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El matemático Mario De León, de origen nicaragüense, con su esposa Ana Trejos. LA PRENSA/ CORTESÍA

Mario, el matemático, un joven de origen nicaragüense que creció en La Carpio y ahora es docente universitario

Su madre se fue a Guatemala huyendo de la guerra de los ochenta. Regresó a Nicaragua, pero como no encontró vida se fue a Costa Rica. Crió a su hijo en La Carpio en medio de grandes dificultades. Los libros de matemáticas que le regalaba a su hijo en los cumpleaños lo tienen hoy dando clases en la Universidad de Costa Rica

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Mario De León Urbina es profesor de matemática aplicada en la Universidad de Costa Rica (UCR). Varios medios de comunicación de ese país vecino le han dedicado reportajes porque lo consideran un gran ejemplo de superación, ya que se trata de un joven de 33 años de edad que se crio en La Carpio, en medio de dificultades económicas, delincuencia, violencia y vicios.

Aunque hoy De León es costarricense, detrás del joven matemático hay una historia de migración. Nació en Guatemala, pero su madre es nicaragüense y con esta última nacionalidad fue que él ingresó a Costa Rica en 1994, cuando tenía seis años de edad. Ahí tuvo que renunciar a ser guatemalteco y nicaragüense para constituirse solo como costarricense.

Una foto de inicios de los años 90. Reina Urbina carga a sus hijos Mario y Kathy De León. LA PRENSA/ CORTESÍA

De León ya no vive en La Carpio, un lugar del cual se avergonzaba cuando estudiaba en la universidad, porque sus compañeros de clase le decían que, si llegaban donde él, los iban a asaltar o les iban a pedir dinero en las calles. En el peor de los casos, podían recibir un balazo.

Está casado, pero no tiene hijos.

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Además de ser licenciado en enseñanza de matemática, De León se está preparando para llegar a ser un catedrático de matemática pura, el nivel más alto en esa materia. Está estudiando una maestría en matemática aplicada y solo le faltan dos cursos para ser licenciado en matemática pura. “Todavía me falta mucho por estudiar”, dice De León a la revista DOMINGO.

Huyendo de la guerra

Aunque ahora Mario De León vive en un lugar tranquilo de Alajuela, Carrillos Alto de Poás, su historia empieza en El Rama, en la Nicaragua de los años ochenta del siglo pasado, cuando el país estaba sumergido en una guerra civil entre los sandinistas, que habían llegado al poder en 1979, y los contrarrevolucionarios.

Su mamá, Reina Urbina, era una joven de 15 años en 1985. Los padres de ella, Cándido Urbina Máxima Fajardo tenían una finca cerca de Wapí, donde cultivaban arroz, maíz, frijoles y engordaban novillos.

Vivían tranquilos hasta que los sandinistas comenzaron a acusarlos de contrarrevolucionarios y a perseguirlos con ese argumento. A un hermano de Reina, que viajaba a Panamá para comprar mercadería, lo capturaron y lo torturaron en El Chipote, interrogándolo sobre sus viajes.

Los abuelos nicaragüenses de Mario De León: Cándido Urbina Máxima Fajardo. LA PRENSA/ CORTESÍA

Los sandinistas también comenzaron a acosarlos. A veces les quitaban los granos o las reses en decomiso. El papá y los hermanos mayores de Reina se fueron ilegales a Costa Rica, porque a los jóvenes los buscaban para integrarlos al Servicio Militar obligatorio (SMP). “Eso era mandarlos a la muerte”, explica Reina a DOMINGO.

Cuando Reina, su mamá y sus hermanos menores quisieron irse a Costa Rica, la frontera de este país ya estaba cerrada debido a la gran cantidad de nicaragüenses que habían migrado hacía ese país. Decidieron entonces irse a Guatemala, adonde llegaron en ese año de 1985.

Una vida dura en Guatemala

“La vida en Guatemala es muy difícil”, cuenta Reina Urbina, quien conoció en ese país a un guatemalteco de nombre Mario De León. Se juntó con él y le tuvo dos hijos, el mayor, Mario, que nació el 18 de julio de 1988. Después nació Kathy.

Había un problema. Mario De León estaba casado. Reina tuvo que sortear la vida sola con sus dos hijos, especialmente cuando el papá de sus hijos decidió irse a Estados Unidos.

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Algunos de los hermanos de Reina se acogieron a un programa para migrantes y dos de ellos se fueron a Estados Unidos y tres a Australia. La familia se terminó de fragmentar.

La mamá de Reina vendía ropa y comida en una plaza, pero luego fue aceptada como refugiada en Costa Rica debido a que su marido estaba ahí y Reina quedó sola en Guatemala. Con empleos esclavizantes y mal remunerados, ella decidió regresar a Nicaragua en 1991 con sus dos hijos.

Mario no recuerda nada de sus primeros años de vida en su país natal. Hay fotos de él con su padre, pero no lo recuerda. Solo ha conversado con él a través de las redes sociales.

Mario De León, de pequeño. LA PRENSA/ CORTESÍA

Un niño maltratado

En 1991, Nicaragua era un país devastado por la guerra de los ochenta. Reina Urbina llegó y no vio oportunidades.

Buscando hacer su vida, se unió al nicaragüense Miller Ruiz y juntos decidieron irse ilegales a Costa Rica a probar suerte.

De León, con cuatro años de edad, y su hermanita menor tuvieron que quedarse donde una familia amiga de su mamá, cerca de la clínica Don Bosco de Managua, porque su mamá no tenía ni el dinero ni las condiciones legales para llevárselos con ella.

Fueron casi dos años los que De León y su hermana estuvieron separados de su madre. Él recuerda que la familia era muy drástica con él.

Él era muy pequeño y comprendía muy poco lo que estaba pasando. La familia tenía una venta y él a veces robaba cosas de ese negocio, para comer. Los castigos que recibía eran severos, recuerda.

Lloraba mucho y lo encerraban en el baño hasta que parara de llorar.

En la actualidad, De León comprende que era parte de la forma de criar de la familia, porque cuando logró reunirse con su mamá, ella era casi igual a ellos, drástica.

Reina Urbina logró sacarles pasaportes nicaragüenses a sus dos hijos y finalmente, en 1994, los llevó con ella a Costa Rica.

La Carpio

Seis meses vivió De León con su familia alquilando o viviendo en fincas, donde cortaban café. Luego, el abuelo materno le compró a Reina un terreno en La Carpio.

La Carpio es un barrio donde la mitad de los habitantes son costarricenses y la otra mitad nicaragüenses. Hay un pequeño porcentaje, un dos por ciento, según estudios que De León ha consultado, de pobladores de otras nacionalidades.

Cuando la familia de Mario De León llegó, era un asentamiento de casas muy rústicas. La de De León eran “cuatro palos, un techito, piso de tierra y forrada con sacos de bramantes”. “No teníamos baño”, recuerda De León.

En el lugar imperaban la pobreza, la violencia, la delincuencia, los bares llenos de borrachos, el bullicio, los balazos, los pleitos, los conflictos.

La mamá de Mario, Reina Urbina, Mario, y sus hermanos. LA PRENSA/ CORTESÍA

Reina trabajaba en un supermercado, de lunes a domingo, de 7:00 de la mañana a 7.00 de la noche. “Me crie viendo a mi mamá solo por las noches”, explica De León.

El padrastro, con quien Reina tuvo otros dos hijos, resultó ser un hombre alcohólico muy violento. En 1997, el hombre cayó preso porque junto a unos amigos asaltó bancos. Lo deportaron a Nicaragua en 2008, donde terminó de pagar condena. Fue liberado después, pero murió de cirrosis al poco tiempo.

De León perdió el primer año académico en Costa Rica porque en La Carpio no había escuela aún. Al año siguiente abrieron una, pero muy rústica. Ni siquiera había un solo edificio. Los niños recibían clases en iglesias, en casas particulares o en una construcción muy pobre, piso de tierra y adonde entraba con fuerza el agua de la lluvia.

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De León era el único niño que asistía a la biblioteca de la escuela, un cuarto con unos pocos libros. En sus cumpleaños, la mamá le obsequiaba libros, especialmente de matemáticas y ahí le fue naciendo a él el amor por esa ciencia.

Al principio, De León era un estudiante normal, como todos sus compañeros, pero luego, a partir del cuarto grado, comenzó a esforzarse más.

Es que no le gustaba La Carpio. Quería salir de ahí. Una vez le dieron un cigarro y casi se ahoga al fumarlo. Se dio cuenta que ese mundo no era para él y había escuchado decir que solo el estudio lo podía sacar de ahí.

La universidad

Reina apoyaba a su hijo para que estudiara. Se esforzaba por conseguir becas para él. Cuando el niño estaba de vacaciones, lo mandaba a cortar café o a trabajar de albañil con el abuelo o con algún amigo, “para que aprendiera a valorar las cosas” y ganara dinero para sus propios estudios.

Cuando llegó el tiempo de que su hijo entrara en la universidad, ella habló claro con él. El pensamiento de ella era que trabajara.

Como De León dijo que quería estudiar en la universidad, ella le dijo que buscara cómo hacer, que consiguiera dinero para sus pasajes porque ella ya no podía con eso.

De León estuvo a punto de dejar los estudios, pero se le acercaron algunos amigos. Lo animaron. Lo apoyaron. Y él siguió en la universidad, estudiando licenciatura en enseñanza de matemáticas.

La familia de Mario De León conserva todavía algo de nicaraguanidad. LA PRENSA/ CORTESÍA

Estando en la universidad, De León cumplió uno de sus sueños. De pequeño leía los libros de la editorial Santillana y encontró una oportunidad de trabajo en la misma. Editaba y elaboraba libros para niños de Costa Rica, Panamá y Nicaragua.

Con el dinero que ganaba, decidió salir de La Carpio. Se fue a alquilar a un lugar mucho más tranquilo. Fue duro dejar a la familia, pero se dio cuenta que también le hacía falta el bullicio. La adrenalina de escuchar balazos a cada rato o de salir a la calle sabiendo que en cualquier momento lo podían matar.

En 2019, De León finalmente se graduó. Pero decidió seguir estudiando.

Docente universitario

En la universidad, De León conoció a una joven de nombre Ana Lorena Trejos, compañera de clases. Se enamoraron, fueron novios cuatro años y se casaron en 2017.

Además de haber trabajado en la editorial Santillana, De León también dio clases de matemáticas en una universidad privada.

Su esposa, que también es docente en la Universidad de Costa Rica, le sugirió que podía aplicar para ser maestro, pero De León tenía miedo.

La Universidad de Costa Rica es muy prestigiosa, indica de León, y él no se sentía capaz de llegar a dar clases ahí porque debía ser alguien muy preparado.

Animado por su esposa, De León aplicó y fue aceptado. Ha sido la experiencia más maravillosa para él. Su madre siente muy orgullosa.

De León prefiere no especular. Dice que no sabe que habría sido de él si se hubiera quedado viviendo en Nicaragua. Por ahora solo sabe que ser un migrante le ayudó a forjarse, a ser lo que es hoy, porque “ser migrante es duro”, dice, recordando las burlas y la discriminación que los niños le hacían en su primer año de vida en Costa Rica.

Con su esposa decidió que no van a tener hijos. Por ahora, solo se enfoca en seguir creciendo como científico de las matemáticas.

La Prensa Domingo migrante nicaragüense archivo

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