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El padre Madrigal

Cartas de amor a Nicaragua

En estos días estuvo muy concurrido el poblado de Mozonte, municipio de Nueva Segovia. Llegaron gentes de muchos lugares del departamento segoviano. Se trataba de celebrar la santa eucaristía en honor al 45 aniversario del deceso del santo de Las Segovias, como le llamaba la comunidad indígena de Mozonte al humilde sacerdote que los segovianos conocimos como padre Madrigal, y después como monseñor Madrigal. La presencia del señor obispo de Matagalpa y Administrador de la Diócesis de Estelí, monseñor Rolando Álvarez Lagos fue motivo de júbilo para todo el pueblo.

El padre Madrigal, como le decíamos todos era un humilde cura de pueblo y como tal sus iniciativas y ansias de progreso en nuestro pueblo, Ciudad Segovia, Ocotal, adquieren altos ribetes de amor al prójimo, constantes trabajos como apóstol de Cristo en aquellas lejanas regiones en los años veinte del siglo pasado.

Este hombre de Dios nació en Chinandega, pero el Señor lo tenía reservado para servir a la gente humilde de Nueva Segovia. De Chinandega pasó a León donde fue profesor, periodista, historiador y escritor, pero su destino final era Ciudad Segovia, Ocotal, a donde llegó en 1925 hasta el año de su muerte en 1977.

Este curita de pueblo fue quien fundó en la ciudad la primera imprenta y en ella imprimió el primer periódico semanal de Las Segovias, llamado El Eco de Segovia. Fue el fundador de la primera radiodifusora de la ciudad, la Radio Hernández de Córdoba, y fue principalmente el mejor amigo de los campesinos que luego de asistir a las festividades religiosas no tenían dónde pasar la noche y dormían en el parque y en el atrio de la parroquia. Para ellos fundó la primera casa del campesino, donde tenían donde pasar la noche y donde llegaban diariamente para resolver pequeños o grandes problemas que tenían.

Fundó también una escuela de primaria. Recuerdo haber cursado mi primer año en la Escuela Padre Las Casas, fundada por el padre Madrigal. Además de la enseñanza oficial de la nación, recibíamos clases de historia sagrada y aprendimos la historia de la pasión del Señor, el viejo y el nuevo Testamento, en fin desde muy niños conocíamos mucho de religión, de moral y trato social.

Personalmente tengo gratos recuerdos del padre Madrigal, el santo de Las Segovias. Sus maneras despertaron en mí, un niño de siete años, el deseo de visitar la iglesia los días jueves para la veneración del Espíritu Santo. Me encantaba el olor del incienso y el canto del Tantum Eergo que se hacía en latín. Era yo uno de los dos o tres niños que le ayudaban al padre todos los jueves en el Santísimo.

Recuerdo también que la Semana Santa de aquel tiempo eran distintas. Toda la semana se dedicaba a la Iglesia y jueves y viernes santos los sermones del padre Madrigal conmovían a la multitud. La iglesia se llenaba y el atrio también para escuchar aquella vibrante voz que rememoraba paso a paso el sufrimiento en la calle de la amargura, el dolor inmenso de la Santísima Virgen y el mensaje al mundo de ese tiempo donde no dejaba de reinar el egoísmo, el desamor, la falta de caridad con el prójimo, los vicios que han sido desde hace mucho tiempo la perdición diabólica de la nación. Era también un gran predicador.

Aunque vivía en Ciudad Segovia, Ocotal, dedicaba la mayor parte de su tiempo a la comunidad indígena de Mozonte, a la que fue conquistando con amor, haciendo caridades, ayudando a los más pobres, visitando a los enfermos y haciendo algunas obras de progreso como la propia iglesia en que se celebró la santa eucaristía en su honor.

Ya adulto lo visité un día para saludarlo. Habían pasado los años, pero él, siempre muy serio, soltó una carcajada cuando le conté una anécdota de Pancho Madrigal.

Todavía debe estar riéndose en el cielo.

El autor es empresario radial. Director general de Radio Corporación.

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