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La joven Clorinda Alarcón junto a su esposo y su pequeña niña. LA PRENSA/Cortesía

Las duras horas que vivió la migrante nicaragüense embarazada que murió en un contenedor en México

El esposo de Clorinda Alarcón habló con LA PRENSA y relata el viaje que hicieron sin agua, sin ventilación y con una sensación térmica de 40 grados

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A Pedro Manzanares aún le retumba en la cabeza lo que vivió su esposa Clorinda Alarcón las horas antes de morir. Alarcón murió encerrada en un contenedor que trasladaba migrantes de México a Estados Unidos y que fue abandonado en Monclova, una ciudad de Coahuila, que queda a unas tres horas de la frontera con Estados Unidos.

Pedro Manzanares, Clorinda Alarcón, que estaba embarazada, la hija de ambos de dos años y su cuñado Saturnino Alarcón salieron de Nicaragua en febrero. Pagaron poco más de 12,000 dólares para que los llevaran de forma irregular a Estados Unidos.

El 6 de marzo el Instituto Nacional de Migración (INM) de México informó que el contenedor donde viajaba la nicaragüense y su familia fue abandonado en la ciudad de Monclova, Coahuila. En el furgón también viajaban migrantes de otras nacionalidades.

«Pagamos 12,600 dólares (para ser llevados hasta Estados Unidos), yo vendí mi única casita que tenía para irnos y ahora estoy decepcionado por lo que pasó; mi niña quedó mota (sin mamá) y se me parte la cabeza pensando en tantas cosas», dice Manzanares en una entrevista con LA PRENSA.

embarazada
El cuerpo de Clorinda Alarcón y su bebé fue repatriado la noche del miércoles. LA PRENSA/Cortesía

Sin agua y sin ventilación

Manzanares relata a este Diario lo dramático que fue el trayecto en el contenedor desde Ciudad de México hasta Monclova. Fueron dos días de sufrimiento, dice.

«Nosotros viajamos casi dos días en ese contenedor y durante el viaje los (coyotes) que nos llevaban apagaban el aire y traían exceso de personas, frenaban de atrás hacia adelante para que nosotros nos fuéramos de boca y nos golpeáramos, caíamos encima de las mujeres y niños», rememoró el nicaragüense.

Asegura que habían momentos en que los coyotes se estacionaban en el camino durante dos o tres horas, mientras los migrantes se “cocinaban” dentro del contenedor. «Lo hacían por pura malditencia», asegura Manzanares, quien sostiene que en todo momento les apagaban el aire.

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«Cuando ya íbamos cerca de ese lugar nos dieron solo de tomar agua y nada de comida, porque decían que no querían que nadie orinara o fuera al servicio, sufrimos dos días de hambre y sed, y cuando estábamos cerca de ese lugar fue cuando más nos maltrataron», recuerda el nicaragüense con su voz entrecortada.

«Todos lloraban, yo traía a mi niña y les decía ‘por favor abran la puerta, abran la puerta que nos vamos a bajar’, no solo yo les gritaba y no hacían caso, solo se ponían a conversar entre ellos», agrega con tono de impotencia.

Según estimaciones del subsecretario de Seguridad de México, Ricardo Mejía Berdeja, en el camión viajaban unas 250 personas totalmente hacinadas, sin agua ni ventilación y a una sensación térmica de 40 grados. De ese total el INM pudo rescatar a 64 migrantes —entre ellos los nicaragüenses—, mientras que la otra parte se escapó a como pudo antes que llegaran las autoridades.

Contenedor donde viajaba la joven nicaragüense embarazada junto con su familia LA PRENSA/Cortesía de INM

Avalancha humana sobre Alarcón

Para alcanzar en el contenedor —continúa relatando el esposo de Alarcón—, los coyotes los obligaron a ponerse en cuclillas y los sentaron unos sobre otros. Cuando vieron que los migrantes estaban desgastados físicamente y ya no daban para más, los coyotes despegaron el cabezal del furgón y se fueron, dejando el contenedor enllavado. Hasta ese momento Clorinda Alarcón estaba consciente.

«Al mirar ya perdida la cosa, decidimos hacer un hueco en la puerta, a como pudimos sacamos a un chavalo delgado y así él pudo abrir una de las puertas para que pudiéramos salir, de lo contrario todos hubiéramos muerto», cuenta.

Cuando lograron abrir el contenedor, asegura, las personas estaban desesperadas, sentían que se asfixiaban, salieron amontonadas y pasaron por encima de su esposa. «Allí fue cuando la maltrataron, en ese momento se desmayó, le faltaba oxígeno, después la llevaron al hospital y mi niña gracias a Dios rebotó encima de la gente y un amigo mío la bajó», cuenta.

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Según el parte médico citado por el Instituto Nacional de Migración, Alarcón falleció en el hospital con un embarazo al que se diagnosticó “muerte fetal”. La institución mexicana agregó que la causa de su muerte fue “síndrome de disfunción multiorgánica”. Otros 14 migrantes fueron hospitalizados por deshidratación.

La repatriación

La noche de este miércoles el cuerpo de Clorinda Alarcón, de 20 años, fue repatriado a Nicaragua. También regresaron su esposo, su pequeña de 2 años y su hermano Saturnino Alarcón. Este jueves su cuerpo fue llevado al cementerio central de la comunidad Ocote Tuma, en Waslala, de donde era originaria y donde su familia y amigos la despidieron.

Manzanares comenta que para poder repatriar el cuerpo de su esposa y del bebé recién nacido contó con la ayuda de varias organizaciones mexicanas, funerarias que apoyaron con los ataúdes y el mismo gobierno de ese país, quien gestionó todo el proceso.

«Para mí fue algo duro lo que pasé, no se lo deseo a nadie. Yo aquí trabajaba en la agricultura en el campo, pero la vida está dura, aquí con un día de trabajo solo se compra un litro de aceite, por eso todo mundo emigra porque aquí todo está caro», se lamenta.

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