su honor, amenizado por un músico y poeta que cantó las hazañas de los héroes griegos en la Guerra de Troya. Al oírlo Odiseo se conmovió hasta el llanto y entre sollozos reveló su identidad a los amables anfitriones.

En los días siguientes de su estadía en el palacio de los reyes de los feacios, Odiseo les contó los acontecimientos de la Guerra de Troya, pues mucho había que hablar de aquel legendario conflicto bélico conducido por los dioses que había durado diez años.

Nausicaa admiraba la apostura de Odiseo y comentó con sus esclavas que le gustaría casarse con un hombre así. “Él se asemeja a los dioses que poseen el anchuroso cielo —dice Homero que comentó la princesa—. ¡Ojalá tal varón pudiese ser mi marido, viviendo acá; ojalá le pluguiera quedarse con nosotros”.

Algunos estudiosos de la literatura homérica dicen que Alcinoo le habría propuesto a Odiseo que se quedara y casara con Nausicaa. Pero el héroe no aceptó, porque amaba a su esposa Penélope y su anhelo era regresar a su hogar en la isla de Ítaca.

Otros especialistas dicen que en realidad Homero da al personaje de Nausicaa “el significado literario del amor no expresado”. Inclusive algunos sostienen que el amor que habría despertado Odiseo en Nausicaa era más bien maternal. Esto lo deducen del hecho de que cuando Odiseo se marcha de Esqueria, Nausicaa va a despedirlo y le dice: “No me olvides porque yo te he devuelto tu vida”. Entienden esas palabras como que la princesa le dice que ella lo ha salvado y es como una segunda madre para él.

Sin embargo, por lo que según Homero la bella Nausicaa dijo a sus esclavas, lo que se puede deducir es que se enamoró de Odiseo, pero ese fue su amor imposible.

Otros autores de la antigüedad dijeron que pasado algún tiempo después de que Odiseo se marchó del país de los feacios, Nausicaa se casó con su hijo (de Odiseo), Telémaco, y tuvieron un hijo al que llamaron Ptolipo.

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