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Belli se fue al exilio hace un año, huyendo de la persecución de la Policía Orteguista. LA PRENSA/ ARCHIVO/ ÓSCAR NAVARRETE

Humberto Belli: “Las únicas dos alternativas que quedan son la sumisión total o la rebelión violenta”

El historiador y especialista en temas católicos considera que el régimen Ortega Murillo ataca a todo el mundo porque ya no le importa pagar costos políticos y únicamente puede sostenerse por el poder de las armas

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Humberto Belli Pereira, de 77 años de edad, exministro de Educación y conocedor de temas de la Iglesia católica, explica en esta entrevista a la Revista DOMINGO que los nicaragüenses estamos en un callejón sin salida ante las agresiones que realiza el régimen Ortega Murillo en contra de todos aquellos a quienes considera opositores.

Los últimos ataques de la dictadura en contra de la Iglesia católica no toman por sorpresa al académico, porque conoció lo que ocurrió contra la Iglesia durante el primer régimen sandinista de los años ochenta, pero afirma que las arremetidas actuales de Daniel Ortega y Rosario Murillo son más “fuertes”.

Belli expone que los Ortega Murillo no temen a lo que puedan hacer los organismos internacionales, como Naciones Unidas y la OEA, porque no les ve “dientes” para “morder”. Además, dentro de Nicaragua tienen controlada a la ciudadanía a través del terror, ya que la Policía, si alguien sale a protestar, “sale a matar”.

Por ahora, explica, solo queda “orar” o esperar un “factor sorpresa”, algo que no se puede visualizar en este momento, pero puede desencadenar la salida del poder de la dictadura. Belli considera que, si algunos deciden optar por la lucha armada, sería algo legítimo.

Se han intensificado los ataques a la Iglesia católica, ¿cómo los está viendo?

Es un ataque sin precedentes a la Iglesia de Nicaragua. Ni siquiera en la década de los ochenta, cuando había una situación de tensión militar, de guerra civil, la Iglesia recibió la cantidad de ataques que está recibiendo ahora. Lo grave de estos ataques es que podría pensarse que van dirigidos solamente a silenciar a los elementos del clero que son más críticos de las violaciones de los derechos humanos, sin embargo, esta persecución no solo tiene un cariz político sino también religioso-espiritual, porque ¿cómo se explica la expulsión de las 16 monjas Misioneras de la Caridad de Madre Teresa de Calcuta? No tenían ningún activismo político, sino que hacían una labor benéfica, caritativa a los más pobres de Managua. O, ¿cómo se explica que hayan cerrado también la Fundación Padre Fabretto? Asistía a miles de niños pobres del norte del país, niños campesinos. Y el cierre masivo de emisoras de radio. Es decir, lo que estamos viendo es un ataque, no solamente para neutralizar, silenciar posibles voces independientes de la Iglesia, sino para descristianizar en cierta forma a Nicaragua. Evitar que se difunda el Evangelio. Entorpecer seriamente la labor evangélica de la Iglesia.

¿No hay nadie que detenga al régimen Ortega Murillo en estos ataques a la Iglesia?

Una cosa que ha demostrado reiteradamente, desde hace ya más de dos años, es que no le importa pagar costos políticos que antes hubiéramos considerado demasiado altos para el Gobierno. Se ha peleado abiertamente con Estados Unidos. Expulsó al nuncio apostólico, no le importó quedar mal con la Santa Sede. Se peleó con el sector privado. Es decir, da la impresión de que no existen costos políticos para las acciones que ellos emprendan. Que se sienten tan seguros por el respaldo de las armas, por el respaldo del general (Julio César) Avilés y el Estado Mayor del Ejército, y por un posible respaldo de China y Rusia. Sienten que, como decimos en buen nicaragüense, se pueden abanicar con el resto del mundo. Y están demostrando, o una indiferencia total a los otros o, pudiera ser incluso, estupidez política, ceguera, de estar multiplicando continuamente sus enemigos en lugar de ganar amigos.

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¿Cómo se explica la actual situación de Nicaragua si se toma en cuenta que hay organismos internacionales que deberían de velar porque no ocurra?

Probablemente, la dictadura considera que son organismos internacionales, entre ellos la OEA, Naciones Unidas y Unión Europea, pues son organismos que no tienen dientes. Hablan, ladran, gritan, denuncian, condenan, exhortan, pero no tienen dientes para morder. Sencillamente consideran que lo que van a enfrentar, al actuar de X o Y forma, es retórica, pero no acciones concretas que los vaya a dañar.

¿Cómo ve las posibilidades del pueblo, de cambiar la situación, desde adentro?

Es sumamente difícil. Existe un sistema de opresión, de terror, de control, que hace que las vías cívicas estén prácticamente cerradas. Y en países sumamente totalitarios y dictatoriales, como lo fue la Unión Soviética, lo ha sido Cuba, lo es actualmente China, Corea del Norte, es casi imposible manifestarse en las calles. Los castigos para cualquiera que alce la voz son feroces. El miedo y la represión son eficaces para mantener sometido a un pueblo. En este momento no se percibe alguna forma interna de resistir en una manera eficaz. Eso está creando desesperanza en mucha gente.

Si no se puede desde afuera, si no se puede desde adentro, ¿qué queda?

Sí, estamos en una especie de callejón sin salida, donde la vía pacífica no tiene alternativa. Otras vías parecen difíciles y no se han explorado, entonces, ahorita lo que nos queda es orar mucho, pedirle ayuda al Señor, ver cómo la oposición, dentro y fuera del país, sobre todo en la diáspora, se unifique y cree un frente unido, interlocutor, y eso podría facilitar ciertos tipos de acciones, internas y externas, que ayuden a restablecer la democracia en el país. Va a haber también que ensayar y explorar alguna forma que pueda haber de resistencia pacífica en regímenes extremadamente opresivos. Pero, no podemos hacernos ilusiones, la situación es sumamente negra y solamente podría cambiar a través de lo que le llaman actos de Dios, como una enfermedad, una muerte o también si llega un momento en que sectores patrióticos, del Ejército y de la Policía, sencillamente le quiten su apoyo a la dictadura, lo cual también es difícil porque los altos mandos están comprados.

¿Ha visto miedo en la población?

Cuando ocurrieron los sucesos de Sébaco, que se tocaron las campanas, doña Rosario Murillo dijo que habían tocado las campanas en una forma irresponsable, porque estaban llamando a la gente a que salieran a morir. O sea, esa es una amenaza velada de que quienes salgan a las calles se exponen a ser agarrados a balazos. En un país democrático, un líder de una nación no te va a decir que, si salís a las calles, te estás jugando la vida, porque la gente sale a las calles y no pasa mayor cosa. Incluso, en la Cuba dictatorial, el año pasado salieron a las calles en 36 ciudades la gente a manifestarse y hubo solamente un muerto. En Nicaragua hubo 330. Aquí la Policía está dispuesta a matar a quienes protestan en las calles y eso hace una gran diferencia. En tiempos de Somoza no sucedía eso. Somoza no te agarraba a tiros en las calles. Hubo un par de incidentes, en la masacre del 22 de enero de 1967, que fue en parte causada por un grupo de opositores que también le disparó a la Guardia, y luego la de León, que fue también una especie de muerte accidental de cuatro estudiantes. Sin embargo, la represión de 2018 fue deliberada y masiva y nunca antes vista en Nicaragua. Estamos ante un gobierno sumamente inescrupuloso en el uso de la fuerza letal.

¿Qué le hace sentir comparar a Somoza con Ortega y prácticamente decir que Somoza era mejor?

Esa es una de las cosas más tristes que están ocurriendo en Nicaragua actualmente. Cuando el pueblo nicaragüense se unió alrededor del Frente Sandinista para botar a Somoza, lo hacía con la ilusión de que iba a salir de una dictadura de 40 años para entrar en una tierra de promisión, democrática. Luego vino la revolución sandinista, que fue más bien un paso muy fuerte hacia atrás, intentando establecer una dictadura totalitaria, tipo cubana, más esto fue derrotado en gran parte por el activismo de la Contra y por el hecho de que el Gobierno no tuvo más remedio que abrirse a elecciones libres. Y entonces vino una nueva ola de esperanza, de democracia, la época de la transición. Y ahora, en lugar de avanzar, no hemos regresado a los tiempos de Somoza, hemos regresado a una dictadura mucho más negra que la de Somoza, en todos los aspectos que se le pueda comparar. Eso nos hace uno de los países más desafortunados de América Latina. Solo Haití tal vez nos puede ganar en tristeza, en miseria y en opresión.

“La tragedia es que el Gobierno mismo, al cerrar completamente las vías pacíficas y cívicas, que son las que todos queremos, hace inevitable que alguna gente comience a pensar en forma no pacífica de lucha. Pero eso no es culpa de quienes puedan estar pensando en hacerlo sino de quienes cierran totalmente la puerta para una solución pacífica y cívica, como pudieran ser el diálogo, elecciones, abrir la oportunidad a la alternativa política. Las únicas dos alternativas que quedan son la sumisión total o la rebelión violenta”.

Humberto Belli, historiador y especialista en temas eclesiásticos

Nadie quiere la lucha armada obviamente. Pero, ¿qué piensa de eso?

Nadie la quiere y quien la quiere no se atreve a decir que la quiere. La verdad es que puede ser una alternativa, que debe ser estudiada cuidadosamente. Es legítima ante los ojos de la Iglesia, la rebelión armada, ante una dictadura prolongada, tiránica, pero siempre hay que analizar las circunstancias y ver si las consecuencias de esta ruta no van a ser peores que el problema que se trata de solucionar. La tragedia es que el Gobierno mismo, al cerrar completamente las vías pacíficas y cívicas, que son las que todos queremos, hace inevitable que alguna gente comience a pensar en forma no pacífica de lucha. Pero eso no es culpa de quienes puedan estar pensando en hacerlo sino de quienes cierran totalmente la puerta para una solución pacífica y cívica, como pudieran ser el diálogo, elecciones, abrir la oportunidad a la alternativa política. Las únicas dos alternativas que quedan son la sumisión total o la rebelión violenta.

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¿Escucha a Rosario Murillo?

De vez en cuando la tengo que escuchar y tragarme el dolor, la indignación, la repugnancia que producen sus palabras tan llenas de odio y a veces salpicadas de citas bíblicas y aparente amor a Cristo, cuando las palabras están llenas de animadversión, de deseos de venganza y los actos son tan distintos a lo que se dice. La cristiandad de una persona no se revela en sus palabras, sino en sus acciones. Y las acciones del Gobierno están orientadas a destruir la labor que hace la Iglesia a favor de Cristo.

¿Cree que en algún momento pueda haber un entendimiento entre la Iglesia y Ortega?

No lo descartaría totalmente, pero, dada la trayectoria del Gobierno en los últimos tres años parece que él va en una forma muy decidida a formas más completas de dominio, hacia un esquema totalitario, tipo comunista, como el que estableció (José) Stalin en la Europa roja. Ojalá hubiera una abertura. La Iglesia siempre debe estar dispuesta al diálogo.

¿Le ve mucho tiempo a Ortega todavía en el poder?

Son preguntas bien difíciles porque no hay cosa más engañosa que la historia, en cuanto a que es sumamente difícil predecir en la historia. El derrumbe del comunismo, del socialismo, nadie lo había predicho uno o dos años antes de que ocurriera. Igualmente, en Nicaragua, en 1977, antes de la muerte de Pedro Joaquín Chamorro, nadie pensaba que los días de Somoza estaban contados. Pueden ocurrir cosas que en este momento no visualizamos, pero siempre la historia está llena de sorpresas. Ahora, si se elimina el factor sorpresa, el factor excepcional, pareciera que la dictadura todavía tiene varios años de recorrido.

Si el régimen Ortega Murillo aún tiene cuerda, es una mala noticia, no solo para los nicaragüenses que están dentro del país, especialmente los presos políticos, sino también para los exiliados…

No podemos confundir nuestros deseos con la realidad. Nuestro deseo es que hubiera una apertura, un cambio, una liberación de los presos, eso, lo más probable, es que el Gobierno va a tratar de negociar la salida a cambio de sanciones o de algunas concesiones internacionales, pero no lo veo en posición de negociar su salida ni mucho menos cierta apertura. El problema es que ya el Gobierno sabe que hay una enorme oposición en Nicaragua, agigantada después del 2018, y cualquier apertura que haga, le puede significar un gran peligro político. El mismo Gobierno, en cierta forma, está atrapado en su propia impopularidad, forzado a únicamente sostenerse por el poder de las armas.

Los presos políticos la están pasando muy mal.

Es un tratamiento muy cruel el que están recibiendo los presos políticos. Estar preso es cruel, es duro. Los animales, en los zoológicos, por ejemplo, no se reproducen. El quetzal se muere si lo ponés en prisión. Y si esto es tan duro para los animales, aún más duro para el ser humano, aún más cuando ni siquiera te permiten leer, salir, comunicarte con nadie, eso es una tortura prolongada, inconcebible, prohibida por todos los organismos internacionales, por la ley internacional de tratamiento a los reos políticos, le llaman la Ley Mandela. La forma en que se está tratando a nuestros presos viola todas las prescripciones para que haya un trato humanitario hacia los reos. El tipo de presión que están sufriendo los hoy presos políticos es mucho más duro que lo que sufrió Daniel Ortega en las cárceles de Somoza. Él podía recibir visitas, podía leer, recibir alimentos, lo sacaban al sol con más frecuencia, incluso, había visitas conyugales.

¿Qué papel está jugando el Vaticano en la situación de Nicaragua?

Mucha gente está molesta porque el Vaticano no se pronuncia sobre la situación actual. Hay que aclarar que sí se pronunciaron cuando expulsaron al nuncio, monseñor Valdemar, la Secretaría de Estado sacó un comunicado bastante fuerte, criticando esa acción del Gobierno de Nicaragua. Actualmente el santo padre no ha dicho ninguna palabra. Esto puede deberse, es una posibilidad, a que la Santa Sede está buscando cómo influir de alguna forma sobre el Gobierno de Nicaragua, dialogar de alguna forma para que cesen este tipo de acciones contra los obispos, contra los sacerdotes, y creen que, si ellos sacan un pronunciamiento firme, de crítica o de condena a lo que hace el Gobierno, entonces la posibilidad de diálogo se va a cerrar. Hay que darle el beneficio de la duda tanto a los obispos nicaragüenses, que hablan en una forma que pareciera demasiado tímida, como también a ese silencio vaticano. Ahora bien, si no se logra nada y la represión continúa, si se ve que no existen acciones diplomáticas que estén dando ningún resultado, entonces sí, va a ser legítimo que esperemos, y con derecho, una reacción de la Santa Sede a favor de la Iglesia de Nicaragua, como sucedió en 1984, cuando el papa Juan Pablo II, a sabiendas de que el cardenal Obando, entonces opositor del Gobierno, estaba siendo hostigado y asediado por el régimen sandinista, mandó una carta de solidaridad con el cardenal Obando, que tuvo mucho impacto en Nicaragua. Sería de esperar algo similar, pero siempre y cuando hayan agotado las vías diplomáticas.

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¿Y el cardenal Brenes cómo está actuando?

Es difícil juzgar porque no sabemos qué pueden estar maquinando detrás de las bambalinas. La actitud que ante el público aparece como timorata, o muy blandengue podría deberse a dos razones: una porque debajo están tratando de conseguir algo vía diálogo y la otra podría ser que hay en realidad una situación de temor o de cobardía.

Al cardenal Brenes lo vigila permanentemente la Policía.

Ellos saben que todos están bajo la mira. Ahora, claro, el cristiano tiene un deber de ser valiente. Y es una mezcla compleja entre ser valiente y ser prudente. El cristiano tiene que ser valiente como su fundador, Cristo, que no tuvo temor en desafiar a los fariseos, decirles las verdades, y fue crucificado por decir abiertamente su mensaje, pero también hay que tener la prudencia de quien está lidiando con lobos y está viendo cómo el lobo no le devore el rebaño. Son situaciones muy complejas y a veces a los nicaragüenses nos gusta las respuestas blancas o negras, a rajatabla.

Belli fue ministro de Educación a inicios de los años noventa, durante el gobierno de Violeta Barrios de Chamorro. LA PRENSA/ ARCHIVO/ ÓSCAR NAVARRETE

Plano personal de Humberto Belli

Hijo de Humberto Belli y Gloria Pereira, se fue al exilio en los años ochenta y regresó a Nicaragua en 1990 para convertirse en ministro de Educación durante el gobierno de Violeta Barrios de Chamorro.

De joven, estudió Derecho en la UCA, simpatizó con el FSLN y por ello su padre lo mandó a estudiar a España.

De regresó en Nicaragua, se casó y luego se fue a estudiar Sociología a Pensilvania, en Estados Unidos, donde se desencantó del marxismo.

Llegó a ser hippie.

En Río de Janeiro, Brasil, tuvo un reencuentro con Dios y luego se volvió muy católico, llegando a militar en agrupaciones como Opus Dei y Ciudad de Dios.

También es escritor e historiador y su último libro, Buscando la tierra prometida, recoge la historia de Nicaragua.

Se encuentra en el exilio desde hace un año, en 2021, cuando comenzó a ser perseguidor por ser directivo de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides).

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