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La primera vez que Yokasta Valle se puso los guantes y se subió a un ring, le dio miedo. No quería pelear. Tenía 13 años y solamente dos semanas de entrenamiento en un gimnasio de San José, Costa Rica.
Cuando la campana sonó, dando inicio al primer round, se dio vuelta para ver a su entrenador. Le pidió que le quitara la careta y los guantes porque no quería pelear. Su entrenador solamente la tomó de los hombros, le dio la vuelta y le dio un empujón hacia el centro del ring. Su rival la recibió con un derechazo. Luego con la izquierda y la remató con un gancho.
“Yo no me iba a dejar”, cuenta Yokasta hoy 17 años después de aquella pelea. La jovencita levantó la guardia y respondió a los golpes de su contrincante. Seis rounds después, Yokasta terminó ganando la pelea por decisión unánime y cuando mencionaron su nombre como la triunfadora, decidió que quería convertirse en una gran boxeadora.
En esa pelea, Yokasta se enamoró del boxeo. No volvió a sentir miedo de subirse al ring y hoy es campeona mundial y está entre las mejores diez boxeadoras libra por libra a nivel mundial, según la revista especializada en boxeo The Ring.
La pugilista tiene 30 años y el pasado ocho de septiembre unificó dos títulos mundiales en las 105 libras, el de la Federación Internacional de Boxeo (FIB) y el de la Organización Mundial de Boxeo (OMB).
Su nombre es Yokasta Galeth Valle Álvarez, pero todos la conocen como “Yoka”. Representa a Costa Rica porque es el país donde ha vivido la mayor parte de su vida y donde ha desarrollado su carrera boxística, pero ella nació en Nicaragua, en Ciudad Darío, Matagalpa, el 28 de agosto de 1992.
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De su infancia recuerda muy poco. Solo que jugaba mucho con sus primos y también las comidas que preparaba su abuelita. Dice que actualmente le gusta mucho la comida nicaragüense, y aunque todavía no sabe preparar el vaho, alardea de los nacatamales y el indio viejo que, según ella, le quedan exquisitos.
Puño cerrado en el colegio
Es la segunda hija de las cinco que tuvieron doña Azucena Álvarez y don Rommel Valle. Su padre era un fisicoculturista nicaragüense que iba a competir a Costa Rica, hasta que encontró trabajo en un gimnasio de este país como preparador físico.
De su infancia en Nicaragua,Yokasta recuerda los largos viajes por carretera junto a su mamá y su hermana mayor hacia Costa Rica para ir a visitar a su padre, hasta que llegó un momento en que ya casi no viajaba a Nicaragua. Solamente en Navidad para ir a visitar a sus abuelitos.
La familia de Yokasta empezó a echar raíces en Costa Rica.
Para aquel entonces, Yokasta tenía unos siete años, dice. Empezó a estudiar en un colegio costarricense y sus padres empezaron con el proceso de nacionalización, hasta que la familia se hizo tica.
Estudió su secundaria en un colegio llamado Castro Madriz. “Todos los días había peleas” entre los niños de esa escuela, recuerda. Ya sea por rencillas y por cosas de niños, casi siempre los estudiantes de aquel colegio se reunían al finalizar las clases para no perderse la revuelta del día.
Su padre le decía que, si alguien le hacía algo, ella debía defenderse. Se peleó en al menos cinco ocasiones. “Pero no fueron porque yo las empezaba”, aclara.
Para la primera pelea que tuvo en el colegio todavía no boxeaba, pero su padre le había recomendado que, si le tocaba defenderse, que lanzara golpes con el puño cerrado. Para las demás peleas que tuvo en el colegio, ya había aprendido a boxear, entonces empleaba técnica y los demás niños del colegio le decían “La Boxeadora”, y empezaron a tenerle miedo.
Pero no todo fueron pleitos. Recuerda que a veces se iba a bailar salsa con sus compañeros y dice que era buena estudiante, aunque le tocó repetir octavo grado porque no pasó la clase de Matemáticas ese año.
Cuando se bachilleró, ella quería dedicarse solamente al boxeo, pero su mamá estuvo insistiéndole en que debía estudiar una carrera universitaria, así que decidió matricularse en Educación Física en una universidad costarricense, lo cual le ha servido también en su carrera boxística.
Actualmente no ha terminado sus estudios universitarios porque ha estado fuera del país peleando, pero dice que solamente le faltan los últimos exámenes para graduarse.
“Tu hija, la vaga”
Tenía trece años cuando su padre la llevó a un gimnasio a ver peleas de boxeo y la instaba para que aprendiera a boxear. Ella no se interesó mucho al principio. “Empecé a entrenar por complacer a mi papá”, confiesa.
Llegaba a un gimnasio donde solo había hombres fortachones y musculosos. Ella era la única mujer en todo el gimnasio. A las dos semanas de entrenamiento, su entrenador le ofreció pelear y ella dijo que sí. “Cuando llegó el día, yo estaba muerta de miedo. ¿Para qué dije que sí?”, relata.
Después de ganar esa primera pelea como amateur, Yokasta perdió el miedo y se dijo a sí misma que quería llegar a ser una gran boxeadora, sin embargo, confiesa, ella no sabía nada de boxeo y ni siquiera veía las peleas que pasaban en la televisión.
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Ella recuerda que su abuelo y su padre veían las peleas de Alexis Argüello, Óscar de la Hoya, Mike Tyson, entre otros, pero a ella no le llamaban la atención en los más mínimo. Cuando empezó a boxear, su entrenador le recomendó ver algunas peleas de ellos.
También veía peleas de Floyd Mayweather y de Román “Chocolatito” González, de quien trató de aprender muchas cosas. “¡Qué rápido!”, fue lo primero que pensó Yokasta al ver a Chocolatito y su entrenador le decía: “Mae, vea al Chocolate. Vea como tira abajo”.
En julio de 2014, a los 21 años, Yokasta debutó como profesional,
A partir de entonces, la joven necesitaba conseguir promotores y tocando las puertas de varios gimnasios consiguió uno en un lugar llamado Río Segundo de Alajuela, el cual le quedaba bastante largo de su casa.
“Había otros campeones, otros muchachos y llegaba yo, una muchacha pequeñita, chiquitita y los otros muchachos todos musculosos”, recuerda.
Fue una etapa muy complicada en su carrera porque en aquel gimnasio, casi nadie le prestaba mucha atención, mientras que, en su casa, su madre no la apoyaba con su sueño de ser boxeadora y doña Azucena Álvarez también recibía algunos comentarios como “tu hija, la vaga”.
Su madre le decía que mejor se enfocara en los estudios y no le daba dinero para ir al gimnasio a entrenar. “A como podía, yo me iba. Me colaba en los buses, me iba corriendo, le pedía a un tío, pero nunca faltaba. Todos los días a la hora que me decían, yo estaba ahí”, detalla Yokasta.
A veces su entrenador la hacía esperar porque otros boxeadores que ya tenía trayectoria le decían que era su horario de entrenamiento, entonces el entrenador le decía a Yokasta: “Bueno, se espera”. Ella esperaba. “Podían más mis ganas que todas las excusas que podría poner cualquier persona para renunciar”, resalta.
Yokasta también dice que hubo momentos en que prácticamente no salía del gimnasio. Tanto en feriados, cumpleaños y fechas importantes pasaba entrenado. Para aquel entonces conoció a Mario Vega, su actual promotor y quien hasta ahora la ha alentado a que continúe adelante.
Costa Rica o Nicaragua
En 2013, cuando todavía era amateur, Yokasta fue a competir a Nicaragua en un campeonato Centroamericano de boxeo. Aunque había nacido en Nicaragua, llegaba representando a Costa Rica, e incluso peleó contra rivales nicaragüenses.
Su familia siempre ha respetado que ella haya decidido representar a Costa Rica. “Como tantos deportistas que hay en muchísimos países, así estoy yo. He estado prácticamente toda mi vida aquí en Costa Rica”, y por eso decide vestir los colores ticos.
En aquel torneo en 2013 ganó una medalla de oro y derrotó a rivales nicaragüenses. Yo no lo miro como pelear contra Nicaragua, sino contra el que se suba (al ring)”, indica.
Después de ese torneo, debutó como profesional el 26 de julio de 2014 en Costa Rica, venciendo por decisión unánime a la mexicana Guadalupe “La Fiera” Atilano. Como profesional, también ha peleado contra nicaragüenses. Primero contra Francisca Víquez, a quien le ganó por nocaut técnico, y luego peleó en dos ocasiones contra Yovanella Soza, a quien derrotó primero por decisión unánime, y la segunda por nocaut técnico.
El 16 de diciembre del 2016 se convirtió en la primera campeona mundial en 102 libras, peso átomo, de la Federación Internacional de Boxeo (FIB). Una categoría que ese órgano boxístico recién estaba incluyendo.
Aunque era campeona mundial, no muchas personas la conocían en Costa Rica, así que su promotor le decía que debía conseguir resultados extraordinarios para empezar a ser reconocida. Subió dos categorías y peleó en Japón contra Naoko Fijioka, por el título de peso mosca ligero de la OMB. Esa fue la primera derrota de su carrera.
Luego peleó en Alemania en una categoría más baja contra Tina Rupprecht y también perdió, pero Yokasta dice que le robaron esa pelea.
Después de esas derrotas, el equipo de Yokasta la impulsó para que participara en Dancing with The Stars, un concurso de baile que es muy visto en Costa Rica y que podía traerle mayor proyección porque todavía era una deportista desconocida para la mayoría de costarricenses.
En Costa Rica empezaron a conocerla como bailarina del programa, pero no como boxeadora, hasta que a su promotor se le ocurrió que peleara durante el concurso. Recuerda que le tocó pelear un sábado y el domingo ya estaba en la gala del programa. Eso le funcionó para que empezaran a conocerla como boxeadora.
A sus 30 años, Yokasta todavía no piensa en el retiro. “Estoy entera”, dice entre risas y más bien está buscando la revancha contra Tina Rupprecht para enero o febrero del siguiente año. Es ambiciosa y sueña con llegar a ser la mejor libra por libra.
También está construyendo su propio gimnasio en Costa Rica, el cual espera inaugurar en unos dos meses. Se la pasa entrenando todos los días y disfruta ver peleas los fines de semana. Dice que le encanta el boxeo de Saúl “Canelo” Álvarez, y el de Vasyl Lomachenko.
La boxeadora nacida en Nicaragua también quiere ser un ejemplo para las nuevas generaciones de pugilistas, como su hermana menor de 18 años, Naomy Valle, quien está dando sus primeros pasos en el boxeo amateur y ya lleva cinco peleas invictas.
Yokasta también anhela que las mujeres dejen de ser menospreciadas en el boxeo, sobre todo en el ámbito económico, y que a las jóvenes boxeadoras no les cueste tanto profesionalizarse como le pasó a ella.