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carlos antón, migrante nicaragüense,

Carlos Antón Catín, de 34 años, era originario de Chinandega. Foto/Cortesía

“Salió con un sueño y vendrá con sus ojos cerrados”. La historia del nicaragüense que fue asesinado y quemado en México

Carlos Antón Catín quería trabajar en Estados Unidos para construirle una casa a su madre y sacar adelante a sus dos hijos. Ahora, su familia pide ayuda para costear su repatriación

Carlos Marconis Antón Catín partió de Nicaragua el 20 de abril de este año, con muchos sueños: llegar a Estados Unidos a trabajar para sacar adelante a sus dos hijos pequeños, darle una casa a su madre y ayudarle con el tratamiento para una enfermedad en su corazón. Pero durante su travesía por México se topó con la muerte y ahora su familia lo único que quiere es tenerlo de vuelta para darle cristiana sepultura.

“Él salió con un sueño y ahora vendrá con sus ojos cerrados (…) Ojalá que ninguna madre pase este trago amargo porque es un dolor incomparable”, dice quebrantada doña Mercedes Catín, madre de Carlos.

Carlos tenía 34 años y vivía en el reparto La Florida, del departamento de Chinandega. Su mamá relata que en el barrio era muy querido por ser amable y servicial y porque desde pequeño no tuvo pena para trabajar como vendedor ambulante.

“Él desde que era un niño empezó a trabajar porque él decía que iba a ser el futuro de nosotros, era un chavalo que trabajó a la par conmigo, ambulante”, recuerda su progenitora.

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Un padre e hijo abnegado

El chinandegano no solo mantuvo el deseo de mejorar las condiciones de vida de su madre, sino también de sus dos hijos, de 12 y 11 años, respectivamente. El próximo 3 de diciembre, la niña se promocionará de sexto grado y Carlos lo que quería era suplir todas esas necesidades, pero el destino le impidió realizar ese sueño. “Él quería que su hija siguiera sintiéndose orgullosa de él porque ella le decía: ‘Yo me siento orgullosa de mi príncipe’. Así le decía a su papá”, comparte doña Mercedes.

Carlos salió de Nicaragua siguiendo la misma ruta que han emprendido miles de connacionales. Sin coyote logró llegar a Tapachulas, México, y allí se mantuvo por tres meses trabajando, puesto que se acercaba el cumpleaños de sus hijos y quería que lo celebraran. “Eso él tenía, que nunca dejó de darle lo mejor a sus hijos en sus cumpleaños”, dice doña Mercedes.

Luego que recogió el dinero para sus hijos, Carlos se dirigió a San Pedro Tapanatepec, municipio de Oaxaca, para conseguir el permiso que entrega el Instituto Nacional de Migración (INM) para transitar por todo México. Logró llegar a Monterrey, pero allí fue detenido por las autoridades migratorias y fue devuelto a Guatemala.

Carlos regresó a Tapachulas y trabajó por otros dos meses para costear la travesía que lo llevaría a Estados Unidos. Nuevamente llegó a San Pedro y avanzó en su ruta, pero una vez más fue devuelto por las autoridades mexicanas, esta vez, a este último municipio.

Sin ánimos de rendirse, el nicaragüense volvió, por tercera vez, a solicitar el permiso en San Pedro y el 4 de octubre pasado obtuvo el documento.

“Mientras esperaba el documento (en San Pedro) él caminaba vendiendo comida y café”, cuenta la madre del joven.

La despedida

Desde que salió de Nicaragua, Carlos hablaba con su mamá todos los días. Se dirigía a ella como “mi amor”, y le reiteraba que él cumpliría el sueño de darle su casa. El sábado 5 de octubre, un día después de obtener el permiso de tránsito, el día comenzó como de costumbre.

—¿Cómo amaneciste mi amor? —le preguntó Carlos a su mamá.
—Bien mi niño, ¿y vos? —le respondió doña Mercedes.
—Madre, vamos a cantar el Himno de Victoria (alabanza cristiana), ya tengo el permiso y ya me voy a ir —fue la respuesta de Carlos.

Esa fue la última comunicación que sostuvo doña Mercedes con su hijo. “Ya la mañana del domingo no me habla y yo pensé ‘ah pues va en camino y no me puede hablar'”.

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Después de dos días de incomunicación, a doña Mercedes le sorprendió una llamada de quien fuera la jefa de Carlos, cuando trabajó en San Pedro vendiendo comida, confirmándole su mal augurio: “Sea fuerte, es duro esto, pero le mataron a su hijo”.

“Yo aventé el teléfono y me quebranté, nunca pensé que el sábado serían las últimas palabras que hablé con él, y que ese mismo día le estaría pasando esa tragedia”, describe entre llanto la progenitora.

Carlos fue asesinado de un balazo en Chahuites, una ciudad del estado mexicano de Oaxaca. Su cadáver luego fue quemado por los delincuentes.

Hasta ahora, la familia no tiene mayores detalles del caso y, según una hermana de Carlos, la Policía mexicana no ha mantenido comunicación con la familia. “No tenemos información del porqué le hicieron eso a mi hermano, no sé si encontraron alguna evidencia, solo dijeron que le dieron un disparo, lo arrastraron al lugar y lo quemaron”.

Piden apoyo para repatriar a Carlos

El cuerpo del migrante se encuentra en una funeraria en Monterrey y los gastos para repatriarlo ascienden a cinco mil dólares, aproximadamente.

Según doña Mercedes, la funeraria solo puede tener los restos por 15 días en su morgue y luego procederían a enterrarlo en una fosa común.

“Es una cantidad muy grande para una madre que no trabaja, que es una simple pensionada y no está en la capacidad de pagar esa gran cantidad, por eso pido humildemente que me apoyen para saber dónde lo tendré sepultado”, dijo entre lágrimas doña Mercedes.

Si usted desea apoyar económicamente a esta familia para repatriar el cuerpo de Carlos, puede donar a la cuenta BAC en dólares: 367784071 y BAC en córdobas: 367784162 a nombre de Carlos Manuel Rivas Castillo, o bien llamar al +505 88735088.

Nacionales México Nicaragua archivo

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COMENTARIOS

  1. Hace 1 año

    Los que se van deben hablar con familia y hacer un acuerdo que si mueren el camino no pensar en repatriación de cuerpo . Es mucho dinero que no tienen. Hay que ser práctico y objectivism. Total cuántas veces va la gente a ver un muerto al
    cementerio aparte de el día de los muertos. Todo se debe analizar incluyendo el peor de los casos y tomar decisiones. No estar apelando a los demás.

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