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El cardenal Miguel Obando y Bravo participó en la elección del papa Benedicto XVI, en 2005, en Roma. LA PRENSA/ TOMADA DE INTERNET

El triste final del primer cardenal nicaragüense

Miguel Obando Bravo fue un mediador por excelencia. Enfrentó con valentía a las dictaduras somocistas y sandinistas y fue el primer cardenal católico nacido en Centroamérica. Prácticamente hasta decidió unas elecciones con su famoso “viborazo”. Murió de forma discreta, en medio de los tranques de 2018, a la par de su antiguo rival, Daniel Ortega

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Miguel Purificación Obando Bravo nació entre el oro, en el poblado minero de La Libertad, en Chontales, en 1926. Tenía una pasión por el beisbol. Era pícher y lanzaba durísimo, cuenta su biógrafo Domingo Urtasun. Pero, haber nacido de unos padres muy católicos, lo condujo finalmente al sacerdocio.

A temprana edad se embarcó en el lago Cocibolca rumbo a Granada, para estudiar de la mano de los jesuitas, pero al final le llamó más la atención la educación de los salesianos y dentro de esa organización fue ordenado sacerdote en 1958, en El Salvador.

De su madre, María Nicolasa Bravo, había heredado una piel trigueña y otros rasgos indígenas que le generarían cierto prejuicio en su contra cuando, en 1970, se convirtió en apenas el tercer arzobispo de la curia de Managua, creada en 1913 por el papa Pío X. “Si es un indito”, dijo una anciana feligrés cuando lo vio por primera vez al momento de recibir el cargo. “Mi pequeño indito”, le llamaba en privado el dictador Anastasio Somoza Debayle, cuenta Urtasun.

Con los años llegó a ser el primer cardenal de la Iglesia católica nacido en tierras centroamericanas, en medio de un contexto de guerra civil en Nicaragua, en el que Obando y Bravo se destacó denunciando los abusos de la nueva dictadura sandinista y la radicalización al marxismo de sus dirigentes.

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Para 1990, el cardenal Obando y Bravo gozaba de una fuerte autoridad moral, por la postura valiente que había adquirido contra las dictaduras somocista y sandinista. Se le atribuye haber decidido las elecciones presidenciales de 1996, cuando, a través de un discurso que es conocido como “el viborazo”, respaldó tácitamente al candidato Arnoldo Alemán y hundió a Daniel Ortega.

Obando y Bravo en sus primeros años como sacerdote. LA PRENSA/ TOMADA DE INTERNET

Con los años, la figura del cardenal Obando se fue diluyendo porque, de manera inexplicable, terminó arrimado a quien había sido su rival en el escenario político desde los años ochenta, Daniel Ortega, a quien se acercó de manera progresiva a partir del año 2002 y terminó siendo funcionario de él cuando el caudillo sandinista recobró el poder en 2007. Eso, a pesar de que Obando se había opuesto a que sacerdotes católicos fueran ministros sandinistas en los años ochenta.

Su imagen se desgastó al punto de que, cuando falleció el 3 de junio de 2018, en medio de la represión con paramilitares y armas de guerra que la dictadura Ortega Murillo desató en contra de la población civil que se había levantado en protestas pacíficas, la muerte del cardenal no tuvo la relevancia que merecía. No fue el final más apropiado para un personaje tan importante en los últimos 50 años de la historia de Nicaragua.

El comandante Miguel

La dictadura somocista estaba acostumbrada a contar con el apoyo de la Iglesia católica. Monseñor Vicente Alejandro González y Robleto, segundo arzobispo de Managua, le celebraba misas y en 1956, tras la muerte de Anastasio Somoza García, el fundador de la dinastía, lo declaró “Príncipe de la Iglesia”.

Los Somoza también habían contado con el beneplácito del primer arzobispo de Managua, monseñor José Antonio Lezcano y Ortega.

El exsacerdote Donaldo Chávez Núñez, quien estuvo perfilado para ser el nuevo arzobispo de Managua en 1970, le contó al periodista Fabián Medina que ese año hubo “un pleito de perros” para decidir quién sucedería a monseñor González y Robleto, quien había fallecido en 1968.

Para sorpresa de muchos, la Nunciatura nombró al entonces obispo auxiliar de Matagalpa, monseñor Miguel Obando y Bravo.

Para ese entonces, Anastasio Somoza Debayle lo sabía muy bien, Obando y Bravo era reconocido por andar evangelizando, ya sea sobre mulas o sobre caballos, en las comunidades campesinas de Matagalpa y Jinotega.

Domingo Urtasun cuenta que Somoza lo consideraba un sacerdote provinciano y pensó que no tendría problemas en granjearse sus simpatías.

Influenciado por el Concilio Vaticano II, que buscaba ordenar la relación entre la Iglesia y el mundo moderno, Obando y Bravo decidió ser diferente a sus antecesores, quienes privilegiaban a la clase gobernante. Él decidió abogar por el pueblo y comenzó a ser crítico con los abusos de la dictadura somocista.

Los diálogos entre Somoza y Obando comenzaron a ser tensos.

Anastasio Somoza Debayle y el cardenal Obando y Bravo. LA PRENSA/ ARCHIVO

Obando y Bravo se había ganado la simpatía del pueblo porque lo apoyó durante el terremoto de diciembre de 1972 en Managua. Salió a las calles, con la ciudad en ruinas, brindando apoyo moral y religioso a la ciudadanía.

La popularidad de Obando aumentó en diciembre de 1974, cuando un comando guerrillero del FSLN se tomó la casa de un exfuncionario somocista, José María Castillo, y el líder religioso actuó como mediador entre los rebeldes y las autoridades somocistas, con éxito.

Obando se consolidó como líder mediador en agosto de 1978, cuando otro comando sandinista se tomó el Palacio Nacional con muchas personas dentro, especialmente congresistas somocistas.

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Durante los últimos años de la dictadura somocista, Obando y Bravo criticó duramente las violaciones de los derechos humanos que cometía el régimen. Eso le atrajo un odio por parte de Somoza, especialmente cuando el religioso le pidió la renuncia al dictador mediante un documento público.

Somoza llegó a llamar “el comandante Miguel” a Obando y Bravo, ya que le reclamaba apoyar a los comandantes sandinistas del FSLN.

El cardenal Miguel

La llegada al poder de los sandinistas, en 1979, provocó una cercanía entre la Iglesia y los nuevos gobernantes. Pero el idilio duró muy pocos días.

Los obispos católicos emitieron varios comunicados mediante el cual alertaban de un acercamiento de los sandinistas hacia el socialismo.

Los dirigentes revolucionarios respondieron apoyando a la llamada iglesia popular, lo cual aceleró el distanciamiento con la iglesia diocesana.

La Iglesia católica vio con buenos ojos la Cruzada Nacional de Alfabetización, pero pronto advirtieron que conllevaba peligros, especialmente de ideologización política a favor del sandinismo.

Producto del giro que los comandantes sandinistas le estaban dando a la revolución, aproximándose al comunismo de Cuba y de la Unión Soviética, pronto nació la Contra (Resistencia Nicaragüense), especialmente campesinos que se alzaron en armas porque vieron que el nuevo gobierno le estaba afectando negativamente sus tierras, sus medios de producción y sus cosechas.

Obando y Bravo se posicionó en contra de que sacerdotes católicos participaran en el nuevo gobierno sandinista, lo cual agravó más las relaciones Gobierno-Iglesia.

La visita del papa Juan Pablo II, en 1983, fue boicoteada por los sandinistas, para que el líder religioso se pronunciara sobre la guerra civil que ya había iniciado y la visita papal casi terminó en desastre.

Luego ocurrió otra serie de eventos, como montajes del sandinismo en contra de sacerdotes y el cierre de Radio Católica, que llevaron a Obando a usar el púlpito para criticar al régimen sandinista.

La ruptura fue total. El comandante Tomás Borge atacaba constantemente a Obando y Bravo.

Convertido en cardenal de la Iglesia católica, en 1985. LA PRENSA/ TOMADA DE INTERNET

En 1985, el papa Juan Pablo II colocó el birrete cardenalicio en la cabeza de monseñor Miguel Obando y Bravo. Era el primer cardenal católico nacido en tierras centroamericanas. La popularidad de Obando estaba por las nubes. Los sandinistas y muchos otros vieron en el hecho un espaldarazo del papa hacia la lucha que Obando y Bravo sostenía contra el régimen sandinista.

La derrota electoral de los sandinistas llevó a la pacificación de Nicaragua, en la cual mucho tuvo que ver el cardenal Miguel Obando y Bravo.

El líder católico se enfrascó en trabajar en pro de la desmovilización de la Contra. La presidenta Violeta Barrios de Chamorro lo puso al frente de una comisión de paz, en la cual tuvo mucho éxito.

Obando y los Rivas

Hay una familia que se hizo muy cercana al cardenal Miguel Obando y Bravo. Se trata de Josefa Reyes de Rivas y sus hijos.

Harold Rivas Reyes explicó a LA PRENSA, en el año 2007, que cuando Obando y Bravo llegó a Managua como arzobispo, en 1970, los escogió como su familia. “Él no es pariente nuestro, pero te podría decir que nos ha considerado su familia”, dijo Harold Rivas en ese momento.

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Casi desde que Obando y Bravo llegó a Managua, Josefa Reyes de Rivas, conocida como Chepita, se convirtió en su secretaria y asistente, un cargo que ella desempeñaba con mucho celo. En los últimos años de vida del cardenal, nadie lo veía sin antes pasar por donde ella.

En 1981, y por influencia de Obando y Bravo, un hijo de Chepita, Roberto Rivas Reyes, se convirtió en el director de la Comisión de Promoción Arquidiocesana de la curia de Managua, mejor conocida como Coprosa. Ese cargó lo ostentó hasta el año 2000.

Roberto Rivas (ya fallecido), protegido del cardenal Miguel Obando y Bravo, en una imagen de archivo saludando a Daniel Ortega. LA PRENSA/ ARCHIVO

Investigaciones de LA PRENSA indicaron que Rivas metió cualquier cantidad de bienes al país exonerados de impuestos, amparado en Coprosa. El mayor escándalo fue cuando se descubrió que la entidad religiosa ingresó 2,500 vehículos sin impuestos para venderlos a particulares.

Coprosa operó al margen de la ley por 11 años y cuando Alberto Novoa, procurador especial de la República en 2002, dijo al periodista Octavio Enríquez en una entrevista “con papeles en mano”, que Coprosa no era más que una “estafa”, el presidente Enrique Bolaños pidió su renuncia.

Ese mismo Roberto Rivas estaba convertido en magistrado del poder electoral desde 1995, nombrado siempre por influencias del cardenal Obando, quien era su protector.

En algún momento, debido a la cercanía entre el cardenal y los Rivas Reyes, surgieron especulaciones que en 2007 Harold Rivas Reyes las derrumbó así: “Me molesta cuando ponen esos comentarios en los artículos de los periódicos de que fulano de tal es hijo del Cardenal. ¡Eso es una grosería! ¡Son barbaridades! Yo al Cardenal le tengo un gran respeto y admiración”.

La conversión del cardenal

Después de 1990, el cardenal Obando y Bravo, como no podía ser de otra manera, siguió siendo una figura relevante en el acontecer político de Nicaragua.

En 1996, en plena campaña electoral presidencial, cuyos principales contendientes eran el liberal Arnoldo Alemán y el sandinista Daniel Ortega, el cardenal pronunció un discurso en una misa, que fue conocido como “el viborazo”.

En el mensaje, sin pronunciar el nombre de Ortega, pero todos los nicaragüenses lo entendieron, comparó al caudillo sandinista como una víbora que estaba muriendo de frío y se la encontraron dos campesinos. Uno de ellos quiso darle calor, pero el otro le advirtió que ya había matado a otro.

“Las circunstancias han cambiado, esta víbora no me hará nada, yo le voy a dar calor”, dijo el campesino, según el discurso de Obando.

El campesino le dio calor a la víbora metiéndola en su pecho y luego el animal lo mordió y lo mató, contó el cardenal. Todos entendieron que el cardenal hablaba de Ortega, quien se presentaba en la campaña vestido de blanco, explicó Fabián Medina en su libro El preso 198, pero Obando y Bravo quería dar a entender que Ortega era el mismo de los años ochenta, que no había cambiado.

Alemán ganó esas elecciones días después.

Para la campaña de 2006, Obando y Bravo, inexplicablemente, ya era aliado de Daniel Ortega.

Obando y Bravo y Daniel Ortega. LA PRENSA/ ARCHIVO/ ÓSCAR NAVARRETE

Medina cuenta que los problemas de Coprosa pudieron ser el origen de ese acercamiento, pues en el año 2002, la Contraloría General de la República (CGR) tenía bajo sospechas de corrupción a Roberto Rivas.

Finalmente, no hubo un proceso judicial en contra de Roberto Rivas, lo que sí se vio fue que el cardenal Obando empezó a estar presente en las tarimas enfloradas del FSLN, controlado totalmente a esas alturas por Ortega y su esposa Rosario Murillo. Además, Ortega también controlaba la mayor parte de los jueces en Nicaragua.

Incluso, el cardenal Obando y Bravo ofició una misa en la que Ortega y Murillo renovaban sus votos matrimoniales, ya que, supuestamente ellos, se habían casado en 1978, en la clandestinidad, algo de lo que no existen registros.

Cuando Ortega regresó al poder en 2007, inmediatamente nombró al cardenal al frente de una Comisión de Reconciliación y Paz. Eso dividió a los obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua.

Contrario a lo que criticó durante los años ochenta, el cardenal aceptó el cargo en el Gobierno.

Algunas investigaciones periodísticas hablan de que la Universidad Católica de Nicaragua (Unica), propiedad del cardenal, recibió 6.5 millones del presupuesto de la República en el lapso de varios años.

En la madrugada del 3 de junio de 2018, mientras Nicaragua tenía trancadas sus carreteras principales debido a las protestas ciudadanas, murió el cardenal de causas naturales.

Las honras fúnebres fueron muy discretas, manejadas por un círculo muy íntimo. No era el mejor final para un hombre de la magnitud de Miguel Purificación Obando Bravo, el primer cardenal católico nacido en Centroamérica. Mediador por excelencia.

Con Ortega y Rosario Murillo. LA PRENSA/ ARCHIVO/ ÓSCAR NAVARRETE

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