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La desconexión entre la élite mundial y la realidad podría llevarnos al caos

La desconexión entre la élite mundial y el mundo real crece día a día. La mayoría de la gente está agotada por la pandemia, las subidas de precios de los alimentos, de la energía y la inflación general, y preocupada por la recesión. Sin embargo, los voceros de las élites acuden a las conferencias de Davos o Aspen para declarar que nuestras mayores e inmediatas amenazas son el cambio climático, los desastres medioambientales y la pérdida de biodiversidad. Esto ignora las más urgentes de nuestras crisis.

Casi mil millones de personas están en riesgo de morir de hambre este año, situación que se agrava por la oposición hacia los fertilizantes fabricados con combustibles fósiles. Más de mil millones de niños en edad escolar han perdido en promedio nueve meses de aprendizaje debido a los cierres durante la pandemia, lo que costará a su generación 1.6 billones de dólares cada año hasta 2040. Millones en el mundo rico morirán innecesariamente de cáncer y enfermedades cardíacas no diagnosticadas e ignoradas por la irrupción de la covid-19, mientras que otros millones más en el mundo pobre morirán innecesariamente de malaria y tuberculosis.

El cambio climático es un problema real, provocado por el hombre, que merece atención. También se exagera en los medios de comunicación, donde cada “evento” meteorológico se convierte en una catástrofe televisiva. El año pasado, los periódicos se llenaron de historias de huracanes devastadores. Sin embargo, el año 2021 fue el de menor número de huracanes a nivel mundial desde que los satélites comenzaron a vigilar, en 1980. Cientos de muertes por olas de calor encabezan las noticias durante días, a pesar de que los datos muestran que en todas partes mueren muchas más personas, 4.5 millones en todo el mundo, por las bajas temperaturas, a menudo debido a la falta de calefacción agravada por los altos precios de la energía.

Los costos de las políticas climáticas y ambientales impulsadas en las tertulias del establishment se están volviendo rápidamente insoportables. Durante décadas se nos ha dicho que acabar con los combustibles fósiles no tiene costo alguno o incluso es beneficioso. Ahora, estamos empezando a ver los inmensos costos económicos y de seguridad de tales promesas desatadas. Las primeras reacciones se produjeron en Francia con las revueltas de los “chalecos amarillos”.

Los Países Bajos se han visto sacudidos por las protestas desde que el gobierno introdujo políticas que diezmarían la industria agrícola en nombre del medioambiente. Estas políticas amenazan la producción de uno de los mayores exportadores de alimentos del mundo, justo cuando el hambre está aumentando, pero el gobierno no puede cambiar el rumbo porque los ecologistas han emprendido acciones legales para bloquear las políticas asimétricas.

La situación es aún peor en Sri Lanka. Alentado por los activistas de élite y el Foro Económico Mundial para adoptar un enfoque orgánico, el gobierno prohibió los fertilizantes sintéticos en abril de 2021. Como era de esperar, la producción de alimentos se desplomó y la moneda entró en default. Las protestas, a gran escala, de ciudadanos hambrientos e insatisfechos que invadieron el palacio presidencial forzaron finalmente la dimisión del gobierno.

Resolver muchos de estos problemas no es una ciencia espacial. Los ricos deberían dejar de encarecer los alimentos insistiendo en lo orgánico. Deberían dejar de encarecer la energía imponiendo las energías renovables. En lugar de ello, deberíamos aumentar la I+D para obtener mejores semillas que proporcionen más alimentos con un menor impacto medioambiental. Deberíamos impulsar los avances en energía verde que podrían hacer que las reducciones drásticas de CO₂ fueran baratas y factibles. Y deberíamos incluir las muchas otras crisis urgentes que tienen soluciones sencillas y eficaces, por ejemplo, para la tuberculosis y para asegurar un aprendizaje mucho mejor en las escuelas de todo el mundo con una enseñanza asistida por computadora en el nivel adecuado.

Desgraciadamente, la élite parece que va a redoblar la apuesta por el clima y el medioambiente. La política de “cero neto” será la más costosa en la que se haya embarcado el mundo. Según McKinsey, el precio de los activos e infraestructuras renovables ascenderá a más de 5 billones de dólares anuales durante las próximas tres décadas. Esto equivale a más de un tercio de la recaudación fiscal mundial.

Al igual que en los Países Bajos, los gobiernos se verán cada vez más atrapados entre los ecologistas, que utilizan las acciones legales para obligarles a cumplir sus promesas, y las familias trabajadoras, que no pueden hacer frente al aumento de los precios. Incluso con las políticas actuales, el vicepresidente de la UE, Frans Timmermans, admite que muchos millones de europeos podrían no poder calentar sus hogares este invierno. Esto, concluye, podría provocar “conflictos y luchas muy, muy fuertes”.

Tiene razón. Cuando las personas tienen frío, hambre y están arruinadas, se rebelan. Si la élite sigue impulsando políticas increíblemente costosas que están desconectadas de los desafíos urgentes a los que se enfrenta la mayoría de la gente, tendremos que prepararnos para mucho más caos global.

El autor es presidente del Copenhagen Consensus Center y visiting fellow en Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Ha sido considerado una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time, una de las 75 personas más influyentes del siglo XXI por la revista Esquire y una de las 50 personas capaces de salvar el planeta por el periódico The Guardian, del Reino Unido. Su más reciente libro en español es Falsa alarma: Por qué el pánico ante el cambio climático no salvará el planeta, que se suma a sus numerosas publicaciones, entre ellas los best seller El ecologista escéptico y Cool It.

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