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¿Por qué persiguen a Cristo?

San Pablo, Saulo de Tarso, perseguía a los cristianos. Avaló la ejecución de Esteban y arrestaba a seguidores de Jesús a diestra y siniestra. En su viaje a Damasco, buscando apresar a más de ellos, se le apareció Cristo y le dijo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” No le dijo ¿por qué persigues a mis discípulos?, sino por qué me persigues a mí.

Este pasaje evangélico revela lo que la Iglesia ha repetido siempre: quien la persigue, o persigue a sus seguidores, persigue a Cristo. “La Iglesia —nos dice—, es el cuerpo místico de Cristo”. En carta que Juan Pablo II dirigiera al episcopado nicaragüense en 1982, recordaba que “el Obispo es como Jesucristo, hecho presente en medio de su Iglesia cual principio vivo y dinámico de unidad”.

De forma que no hay donde perderse: en Nicaragua el Gobierno persigue hoy a Cristo. Que la persecución existe nadie lo discute. Lo proclaman las recientes acciones del régimen: expulsiones de religiosos, cierre de labores católicas, arresto de sacerdotes, cierre masivo de medios de comunicación católicos, profanación de templos, sitio al obispo de Matagalpa, etc. Lo único que causa controversia son las razones. ¿Por qué se persigue a la Iglesia? ¿Qué interés tiene el Gobierno en hacerlo?

La primera interpretación es que los ataques tienen una motivación fundamentalmente política o estratégica: callar a los clérigos disidentes y doblegar a la Iglesia. Históricamente, en los países comunistas, como en la Europa del Este antes de la caída del muro de Berlín, Rusia, China y Cuba, el Estado se esmeró en acorralar a la Iglesia y convertirla en una institución callada y sumisa, cuando no colaboracionista. Para ello usó el terror y la intimidación contra sus líderes y activistas más vocales.

Los gobernantes nicaragüenses, hijos ideológicos de dicha tradición, quieren, efectivamente, destruir la independencia de la Iglesia y de toda institución no estatal. Es parte de su designio totalitario reflejado, nítidamente, en la supresión masiva de todo tipo de ONG u organizaciones de la sociedad civil. Como decía Mussolini: “Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado”.

 Pero la interpretación política es incompleta. Hay algo más profundo y perturbador. Se trata del intento de descristianizar Nicaragua. Lo delata, entre otros casos, la expulsión sin explicaciones de las misioneras de la Caridad y de ONG católicas, totalmente apolíticas, dedicadas exclusivamente a labores educativas y evangelizadoras, como la Fundación Padre Fabretto, que educaba a miles de niños campesinos pobres.

Jamás un gobernante, que ame a Jesucristo, o estime en algo la labor caritativa de ayudar a los pobres y llevarles el evangelio, cerraría o atacaría este tipo de iniciativas. Jamás. Acciones como estas solo pueden provenir de gobernantes que lo adversan. Sus palabras pueden decir lo contrario e, incluso, hacer ruidosas proclamaciones de fe, pero sus obras los delatan.

Lo anterior hace inevitable preguntarse, ¿por qué abrigará la pareja dominante sentimientos adversos a la fe cristiana? La repuesta se encuentra en su verdadera ideología. No en la que públicamente dicen profesar, sino la que guardan en la intimidad de sus conciencias. Esta, sin lugar a equívocos, es la misma ideología atea marxista leninista que profesan desde su juventud.

Si se revisan sus escritos y alocuciones previos a su derrota electoral de 1990, no se encontrará ni una frase donde se confiesen creyentes en el Dios Hombre Jesucristo. Su “catolicidad” comenzó después, cuando advirtieron que estratégicamente les convenía presentarse como tales ante una población predominantemente cristiana. De allí las grandes purísimas, nacimientos y su lema de “Nicaragua cristiana, socialista y solidaria”. Teatro. Puro teatro típico de los marxistas, como lo practicó el ateísimo Fidel Castro, cuando entró triunfal en La Habana con un rosario al cuello. Era la piel de oveja que tapaba al lobo.

Nada de lo que está pasando actualmente con la Iglesia puede entenderse si no se entiende primero que la pareja gobernante, aunque pragmática en muchos aspectos, abriga el tradicional odio de los comunistas a Cristo. Habría que advertirles del riesgo de hacerle la guerra a Dios. Jesucristo se lo dijo a Pablo: “Te estás haciendo daño a ti mismo, como si dieras coces contra el aguijón”.

El autor fue ministro de Educación y es autor del libro Buscando la Tierra Prometida; historia de Nicaragua 1492-2019.

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