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Felipa Rodríguez, Reina González, María Teresa Flores y Alejandra Vivas, cuando aprendían ingeniería en energía solar. Les acompaña una instructora india. LA PRENSA/ CORTESÍA

Las cuatro ingenieras de Waspuko: una historia de esperanza y superación

Una remota comunidad del Caribe Norte nicaragüense ha puesto sus esperanzas de tener energía eléctrica en cuatro mujeres que un día marcharon a la India a estudiar ingeniería en energía renovable y ahora esperan que lleguen los paneles solares prometidos para cumplir el sueño

Como el coronel que espera la carta que anuncie su pensión, en el relato de Gabriel García Márquez, cuatro mujeres de Waspuko esperan desde hace nueve años que lleguen los paneles solares que les prometieron cuando se fueron a estudiar a la lejana India. No pierden la esperanza a pesar que algunos de sus vecinos se burlan de ellas.

Waspuko es una comunidad que está a cuatro horas de camino en bestia de Siuna, en el Caribe Norte, porque no existe carretera por la que entren vehículos de motor. Hay un caserío de unas 80 viviendas, fincas limpias, bien bonitas. Ganado. Hortalizas. Frijoles. El aire es fresco y puro.

La gente de la zona es muy trabajadora, pero hay algo que nunca han logrado tener: energía eléctrica.

Para paliar esa carencia, se alumbran con candiles, lámparas de queroseno, velas o candelas. Últimamente han ideado adaptar las baterías de los celulares. Les colocan unos “alambritos”, les hacen un apagador y “así se alumbran” en algunas casas.

Los más pudientes de la zona, unas cuatro familias, han comprado pequeños paneles solares y tienen hasta televisores. Pero, la gran mayoría, viven anhelando que el alcalde de Siuna cumpla con una promesa que hizo de construir una carretera hacia la comunidad.

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“Si hay una carretera, entonces viene la energía eléctrica”, explica María Teresa Flores Sosa, una mujer de 50 años de edad que actúa como lideresa en Waspuko, pero no tiene cargo de ningún tipo.

Hace nueve años, cuatro mujeres de Waspuko y dos comunidades aledañas, Limón y Come Negro, entre ellas María Teresa, viajaron hasta la India para estudiar ingeniería en energía renovable. Los vecinos las despidieron con la esperanza de que con su regreso llegaría la energía eléctrica que nunca han tenido esas comunidades. El tiempo ha pasado, pero las cuatro ingenieras todavía están esperando que les lleguen los paneles solares, las baterías, los repuestos y las herramientas para llevar la energía solar a las más de 200 familias que viven en la zona.

Seis meses en la India

En marzo de 2013, María Teresa, Alejandra Vivas y otras dos mujeres de nombre Reina González y Felipa Pérez Rodríguez, partieron de Siuna con destino a la India, a estudiar ingeniería en energía solar.

El viaje se realizó gracias a la Universidad de las Regiones Autónomas de la Costa Caribe Nicaragüense (Uraccan) y su conexión con el Barefoot College, al cual también se le conoce como Universidad de los Descalzos, una escuela y centro de desarrollo situado en Tilonia, en la India, y “que es todo un modelo de desarrollo económico y social sostenible en la vida rural”, según describe la periodista española Pilar Requena en un blog sobre mujeres.

María Teresa, Felipa, Reina y Alejandra, en la India. LA PRENSA/ CORTESÍA

Ninguna de las cuatro mujeres tenía grandes estudios. Viajaron con miedo. No sentían que podían lograrlo, pero las movía el amor a sus comunidades, a sus hijos y la necesidad de que en sus casas existiera energía para que los habitantes ya no sigan alumbrándose con velas y candiles.

En la India, las mujeres estudiaban poniendo todo el empeño. Aprendieron a cambiar repuestos de los paneles solares, a tomar el voltaje, a diferenciar cuál es el negativo y cuál el positivo. Se volvieron expertas en instalación, reparación y mantenimiento de paneles solares.

“Representábamos a un país y teníamos que hacerlo bien”, recuerda María Teresa, quien se bachilleró a la edad de 31 años.

Para que nada de lo aprendido se les olvidara, les dieron un libro con instrucciones que las cuatro conservan hasta hoy.

La comida y el idioma fueron lo más complicado durante su estancia en el país asiático. María Teresa recuerda que no le gustaba el frijol soya. Además, convivían con otras 700 mujeres de diferentes países e idiomas.

Las cuatro regresaron en septiembre de 2013, seis meses después de haber partido, con el grado de ingenieras en energía renovable.

Esperando los paneles solares

La expectación en las comunidades de Waspuko, Limón y Come Negro fue enorme cuando las mujeres regresaron. Estaba cerca el día en que podrían contar con energía eléctrica en sus casas.

Desde el principio, algunas personas de la comunidad pusieron en duda la posibilidad de que el proyecto de los paneles solares se concretara. Las críticas no las amedrentaban. Confiaban en que los paneles pronto llegarían.

El proyecto abarca a 54 países, por lo que la distribución de los paneles solares y los demás accesorios es lenta. A Panamá, los paneles llegaron en 2017, cuatro años después de que las mujeres realizaron el curso.

Esa noticia alentó a las mujeres a soportar más la espera, porque significaba que ya estaba cerca la llegada de los paneles a Nicaragua.

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María Teresa cuenta que la información oficial es que los paneles van a llegar, pero también, de manera extraoficial, fue informada de que el gobierno de Nicaragua no permitió la entrada de los mismos sin conocerse las razones para la negativa.

La ingeniera prefiere no creer que el gobierno no permitió la entrada de los paneles, porque estaría perjudicando a muchas familias pobres.

Si al principio algunos pobladores dudaban del proyecto, ahora se burlan de las mujeres. “Para nada fueron a la India. A perder el tiempo nada más”, les dicen.

“La gente está desanimada, porque no tenemos apoyo. Pero nosotras siempre estamos dispuestas. Ya sabíamos que eso llevaba tiempo, porque son varios países y van saliendo de ellos de uno en uno”, indica María Teresa.

Para mientras se materializa el proyecto, las ingenieras se mantienen en sus casas, criando gallinas, cerdos y cultivando para que la familia sobreviva. Lamentablemente, sus comunidades siguen sin energía eléctrica.

La Prensa Domingo energía solar Siuna Superación archivo

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